“La participación del ejército chileno en la organización y conformación del estado nacional 1823 – 1829”
La presente
investigación aborda la temática de la “La participación del ejército chileno
en la organización y conformación del estado nacional 1823 – 1829”, se
intentará demostrar que el ejército de Chile, fue uno de los actores
fundamentales en la conformación y organización de nuestro orden republicano, esto
a través del análisis de la participación del ejército en los hechos
insurreccionales así como de la asunción de militares a los cargos públicos. El
trabajo se realizó en torno al trabajo y recopilación de fuentes de prensa,
sesiones legislativas, discursos oficiales y relatos de contemporáneos a los
sucesos, Llegándose a la conclusión que el ejército a raíz de su participación
en la organización nacional nos legó la idea de república, la virtuosidad de
los hombres públicos y el respeto a la ley.
ÍNDICE GENERAL
1
Introducción
Es por lo mismo que a
modo de justificación del presente trabajo, que la temática de la presente
investigación estudiará “La participación del ejército chileno en la
organización y conformación del estado nacional 1823 – 1829”, esto con
el fin de desmitificar el mote de anarquía, y también reconocer en su justo
valor histórico la participación que tuvo nuestro ejército en los procesos del
periodo que culminaron en la
conformación de un proyecto nacional exitoso durante el siglo XIX, los estudios
existentes versan sobre ideas, sobre el proceso político en su conjunto o sobre
la economía, pero ninguno ha ilustrado sobre la importancia del ejército en
este periodo que es crucial para dejar atrás la independencia y lanzarnos al
mundo como nación soberana, todo esto ha tendido a desvirtuar o a oscurecer la
misión que el ejército cumplió, esto debido a una serie de hechos
insurreccionales que se estudiarán para comprender si el ejército tuvo un rol
de defensor del proceso de organización o un papel más bien negativo como
comúnmente se cree.
En este sentido la
idea, hipótesis central de este trabajo es que El ejército de Chile, institución forjada en las guerras de
independencia fue tanto a nivel institucional como humano uno de los grandes y
principales actores en la conformación del ideal y organización de nuestro
orden republicano, esto manifestado en líderes de gran valía moral e
intelectual como Freire, Blanco Encalada, Francisco Antonio Pinto que de una u
otra forma, legaron a la patria innumerables servicios, obras e ideas que
asentaron las sólidas bases para el proyecto que la elite impulsó a lo largo de
todo el siglo XIX, por tanto los, objetivos, fuentes, narraciones,
materiales, etc. irán orientados a descubrir si la afirmación anterior es
cierta o no, y si puede sustentarse en las fuentes y procedimientos básicos de
la ciencia histórica.
Para lograr descubrir
la validez de la aseveración anterior y guiar el trabajo por mejores derroteros
se han planteado una serie de objetivos de investigación los cuales son los
siguientes:
v Comprender
el rol que tuvo el ejército de Chile en el proceso de formación del estado
republicano entre 1823 -1829, insistiendo en que este periodo es la piedra
angular de la proyección posterior del mismo, esto mediante el estudio de
figuras como Ramón Freire, Manuel Blanco Encalada y Francisco Antonio Pinto,
así como también de su obra.
v Analizar
el periodo de formación y organización nacional entre 1823 – 1829 desde el
punto de vista en el cual el ejército proveyó los líderes ejecutores e
intelectuales de la organización nacional, así como la participación de este en
los llamados movimientos insurreccionales, y observando los patrones
subyacentes a estos hechos y cuáles son las pautas que se pueden destacar de
los mismos.
v Relacionar
al ejército chileno, con la elite y otros grupos de la sociedad chilena post
emancipación y como esta relación es la
que da el mal llamado nombre de anarquía a este periodo histórico.
v Valorar
e Identificar la actuación del ejército
y sus jefes en el proceso de formación del estado y la nación en Chile en la
década del 20 del siglo XIX a través de los
rasgos esenciales que permitieron al ejército chileno ocupar un lugar
preponderante en la conformación del proyecto nacional alejándose del concepto
de anarquía y de militarismo del cual ha sido víctima.
El trabajo se ha
dividido en cuatro grandes capítulos para abordar de mejor forma los objetivos
específicos que han animado la presente investigación.
El primer capítulo se corresponde
con el Marco Contextual, es decir se
intenta abordar de una manera sintética, cual era y fue la situación del país
en el periodo estudiado desde el punto de vista general para crear una idea
básica desde la cual abordar los datos y referencias que se realizarán en el
transcurso de la investigación, este capítulo se aborda El marco Geográfico y
las Interpretaciones generales del periodo, así como algunos acontecimientos
básicos, esto por la razón de comprender
eficazmente en qué situación desenvolvió el ejército su acción.
El segundo capítulo es
el Ejército, Política y Elite, en
este acápite se desarrolla la relación del ejército con los grupos sociales,
sobre todo con la elite y como es esta relación la que hace del ejército una
institución prestigiosa por las guerras de independencia pase liderar el
proyecto del país recién emancipado, se abordan materias aquí como La proyección de las Guerras de Independencia, Las relaciones sociales, el
ejército y la relación con los grupos productivos.
El tercer capítulo
denominado Los Hechos en su lógica: Los
movimientos políticos militares 1823 -1830 se abordan los 12 movimientos políticos
en los cuales se vio vinculado el ejército durante el periodo de estudio: La Caída
de O’Higgins y la junta gubernativa, Perturbaciones en Santiago, Movimientos
por miseria de la tropa, Junta gubernativa, consejo directoral, golpistas y
Chiloé., Sublevación de O’Higginista de Chiloé, El Motín del 24 de Enero
dirigido por Enrique Campino, Rebeldía del Cabildo de Talca, Movimientos pro
federalistas en San Fernando y Colchagua, Sublevación en San Fernando, Motín
del 6 de Junio de 1829 ó de los
inválidos, La Guerra Civil o Revolución de 1829 -1830, en este capítulo se
intentará resolver la pregunta ¿cómo fueron los hechos? Sin aportar ningún otro
tipo de interpretación, se intenta conocer los hechos para comprender el
periodo, y también como estos sucesos guardan relación con el capítulo anterior
de Ejército, Política y Elite.
Por
último el capítulo de la Importancia del
Periodo, se analizarán en profundidad y en su conjunto con otras informaciones los
hechos anteriormente mencionados, para ya no observarlos como hechos, sino como
proceso ó estructura y que es lo que realmente nos quieren decir, este capítulo
se divide en los Patrones comunes a los movimientos políticos militares entre
1823 -1830, El concepto de militarismo el rol de Freire, y como el legado del
ejército en la ´peoca de organización nacional es el apego a la ley y el
civismo, así como la moderación, se
puede señalar que entre el capítulo de los hechos insurreccionales y el
capítulo de la importancia del periodo, opera una lógica inductiva por cuanto
se pretende primer conocer los hechos para después desprender de estos las
cuestiones claves y así comprender la verdadera participación del ejército.
Respecto a las metodología
usadas, se han usado fuentes escritas diversa índole tanto directas como indirectas, por una parte
se ha usado fuentes periodísticas de la época con el fin de obtener la visión
que la sociedad contemporánea a los hechos tenía del ejército, por otro
también se ha usado memorias de los
participantes de los hechos los que otorgan su propia visión al respecto,
sesiones de los cuerpos legislativos, leyes y cuerpos jurídicos en general y
discursos oficiales, así como también obras clásicas de la historiografía
nacional como lo es la Historia de Chile de Diego Barros Arana que sin duda
sigue siendo la única obra que contiene la mayor cantidad de datos sobre el
periodo, y también se ha recurrido a obras más actuales con el fin de
contrastar opiniones y analizarlas desde el prisma de los hechos.
No podría tampoco dejar
de señalar las dificultades que los estudiantes de regiones tienen para
conseguir fuentes de carácter primario, las cuales a pesar de poseer archivos
regionales como es el caso de quien escribe en estos no hay copias u otro tipo
manifestación de las fuentes necesarias para toda investigación por lo que se
hace necesario obligatorio ir a Santiago con todos los gastos pecuniarios y
temporales que esto implica – y siempre que se que tengan las posibilidades
donde quedarse, etc.-, no obstante es labor del “historiador” intentar
solventar aquellos problemas.
Por último agradecer al
ejército de Chile y a la Academia de Historia Militar de Chile, por dar
oportunidad a los jóvenes de este país a participar en un concurso que
significa crear conocimiento de nuestro país y de una de sus instituciones
simbólicas como lo es el ejército de Chile.
2
Marco
Contextual.
En 1820 Chile recientemente
había iniciado la senda como un estado independiente de la metrópoli española,
era un país cuya población era eminentemente rural y donde un grupo rector que
recibía su herencia de la colonia seguía dirigiendo los destinos en todo ámbito
del naciente estado. Durante la primera mitad del siglo XIX, las
características espaciales y socioculturales de nuestro país eran diferentes a
las que actualmente conocemos, situación que incide de modo directo en las
dinámicas y funciones que las instituciones públicas tuvieron, dentro de las
cuales contamos, al ejército nacional. En el caso específico de esta
investigación, interesa particularmente entender la naturaleza y valoración que
la institución del ejército tuvo en el contexto de una sociedad y estado en
consolidación y un territorio en proceso de incorporación, como parte de un
proyecto político y económico que buscaba insertar a Chile en el concierto de
los estados Modernos e independientes de América latina, con proyección al
ámbito mundial.
Ahora bien desde el
punto de geográfico y también de lo jurídico, con la independencia de los
países latinoamericanos, rigió el “uti
posidetis” que con rigor mantuvo los mismos límites territoriales de
virreinatos, reales audiencias y capitanías generales que rigieron durante la
época colonial pero con la salvedad que ahora el espacio y su población
dependían del estado nacional y no de la metrópoli hispana. A partir de este
principio, los primeros cuerpos jurídicos que dieron forma al Estado
reafirmaron aquel principio territorial y de soberanía nacional. Nuestras
constituciones y leyes del periodo 1823-1833, lo que hicieron entonces fue
reafirmar aquel principio territorial y de soberanía nacional. Así por ejemplo,
en la constitución de 1822 se declaraba que “El territorio de Chile conoce por
límites naturales: al sur, el Cabo de Hornos; al norte, el despoblado de
Atacama; al oriente, los Andes; al occidente, el mar Pacífico. Le pertenecen
las islas del Archipiélago de Chiloé, las de la Mocha, las de Juan Fernández,
la de Santa María y demás adyacentes.”[1],
en tanto que la constitución de 1823 se señalaba que nuestro territorio estaba
compuesto “de norte a sur, desde el Cabo de Hornos hasta el despoblado de
Atacama; y de oriente a poniente, desde las cordilleras de los Andes hasta el
mar Pacífico, con todas las islas adyacentes, incluso el archipiélago de
Chiloé, las de Juan Fernández, Mocha y Santa María.”[2]
Finalmente, la constitución de 1828 volvía a reafirmar que Chile se extendía
“de Norte a Sur, desde el desierto de Atacama hasta el Cabo de Hornos, y de
Oriente a Occidente, desde las Cordilleras de los Andes hasta el mar Pacífico,
con las islas de Juan Fernández y demás adyacentes. Se divide en ocho
provincias, que son: Coquimbo, Aconcagua, Santiago, Colchagua, Maule,
Concepción, Valdivia y Chiloé.[3].
A partir de estos
antecedentes, emanados de los principales cuerpos legales que pretendían
ordenar y organizar el territorio y la gestión político-administrativa de
nuestro país, Chile confirmó y definió sus relaciones con los países vecinos
para el periodo comprendido entre 1823 y 1830. Esta definición no sólo era
importante desde el punto de la delimitación de los referentes que habrían de
constituir la base sobre la cual se ordenaría internamente el territorio y su
población, sino también la lógica de las relaciones establecidas entre Chile y
sus vecinos, todos estados en consolidación, luego de configurarse como estados
independientes. En esta lógica, el territorio se extendía, con toda certeza,
desde el desierto de Atacama hasta el Cabo de Hornos, no obstante lo anterior
no implicaba necesariamente una ocupación total del espacio ya mencionado. El
desierto de Atacama por ejemplo era conocido como el “despoblado” de Atacama
para señalarlo como un lugar no habitado, la ocupación poblacional en el norte
recién se iniciaba tímidamente en Copiapó y ya en La Serena tomaba ribetes
mayores; desde aquel lugar hasta Concepción por el sur, era la zona la más
densamente poblada (herencia de la
Colonia además) y el
área más importante desde el punto de vista político, económico, y social.
También Chile poseía soberanía desde Concepción hasta el Cabo de Hornos pero
sólo se encontraba habitada Valdivia en su calidad de fuerte y la isla de
Chiloé. La Araucanía
aun era ocupada solamente por los mapuche
y lo que hoy son las regiones de los Ríos y los Lagos eran aun
inaccesibles, para que decir Aysén y Magallanes.
En suma, para el periodo 1823 – 1830, el país se circunscribirá al territorio
comprendido desde Copiapó hasta Concepción, añadiéndose Valdivia en 1820 y
Chiloé en 1826, hecho que fue descrito como la culminación de una etapa que
implicaba completar “la integridad territorial [lo que], ponía fin a una guerra
de catorce años, y hacía desaparecer el peligro de que aquél fuese el centro o,
a lo menos, el punto de apoyo de futuras agresiones de España.”[4].
Vale destacar entonces
que las acciones político – militares emprendidas por el ejército chileno para
el periodo en estudio, se circunscriben particularmente a las zonas ya
descritas y articuladas a los grandes centros que, desde la época colonial,
marcaron la lógica de relaciones de dependencia y poder en nuestra sociedad a
partir de tres núcleos esenciales, a
saber: Santiago, Valparaíso y Concepción.
Un segundo elemento a
tener en consideración, ya no desde el punto de vista territorial, sino social,
dice relación con que Chile, para la época en estudio, era un país con una
escasa población. Los efectos de la guerra, así como la falta de sistemas de conteo
efectivos de la población, el sub registro, la facilidad con que vagabundos y
desarraigados, población indígena o renegados podían evadir los sistemas de
contabilidad y control que el estado intentaba imponer, sumado a las precarias
condiciones de desarrollo imperantes, sin duda contribuyeron a hacer de éste un
factor necesario de considerar. El primer censo que se intentó hacer en 1813 no
dio resultados satisfactorios por lo ya señalado por lo que no fue posible
establecer patrones serios de contabilidad de la población nacional. Las cifras
más cercanas al periodo son la que da Mamalakis, el cual estimó la población de
Chile hacia 1835 en aproximadamente 1.010.000 de habitantes; población que se
encontraba desigualmente distribuida entre Copiapó y Concepción[5].
En definitiva, hacia
1823, Chile era un país pequeño, con un estado en formación desde el punto de
vista institucional y en proceso de consolidación, de escasa población,
concentrada esencialmente en aquellos centros urbanos característicos de la
época colonial, con una sociedad de
identidad difusa y un amplio territorio propio, pero que permanece sin ocupar
ni integrar efectivamente. Prueba de ello es que hasta el año 1826, aún
existían territorios bajo dominio hispano, como fue el caso de la Isla de Chiloé que sólo en
1826 su población será efectivamente incorporada al territorio nacional.
Ahora
bien desde una perspectiva más global la historia del país entre 1823-1830, por
diversas circunstancias ha sido muy poco estudiada desde el punto de vista de
la historiografía tradicional, hecho al
que se suma la falta de un análisis más acabado. A partir de lo anterior, resulta
necesario apreciar, de un modo general, cuáles fueron los rasgos de este
espacio temporal en el cual se
desenvolverán cronológicamente los sucesos a estudiar, entre estos
acontecimientos contamos el fin del gobierno de O’Higgins, la creación de los
cuerpos constitucionales de 1823 y 1828, la formulación de la primera
regionalización nacional con el fin de mejorar la administración del naciente
estado, y finalmente el enfrentamiento armado entre los grupos políticos en
1829 suceso el cual es la suma de todos los problemas del periodo, es por lo mismo que a pesar de que el
presente trabajo se centre en el ejército chileno, nunca debemos dejar de lado
que sus acciones se desarrollaron en un espacio, un territorio y en una
sociedad con características particulares.
Desde
el punto de vista historiográfico, dentro de este periodo, que ha sido definido
por Sergio Villalobos como “proyección de
la independencia”[6] podemos
encontrar cuatro grandes líneas de interpretación las cuales en general parten
del precepto en que una vez terminada la
guerra de independencia fue preciso un momento de ordenamiento interno para
crear la institucionalidad necesaria para asegurar la acción del naciente
Estado nacional.
La
primera línea y la más clásica es la de denominar y describir al periodo como
anarquía. Dicho punto de vista se
sustenta, tradicionalmente en la perspectiva de análisis de aquellos
historiadores que sobredimensionan la imagen del régimen portaliano en relación al periodo
anterior. Quien quizá encarna mejor esta visión es Alberto Edwards que en su obra la fronda
aristocrática denomina al periodo de “interregno anárquico”, y que es el qué
con más crudeza describe – a su entender-
el periodo:
“En Chile, tuvimos un remedo de aquel orden
de cosas netamente sudamericano, durante los siete años que transcurren entre
la caída de O’Higgins y la revolución de 1829. Se ha dado a aquella época el
nombre convencional de “era de los pipiolos”; en realidad, fue sólo el tiempo
de nuestros gobiernos “sin forma”. Sin duda que aquí, como en los demás países
hermanos los jurisconsultos y los
ideólogos perdieron entonces el tiempo
redactando constituciones y discutiendo principios de derecho público: no
cometeré la puerilidad de recordar esos trabajos completamente inútiles. [7]
Durante
1823 a 1830, en la perspectiva de estos historiadores[8],
el ejército fue uno de los factores de discordia, desorganización y anarquía
dentro de la naciente sociedad. Al respecto, el ya mencionado Alberto Edwards,
señaló “Los jefes militares que sucedieron a O’Higgins en el poder,
especialmente Freire y Pinto, no eran hostiles a la aristocracia, como su
ilustre antecesor; pero no fueron por eso más capaces de dominar o disciplinar
ni a la fronda ni al Ejercito.”[9]
Este problema para aquellos historiadores se prolongó endémicamente por todo el
periodo y sólo fue posible extirpar aquel mal de los generales rebeldes y
acostumbrados a un espíritu de caudillismo a través de una revolución (la de
1829) y una batalla: Lircay[10],
en la cual triunfaron las fuerzas peluconas que impusieron al país y con las
ideas del genio político y realista de
Diego Portales una nueva constitución, un nuevo orden institucional y la
despolitización del ejército. Esta visión, junto con darnos un marco
referencial “negativo” para el periodo nos permiten conocer y analizar la
visión desarrollada por los historiadores respecto de aquellos acontecimientos
de los que fueron muchas veces contemporáneos o por lo menos tuvieron acceso a
los actores fundamentales del periodo.
Una segunda visión
es la que designa al periodo como periodo de ensayos constitucionales, de
acuerdo con esta óptica, pese a la anarquía y la desorganización del ejército,
esta etapa de la historia nacional es vista como un ciclo fundacional, en
atención a que fue aquí cuando se produjo la elaboración de los primeros
cuerpos jurídicos y legales que habrían de regir y ordenar la nueva vida de
chile como nación independiente. Esta línea más que histórica es la que por lo
general se entrega en nuestro sistema educacional donde se tienden a comparar
las distintas constituciones del periodo (la moralista del 23. Las leyes
federales de 26 y la liberal del 28) y a
ver la influencia de patrones extranjeros y locales de la época en como el país
se quiso organizar.
En
tercer lugar es posible encontrar la apreciación del periodo como un tiempo de
construcción, este es el enfoque de la organización y aprendizaje nacional, esta
es una línea contrapuesta a la línea de anarquía, aquí destaca el historiador
Julio Heise en la obra “Años de formación y aprendizaje políticos:
1810 – 1833”[11],
esta línea propugna que durante el periodo se experimentó a través de forma
democrática algunas formas de organización que debía adoptar nuestro país, así es
como sobresalen una etapa descentralizadora hasta 1826 y una etapa
centralizadora desde 1828. El ejército aquí se señala que no es un factor de
desequilibrio sino que dotó de hombres sinceros a los cuerpos políticos recién
en formación.
Una
última visión corresponde a la más actualizada y que es simbolizada por Gabriel
Salazar en el volumen I de la Historia Contemporánea de Chile, “Estado,
legitimidad, ciudadanía”[12],
este autor señala que la sociedad de los
años 1823 – 1830 se polarizó en torno a
la discusión de dos proyectos de país, un proyecto pipiolo de crecimiento hacia
adentro liderado por liberales de tendencia democrática (Infante, Pinto y
Freire) contra un modelo ideado por el grupo pelucón - conservador de
crecimiento hacia afuera, aliado con los capitales ingleses, pero el cual tampoco
en ningún punto aborda la temática del ejército por muy sugerente que sea su
hipótesis,
Más
que adoptar una línea de interpretación del periodo para desarrollar, lo que
interesa es que muchos relatos, piezas, así como estudios del periodo no han
abordado como motivación central el estudio del ejército chileno, pero si lo
han hecho del contexto, lo que permite insertar claramente en distintas ópticas
la participación del ejército en la organización nacional, esto es lo que versarán
los tópicos siguientes. Analizados los hechos en que se vio envuelto el
ejército será posible distinguir si este jugó un rol negativo como lo planteó
Edwards hace 90 años, si no jugó un papel trascendente, o si fue una
institución que así como combatió en los campos de batalla logró establecer
ciertas bases de un proyecto nacional, el cual se desarrolló durante todo el
siglo XIX hasta 1891.
El
periodo se encuentra entonces cruzado por la organización del Estado, lo que
vale decir la creación de las instituciones que lograrían el bien común,
asegurarían una correcta administración pública, simbolizado aquello en lo que
se ha venido llamar ensayos constitucionales. Fue un periodo de cambio y continuidad. Era necesario elegir
autoridades pero también era ineludible de dotarlas de legitimidad como lo
habían tenido las autoridades en la época colonial, esta nueva legitimidad fue
muchas veces la otorgada por lo méritos obtenidos en la independencia.
Se
hacía así mismo perentorio escoger que juridicidad se habría de adoptar, bajo
que ideales políticos el país debía hallarse, lo que por una parte motivó la
existencia de un multiplicidad de grupos políticos pero por otro dispersó los
intentos de convergencia que se requerían en momentos decisivos, derivando esto
en una serie de movimientos subversivos
que no siempre llegaron a buen puerto, que no fueron peligrosos pero que
crearon un clima de ingobernabilidad en los centros de poder y un cansancio en
el ejército por no poder poner coto a la situación.
Por
otro lado terminadas las
guerras de independencia
en América hacia 1824, quedaron los mares libres de peligros e incertidumbres,
así Chile pudo comenzar una incipiente serie de relaciones con las grandes
potencias de la época las cuales expresaron su fe respecto a
Chile. La agricultura se encontraba postrada y era necesario reactivarla, así como la
minería. Todo esto provocaba que el erario se resintiese y no pudiera pagarse a
los empleados públicos, entre ellos el ejército.
Con
estos rasgos, modos de mirar el pasado, situaciones y acontecimientos Chile
daba inicio a su historia independiente.
3
Ejército,
Política y Elite
Las
pugnas generadas en la guerra de independencia y su proyección posterior crearon
una serie de conexiones entre el ejército nacional, la elite y la política. Esta
relación provoca que durante el periodo el ejército participe de los movimientos insurreccionales y la que lo
convierta una fuerza deliberante en cuanto intentar impulsar un proyecto
nacional durante nuestra primera etapa republicana. Una vez aclarada esta
relación será más fácil distinguir como
es el modo de operar de la institución castrense durante esta etapa.
Por
elite se entenderá la clase dirigente de
un país, en nuestro caso nos referiremos al antiguo estamento social de
carácter aristocrático colonial que posterior a la emancipación continuó
manteniendo el poder en todo aspecto, esto porque el proceso de independencia fue
dirigido en lo político, lo ideológico y lo
militar por este grupo, se
pretende entonces así ocupar el concepto de elite como sinónimo de grupo
dirigente, grupo rector, oligarquía o aristocracia. Este grupo rector presenta
algunos nuevos rasgos en su conformación como consecuencia del proceso
emancipatorio. Dentro de aquella elite encontramos a políticos, ideólogos, terratenientes, comerciantes y empresarios mineros, sumándose a ellos
el cuerpo de oficiales del ejército
patriota que eran los que en realidad poseían el total control de este, sea en
el mando o en el ascendiente sobre la tropa, en ese sentido el ejército chileno
era fiel reflejo de la estructura social de la época, un grupo de oficiales al
mando de la tropa enganchada voluntariamente o en casos por la fuerza, que
provenía por lo general de los estratos bajos y que se hallaba muchas veces mal
pagada. De esta manera el grupo de
oficiales era parte de la elite, una parte importante teniendo en cuenta su rol y por tanto compartía con esta la idea de impulsar
un proyecto nacional.
Todo
lo anterior nos muestra una elite diversa, ya sea en lo político donde
encontramos antiguos partidarios del rey (monárquicos) patriotas (republicanos), federales, centralistas,
personalistas o “frondistas”, conservadores y liberales. Esta heterogeneidad de
ideas pero no de composición social hizo que durante este periodo donde habían
de tomarse grandes decisiones, la elite tuviera dentro de ella grandes
conflictos en el campo ideológico, y político donde el ejército como parte de
esta clase dirigente no podía abstraerse
por diversos motivos que se relatarán más adelante y por el cual estaba
intrínsecamente relacionado con la elite. Pero a pesar de estos conflictos que
“con tener momentos de extremada violencia no quebraron en profundidad las
relaciones al interior de la elite chilena”[13]
no hubo ni dictadura, ni militarismo, y ninguno de los hombres que detentaron
el poder ejercieron acciones terroristas y el ejército tampoco se prestó – y es
de suponer que tampoco se hubiera prestado- para cometer aquello, a esto se
sumaba que por diversos motivos la clase dirigente se encontraba
intrínsecamente relacionada entre sí.
En
este sentido el ejército chileno creado para los avatares de las guerras de
independencia daría a formación de un nuevo grupo social muy distinto al de la
época colonial; este último que estaba dividido en dos partes, por una el
ejército real que venía desde España con tropas de línea y oficialidad española
nombrada desde la metrópoli y por otro las milicias cuya base social no difería mucho del ejército
patriota pero que en su cuerpo de oficiales de alto grado se encontraban los
mismos terratenientes y comerciantes criollos los cuales eran los únicos
candidatos para acceder por la baja retribución económica del cargo ya que “por falta de organización y financiamiento,
los militares vivían en una condición precaria, sometidos a la competencia
eventual de un sub oficial, recibían además un sueldo muy modesto, estable
desde el siglo XVIII”[14].
A raíz de la guerra de independencia surgen el
ejército chileno y la oficialidad militar como elementos para independizar al
país de España y para proteger dicha emancipación. La participación de estos en
un proceso político, les había dado la oportunidad de participar en la
organización del estado. Estos nuevos personajes surgieron al mando del ejército
patriota ya pertenecían a la élite, pero
no a la más influyente y poderosa, “Algunos ascenderán a la oligarquía, pero en
función de los servicios prestados en los años de independencia y no antes (…)
estos militares correspondían en realidad a una elite de base rural con un
modesto nivel de vida”[15]
eran en el fondo una baja aristocracia
por decirlo en cierto sentido, muchas veces despreciada por la más influyente
en cuanto no participaba claramente de la dirección política y económica de la
colonia , o porque tampoco poseía amplias riquezas ni contactos, o porque su
origen no era “normal” (ver el caso del “huacho” O’Higgins como le denominaban)
; pero todo esto con la guerra cambió, ya que a través de los méritos, los
sacrificios y el heroísmo desplegado exitosamente como ya sabemos en los campos de batalla, lograron
conformarse en un grupo con una identidad propia, desplazando en gran parte una
vez finalizada la guerra de independencia a la aristocracia colonial en el
ejercicio de manejar los asuntos de estado, más que mal era su espada la que
había liberado a Chile del dominio español. Así hombres como O’Higgins, Freire,
Prieto, Blanco Encalada, Lastra, Borgoño, de La Cruz, entre otros creían que
era su deber como hombres que habían denotado la mayor preocupación por la obra
independentista proyectarla a futuro ,
tal como ocurrió con el gobierno de O’Higgins , de Freire y de Pinto donde las
obras materiales e intelectuales de los mismos expresan este sentir (bibliotecas,
escuelas, sistema educativo, libertad de vientre, imprenta, el periodismo,
salida e inserción de Chile al exterior etc.).
Era
por tanto natural que aquellos planes
resultantes fueran dirigidos por muchos
de estos oficiales y que a su vez fueran
apoyados por gran parte de la
aristocracia (elección de Freire, de Blanco Encalada, de Pinto como primeros
mandatarios y otros tantos militares en ocupaciones parlamentarias y de cargos
públicos electos) ya que de las filas de esta pocos hombres tenían renombre
como para contrarrestar el influjo conquistado tanto por los ideólogos como por
los militares en el proceso de emancipación, es así que la aristocracia como
medio de templar el ambiente (por los conflictos debido a su heterogeneidad
económica y territorial) escogió a hombres neutrales, o si se quiere a árbitros,
los cuales por medio del control del estado lograrían el equilibrio entre los
grupos político – económicos, no beneficiando a todos o a ninguno y manteniendo
así el status quo en el interior del país, cuestión que por ejemplo no ocurrió
en otros países, como lo es el caso de Bolivia, donde el poder lo retuvo la
elite agraria mientras la elite minera de mucho mayor poder económico quedo
subsumida a los intereses de esta con toda una serie de problemas de caudillismo
y revueltas en el país altiplánico durante todo el siglo XIX.
Ahora
entre los factores que permitirían explicar que la elite haya cedido
pacíficamente las cuotas de poder a los líderes militares como se ha indicado anteriormente
podemos encontrar en primer lugar las guerras de independencia, ya que quienes
habían obtenido la “gloria y el triunfo”, eran los militares, ya que desde 1810
cuando se decreta la creación de nuevos cuerpos militares hasta 1826 cuando se
ocupe Chiloé integrándose al país, fueron quienes crearon los cuerpos del
ejército, les dieron instrucción, organizaron las expediciones y campañas, siendo
los que estaban en la línea de fuego y morían.
En concreto
mientras el grupo rector de la sociedad se dedicaba a lo teórico es decir cómo
debía ser la naciente república y bajo que ideales políticos debía adoptar, el
ejército se dedicaba a lo práctico, era
este el que con las campañas de la expedición libertadora al Perú, las campañas
de la llamada guerra a muerte, las dos expediciones a Chiloé, los movimientos
revolucionarios del año 23 y 29, lograba modificar el juego político creado por
la emancipación y su proyección, es así
que en un primer momento lo conquistó (1810 -1818) en un segundo lo aseguró (
1819-1826) y en un tercero lo organizó (1826-1830). Por tanto la elección
natural y de sentido común de quienes debían encabezar la dirección del estado
tenía que recaer en los soldados, era un premio legítimo reconocido por toda la
sociedad (incluyendo los sin derecho político) y la elite lo aceptó, más que
mal los oficiales que dirigían aquel ejercito eran de sus filas y siempre
habrían lazos y relaciones lo suficientemente fuertes como para evitar que el
ejército instaurara un régimen militarista que ocluyera a la elite, cuestión
que no sucedió por el rol de arbitro que asumió el ejército como se ha visto.
Lo anterior no obstante,
no implicó para todo el periodo una aceptación con fe ciega por parte del grupo
más conservador de la nueva ocupación política de los militares. Ya una vez
terminado el gobierno del Director Supremo Bernardo O’Higgins “los hacendados y
la mayoría de la elite política; habían desarrollado una actitud muy crítica
sobre los militares y sus acciones públicas, en verdad puede hablarse de un malestar
social, desde el último año del gobierno
del general O’Higgins”[16]
En estos casos este grupo más conservador de la elite intentó movimientos
militares contra el poder establecido, quienes dirigían aquellos movimientos
eran oficiales sin prestigio, olvidados y sin gloria militar, en esta categoría
caben personajes como Enrique Campino o
Pedro de Urriola[17].
La élite descontenta o mejor dicho las facciones y bandos políticos de la época
lo que hicieron fue incentivar su descontento y lisonjearlos para que
encabezaran los motines y sublevaciones a favor de aquellos grupos que actuaban
como sus benefactores. El caso de Campino que instigado por diputados de la
república sublevó a algunas tropas en la capital en Enero de 1827 e ingresó al
congreso a caballo desalojándolo y las dos sublevaciones de cuerpos por parte
de Urriola entre 1828 y 1829 son los más
célebres, estos hombres en realidad actuaban movidos más que nada por
convicciones personales y políticas por sobre las de tipo nacional y a pesar de ser fallidos sus intentos
posteriormente recibirían su paga cuando existiese un régimen conformado por
aquellos hombres que fueron sus benefactores, Pedro de Urriola por ejemplo fue
jefe del batallón voluntario Colchagua en la guerra contra la confederación Perú
- Boliviana, resultando sorprendente esta escalada por cuanto había sido dado
de baja del ejército patriota por su malas conductas, impropia de un oficial.
Un segundo factor para
considerar son las relaciones sociales, tanto en la elite de viejo cuño como la
de nueva, se establecieron contactos por medio del parentesco creando
verdaderos grupos familiares, muchos de los cuales databan de la colonia, estas
aceptaciones tácitas de alianzas o apoyos se hacían reales por medio de la institución
matrimonial. Así esto evitó que el
ejército iniciara una época de matanzas, fusilamientos, proscripciones ya que todos en cierta medida constituían una
gran familia, que en algunos casos ocupaban gran parte de la oficialidad de los
cuerpos como fue el caso de la revolución de 1829 donde el ejército del sur
estaba comandado por la familia Prieto – Bulnes lo que hizo más segura la
sublevación por lo lazos existentes entre estos hombres formados en los bravos
campos de batalla de la frontera.
Pero lo anterior no impedía
matrimonios con el “enemigo” como prueba el hecho de que Manuel Bulnes Prieto
se casara con la hija del general Francisco Antonio Pinto, eran capaces de
atacarse duramente pero jamás de llegar al aniquilamiento, otro de estos casos
fue el del oficial francés Benjamín Viel Gometz[18]
que se casó con Luisa Toro miembro de una vasta familia liberal y justamente
nieta del Conde de la conquista creándose lazos entre una familia local de
extirpe y los herederos de los gloriosos ejércitos de la revolución francesa. Por
lo mismo esto demuestra la capacidad de las elites para atacarse entre sí con
extrema dureza y llegar hasta el conflicto armado, pero no exterminarse, esto porque las relaciones enfriaron el ambiente que a la luz
de los sucesos debiera haber sido mucho más agresivo y violento, pero el
ejército que controlaba la situación siempre se mostró moderado y conciliador, así nuestro país jamás tuvo
que presenciar crímenes perpetrados contra sus mismos connacionales evitándose
así la anarquía y el militarismo.
ESQUEMA SOBRE LAS RELACIONES
SOCIALES ENTRE MILITARES
|
Un
tercer punto lo constituye la heterogeneidad de la elite en el apartado
económico
y como esto se relaciona con la asunción del ejército al poder. Hemos dicho que
en Chile existían tres grandes grupos productivos, los terratenientes que
geográficamente estaban en el sur del país y requerían un estado que les
ayudara a crear nuevos mercados para la exportación, y un ejército que
defendiera los núcleos productivos de bandoleros y bandas armadas como los
Pincheira, estaban los mineros que se ubicaban en el norte chico y requerían
políticos que favorecieran la exportación de los minerales e importación de
maquinaria útil y finalmente estaba el grupo mercantil que requería orden
interno para generar confianza internacional en nuestra economía y a su vez
requería centralismo para tratar de controlar el mercado interior.
Entre todos los
grupos convergían en la libertad del
comercio exterior, pero con esto poseían
intereses de grupo que se oponían entre si, en el caso chileno nos
indica que estos grupos lograron ponerse
de acuerdo para crear una institucionalidad duradera que se logró con la asunción
de Portales, pero antes de aquello, que es el periodo que nos interesa lograron
ponerse de acuerdo de manera pacífica a sus problemas, así es el caso de cuando
surge el movimiento en 1822 que derrocó a O’Higgins y movilizó al ejército del
sur, Concepción ( Agrícola), Coquimbo (minería) y Santiago (Mercantil) se
pusieron de acuerdo para que Freire por el prestigio y honra que poseía
dirigiera el estado, confiaron en que el ejército sería capaz de temperar y
administrar correcta y equitativamente las disputas que pudieran surgir entre
estos grupos, todo esto porque el ejército no poseía un marcado rol productivo
y sus hombres estaban por encima de estas peleas, el ejército así fue concebido
como un justo y recto arbitro de las posiciones económicas y evitó a Chile lo
males de otros país como el de Bolivia donde los agricultores tenían el poder
político mientras los mineros poseían el económico y crearon sublevaciones,
motines, alzamientos para derrocarse y debilitarse los unos a los otros. Esta es la causa de que en Chile entre 1823 a 1851 se haya confiado
el gobierno a célebres hombres militares en su gran mayoría.
4
Los
Hechos en su lógica: Los movimientos políticos militares 1823 -1830
El día 28 de enero de 1823 a raíz de un movimiento
cívico y militar, O’Higgins que se había
ganado la odiosidad de la aristocracia chilena por sus medidas un tanto
liberales fue obligado a abdicar.
Ese mismo día
en el consulado se organizó una reunión de notables a la que el General
O’Higgins fue conminado a asistir para solicitarle su renuncia, al tiempo que
las tropas de la guardia directorial se
declaraban en rebeldía, negándose a acatar cualquier orden que implicara un
desenlace violento al conflicto. O’Higgins, después de reflexionar decidió
presentarse en el consulado y en una épica sesión dejaría el cargo señalando: "Ahora
(quitándose la banda presidencial) soy un simple· ciudadano. En el curso de mi
Gobierno, que he ejercido con una grande amplitud de autoridad, he podido
cometer faltas, pero creedme que ellas habrán sido el resultado de las
difíciles circunstancias en que me tocó gobernar y no del desahogo de las malas
pasiones. Estoy dispuesto a contestar a todas las acusaciones que se me hagan;
y si esas faltas han causado desgracias que no puedan purgarse más que con mi
sangre (desabotonando su casaca), tomad de mí la venganza que queráis. Aquí
está mi pecho. (La multitud: "¡Nada tenemos contra vos! ¡Viva
O'Higgiris!") Bien sabía que con justicia no se me podía acusar de faltas intencionales cometidas en mi Gobierno. No obstante, este
testimonio me alivia del peso de las que hubiera cometido sin conocerlas. Mi presencia
ha dejado de ser necesaria aquí."[19]
En la misma sesión
donde el libertador dejaba el cargo, se nombraba una junta gubernativa
provincial que intentó ser nacional, esta junta estaba integrada por tres
prominentes vecinos de la capital: Agustín Eyzaguirre, José Miguel Infante y
Fernando Errazuriz, hombres moderados pero carentes de mando en las críticas
situaciones que vivía la república. Esta junta inició prontamente el envío de
credenciales a las provincias para que la aceptaran como nacional pero las negociaciones
no fructificaron, las provincias veían en ella el ánimo centralista y dominador
de la capital. El movimiento medular de esta trama se desarrolló en Concepción,
la cual estaba en armas desde diciembre
de 1822 contra O’Higgins, al momento de la abdicación de este, habían
negociaciones para socorrer militarmente el sur, pero con la caída de Director
Supremo quedaron cortadas las negociaciones, la asamblea provincial de
Concepción decidió no reconocerla y otro tanto hizo Coquimbo, el ejército del
sur dirigido por el general Ramón Freire y Serrano se embarcó hacia Valparaíso
donde llegó el 6 de febrero, esos días se le unieron tropas de Colchagua y
Coquimbo, y otras milicias locales que no reconocían a la junta de Santiago
como junta de gobierno de todo el país, este parecer es el expresado en el
sentido de que una junta capitalina significaba el control de la clase
mercantil capitalina por sobre la agrícola de Concepción y la minera de
Coquimbo subyugando sus intereses y por
tanto los de las elites locales, en el fondo lo que buscaban estas provincias
era la defensa del status quo que ya ha sido mencionado anteriormente mediante
la asunción al poder de un individuo que fuera un árbitro justo, para Coquimbo
y Concepción este personaje era Freire por el carácter de hombre moderado que
le rodeaba. El día 15 de febrero Freire llegaba a Santiago con las tropas exigiendo el
pago de sueldos atrasados y la ayuda prometida al sur contra la guerra que aún
se desarrollaba allá. Inmediatamente se iniciaron negociaciones entre Santiago
y los representantes provinciales entre los días 17 y 21 de febrero, este
último día se acordó que se crearían un congreso de plenipotenciarios compuesto
por un integrante de cada provincia, a su vez se creaba un acta de unión de las
provincias en la cual se decía que Chile
era un estado unitario y otras reglas administrativas que no es tema
aquí tratarlas, este congreso acordaba el 31 de marzo elegir al general Don
Ramón Freire como Director Supremo del Estado, el 4 de abril este juraba ante
los plenipotenciarios y el día 6 se elegía un senado conservador, se
restablecía el orden sin necesidad de disparar un tiro.
Este hecho, importante
por la trascendencia que tendría después de 1823, así como la resolución tomada
por O’Higgins de evitar una guerra civil y también por la protección que Freire
hacia de las provincias, inició un periodo de efervescencia en la cual
participó el ejército por todos los factores ya descritos. Por lo mismo,
claramente no puedo sustraerse, esta participación en acontecimientos de
sedición y violencia, pero así también mayoritariamente en el restablecimiento
del orden legal y constitucional, llevó a muchos historiadores tradicionales
(basándose sólo en la sedición y no en su contraparte) a denominar al periodo como anarquía, sin
evaluar en su justa causa cada acontecimiento como se pretende realizar a
continuación. Cada uno de estos hechos posee motivaciones propias y de su
estudio podrán desprenderse algunos patrones necesarios para el entendimiento del
rol del ejército en su conjunto dentro del periodo y la participación en la
organización nacional y del estado, cuestiones que se analizaran a continuación
de describir los sucesos en que se vio envuelta la sociedad chilena a raíz de
la renuncia de O’Higgins. A continuación en una serie de puntos se abordará
cada uno de los hechos insurreccionales donde el ejército tuvo alguna
participación.
4.1
Perturbaciones políticas en Santiago
Tanto Chile como otros
países americanos tenían en el momento de la abdicación de O`Higgins una expedición en el Perú tratando de derrotar
el último baluarte realista. A inicios de 1824 llegaron las noticias de la recuperación
realista de Lima, la ocupación por Rodil
del Callao, y la miseria de la tropa enviada, temas que repercutieron
negativamente en la población que se asustaba al ver como la presencia realista
podría significar una nueva llegada de tropas desde España. A todo lo antes
descrito se sumaba lo difícil e intricando de la recién aprobada constitución de
1823 que hacía casi imposible su completa utilización y la fracasada expedición
del general Freire a Chiloé. Esto repercutía negativamente en la imagen que
proyectaba el Director supremo.
Cuando el 14 de junio
este volvía a Santiago con las malas noticias de la fracasada primera
expedición a Chiloé se encontraba en una pésima posición, gobernando un país
con serios problemas en la defensa de su soberanía e independencia, con unos
cuerpos institucionales que no apoyaba su función y que se negaba a prestar
auxilio al ejército falto de pertrechos y que necesitaba nuevos bríos para
continuar las campañas del Perú y Chiloé. Freire sintiéndose totalmente agobiado
y no viendo posibilidad de salvar la situación presentó su renuncia al senado
el día 14 de Julio de 1824 por los motivos reseñados.
El día 19 el senado
decidiría si aceptaba o no la renuncia. Cuando comenzaba a sesionar aquel día
en la mañana, una turba se organizó en
torno al edificio del senado (actual museo histórico nacional) gritando
consignas contra la constitución y favor de Freire y sus ministros (Pinto y
Benavente). El cuerpo legislativo asustado pidió auxilios a Freire pidiéndole
que disolviera los manifestantes, la respuesta no se hizo esperar “El General
que suscribe, decía Freire, ha sabido también que en las casas consistoriales
se reúnen los ciudadanos de esta capital. Ha prevenido en la orden del día a
los cuerpos militares que se mantengan
en sus cuarteles, prohibiéndoles mezclarse en las deliberaciones populares. Con
este conocimiento, el Senado podrá tomar las medidas que crea convenientes”[20]
Freire daba la primera muestra del respeto a la legalidad que poseía el
ejército ante hechos de índole social, la represión no sería su bandera, ni
tampoco la de permanecer él en poder amparado en las bayonetas, así como
aprovechar un suceso para la solicitud de poderes especiales y erigirse en
dictador. Finalmente en una debate desarrollado en el senado donde participaron
senadores y ministros, se adoptó suspender algunas partes inaplicables del
cuerpo legal de 1823 llamándose a elecciones, nuevamente se llegaba a una
solución sin sangre, evitado esto como se ha señalado por el ejército. Santiago
sólo estuvo paralizado cinco días.
4.2
Movimientos por miseria de la tropa
El senado que había
surgido de la ya mencionada jornada del 19 de julio de 1824 en la cual se suspendió el cuerpo
legislativo de 1823 se había mostrado igual o peor en la comprensión de los
asuntos del estado, poco a poco las provincias perdieron la fe en este y
comenzaron a retirar sus representantes. En lo que respecta al ejército
siguieron la misma senda: los soldados seguían teniendo hambre y no recibían
paga desde hace casi un año por la precaria situación del erario público. Las
tropas en Santiago las cuales eran el batallón Nº7 dirigido por Rondizzoni[21],
el Nº8 por Beaucheff, la caballería bajo Viel
y la artillería bajo Borgoño, preocupadas por no tener que comer
señalaron que de no atender su situación saldrían al campo a procurarse su
alimentación como lo señalaba el ministro del interior Francisco Antonio Pinto
el 12 de abril de 1825 al senado, esta corporación comenzó una campaña contra dichos oficiales, pero la
presión de estos fue tal que el senado no pudiendo hacer nada para ayudar
decidió auto disolverse, para dar paso a una nueva legislatura.
Sin duda puede aducirse
que esta acción es caudillistas por parte de los hombres de armas, pero también
es necesario entender que un ejército sin sueldos y sin comida difícilmente
podría ser efectivo y cumplir su función dentro de la consolidación del estado,
pero a esto se sumaba que los cuerpos políticos deliberantes negaban toda
solución o se resistían a solucionar los problemas al ejército, la acción de Rondizzoni,
Beaucheff, Viel y Borgoño se enmarca solo
en un movimiento peticionista.
4.3
Junta gubernativa, consejo directoral, golpistas y Chiloé.
Cuando en mayo de 1825
se disolvió el congreso se hizo un llamamiento a una legislatura nacional. En
la asamblea de Santiago donde debían nombrarse aquellos legisladores el día 13
de julio, se inició un áspero debate sobre el mal manejo que hacia el gobierno
del estado y en vez de elegir aquellos representantes se dispusieron a formar
una junta de gobierno que asesorara a Freire compuesta por José Miguel Infante,
José Antonio Ovalle y Carlos Rodríguez. Freire al día siguiente declaró aquella
junta como ilegal por cuanto no había cabida para las provincias pero por la
presión de las grandes familias santiaguinas tuvo que aceptarla, en el
intertanto las provincias sentían lo mismo que en 1823: Santiago quería
centralizar el poder.
La señalada junta
solicitó la remoción de todos los funcionarios nombrados por el gobierno pero
Freire se negó llamando a elecciones del nuevo congreso nacional que comenzó su
sesiones la primera semana de septiembre, las provincias se resistieron a
enviar sus representantes y el congreso conformado por mayoría de gente de
Santiago se dio el título de provisorio, era extremadamente necesario que
sesionará el congreso por cuanto debía aprobar las campaña a Chiloé del año
1826. Esta expedición fue aprobada con un inconstitucional “pero”, el cual era
que el general que mandase dicha expedición lo nombraría el senado. Ante este
orden de cosas aumentó la pugna entre
poderes del estado cuando justo una revuelta en Valparaíso obligó Freire a
enviar tropas para calmar la situación, el senado nueva e ilegalmente quiso
detener aquel movimiento de tropas. Para herir aún más el prestigio del general
Freire el senado solicitó juramento a los generales Viel, Rondizzoni, Beaucheff
y Sánchez al senado, esto era ilegal por cuanto las tropas dependían del
director supremo según la constitución, era la cúpula santiaguina que quería
dominar el aparato político quien desencadenaba aquellos sucesos para
desestabilizar a Freire y hacerlo caer.
Freire dándose cuenta
que el senado quería destituirlo a toda costa, escapó de Santiago el 6 en la
noche rumbo al sur, donde las provincias se negaban tajantemente a la obra de
aquel cuerpo legislativo, el senado el 7 al notar su ausencia lo destituyó y
nombró director supremo provisorio al Coronel Santiago Sánchez. Ese mismo día
en los cuerpos que habían prestado juramento se inició una operación contra
aquel por cuanto la tropa y oficialidad estaban descontentos por como el senado
hacía las cosas es decir se movía nuevamente por el restablecimiento de la
juridicidad y el respeto de la ley más que por infringirla, todos los cuerpos
excepto el de Sánchez comenzaron a salir de la capital para unirse a Freire el
día 8, ese mismo día Freire entró a Santiago se reunió con el coronel Sánchez
el cual se dio cuenta de su error y se rindió nuevamente sin tiros ni sangre,
en este sentido quedan patentes que es como un sector de la elite política la
que de toda forma quiere aprovechar su influencia para controlar el Estado y
librarse así de sus enemigos, Freire que rectamente había guiado los asuntos
públicos se veía entrampado en su obra por aquellos sucesos, estos eran los que
no le dejaban actuar, pero así como aquello constituye el aspecto negativo es
innegable que el ejército en estos casos no fue sedicioso, sino que al
contrario pretendió siempre servir a la constitución que había jurado cumplir e
intentó mantenerse al margen de lo posible de estos asuntos, pero nuevamente
era imposible que la institución se sustrajera a esto en tiempos apremiantes,
más que mal estos traspiés hacían detener la operación de desalojar a los
españoles de Chiloé, la última gran empresa de las guerras de independencia.
Freire entonces una vez
solucionado los problemas nombró un consejo directorial que gobernaría en su
ausencia y partió de campaña al sur el
mes de noviembre, ya a fines del año 1825 inició su avance desde Valdivia hasta
Chiloé que terminaría con un éxito para las armas chilenas completándose la
obra de independencia chilena y americana en la cual las fuerzas armadas
chilenas cumplieron un gran papel.
4.4
Sublevación de O’Higginista de Chiloé.
“Era evidente la necesidad de destruir la semilla de la disolución y de
poner punto final a esta revolución con mano fuerte. El Gobierno indicó el 6 de
junio al graduado teniente coronel Tupper que se embarcara hacia Chiloé, a
objeto de cumplir ese designio. Este dejó Santiago el 9 de junio y llegó a
Valparaíso el 14, al mando de sus tropas, compuestas por las compañías de
granaderos de los batallones Nº 1, Nº 7 y Nº 8, de ochenta y cinco hombres cada
una, y de una compañía regular Nº 1, a, con sesenta hombres más.”[22]
La campaña como el
mismo relata será corta, pues los sublevados tenían baja moral, pocas
comunicaciones y el movimiento no tuvo mayores adeptos así es que las
operaciones fueron cortas y sin derramamiento de sangre tal cual como lo
menciona el citado Teniente Coronel
“Llegó una carta insolentísima de los
oficiales del Nº 4, ofreciendo entregarse sin resistencia si se les confirmaban
sus empleos. Fuentes nos envió otra proponiendo entregar la ciudad de San
Carlos con tal que se le perdonase la vida. A ambas comunicaciones se dio una
respuesta similar: que no se entraba en tratados y que se exigía una rendición
a discreción.(…) En la mañana del 20 me trasladé con la columna de granaderos
desde Agüi hacia San Carlos. Se vieron flotar en las inmediaciones varias
banderas blancas. El capitán Silva, de la Artillería, fue enviado adelante a
recibir las armas y municiones del Nº 4; todo se entregó sin resistencia. La
columna de granaderos desembarcó sin oposición. El caudillo Fuentes y los
oficiales del batallón Nº 4 fueron hechos prisioneros, concluyendo así
felizmente la campaña.”[23]
En
este sentido la campaña contra la sublevación de Chiloé representan lo idéntico
a los movimientos ya mencionados, un grupo por medio de consignas y proclamas
logra adherir a una parte del ejército a una sublevación, pero las pasiones se
encuentran con tan poco arraigo que esta es resuelta de inmediato sin necesidad
de disparos ni de ningún tipo de enfrentamiento armado.
Los
instigadores en ningún minuto son militares, son civiles, en lo principal
políticos que creen que con esto podrían arrastrar al resto de los jefes militares a una sublevación de carácter
general, cuestión que como se ha visto en los casos anteriores y en este
particularmente no resultó positivo, de hecho la exhortación de la imagen de
O’Higgins no sirvió tanto como se esperaba, estae a pesar que contaba con
partidarios de su regreso entre los militares no logró convocar a ninguno para
secundar esta sublevación, los oficiales de más alta graduación a pesar de las
lealtades personales se mantuvieron impertérritos en sus puestos e inamovibles
en la defensa del régimen político instaurado, era la muestra segura de la
defensa del ejército del orden establecido, en este sentido vale recalcar que
uno de los legados de este periodo de organización nacional por parte de la
institución militar fue que esta en ningún momento comprometió el proceso de la
conformación del estado, pues de haberlo hecho se hubieran planteado cambios de
mandatarios por la fuerza de las armas así como depuraciones sucesivas del
cuerpo político y militar siguiendo una lógica pendular por cuanto habría
iniciado un periodo de violencia que sin duda hubiera atrasado el progreso
general del país en todas sus dimensiones. Sin duda los movimientos anteriores
son más bien puntuales si los comparamos con los que se sucedieron después de
1926.
4.5
Movimientos federalistas en San Fernando y Colchagua durante
1826 - 1827
El 14 de julio de 1826 habían sido aprobadas por el
congreso las llamadas leyes federales donde la República de Chile se constituía
como un régimen federal, aumentándose el número de provincias[24]
y dotando a a estas de autoridades electas así como de autonomía en muchos
asuntos. Estas leyes no pudieron aplicarse por las dificultades económicas por
las cuales atravesaba el país, así como por que este cuerpo legal funcionaba
sin existir con una constitución política. En este mismo proceso asume como primer
presidente de la república el Mariscal de Campo[25]Manuel
Blanco Encalada asumiendo su cargo en Julio de 1826, pero renuncia en un par de
meses debido a la conflictiva situación creada por estas leyes y su aplicación.
Una de las innovaciones
que promovían dichas leyes es que los intendentes serían electos localmente,
pero esta disposición fue derogada a inicios de 1827. El primer intendente enviado
por el gobierno central en estas condiciones, en la provincia de Colchagua, fue
el Coronel Don Francisco Gana el día 3 de agosto de 1827.
El intendente al asumir
no contaba con la oposición a su nombramiento de los gobernadores de
departamento Feliciano Silva en San
Fernando e Isidoro de la Peña en Curicó que por medio de medidas imparciales
arrestaban a sus detractores y cometían una serie de medidas vejatorias hacia
los mismos, Gana para no generar más suspicacias renuncia al cargo y la
provincia de Colchagua queda dividida en dos gobiernos el de San Fernando y el de Curicó, mientras dentro del
departamento de San Fernando los partidarios del gobernador y sus detractores
se enfrentaban armadamente en encuentros causales el 31 de Diciembre de 1827 y
el 1 de Enero de 1828. Estos desordenes terminaron cuando llegó a la zona el
batallón Nº6 Maipo, al mando del Teniente José Patricio Castro que puso
momentáneamente en orden la provincia.
Como bien apunta el
historiador decimonónico Barros Arana “Aquellas correrías que sembraban la
consternación y la alarma en todos los campos, y que obligaban a los propietarios
pacíficos a abandonar sus haciendas para acogerse a Santiago, sólo pudieron ser
contenidas después de más de un mes de confusión y de desorden, por la
intervención dé la tropa de línea, y sobre todo del escuadrón de caballería que
había acudido”[26] Una vez restablecido el orden y vuelto a ser
gobernador Feliciano Silva este eligió intendente de manera ilegal al coronel
graduado Don Salvador Puga, este sólo poseía algunas fuerzas milicianas que un
encuentro a las afueras de San Fernando con el ya nombrado batallón Nº6 y
algunas tropas de caballería fueron totalmente derrotadas se depuso a Silva y a
Puga, mientras Castro quedó como intendente provisional y se pudieron realizar
las elecciones del 24 de mayo calmadamente.
Todos estos movimientos
de la zona central del país, y por tanto del núcleo productivo y de población,
fueron realizados por pequeñas unidades del ejércitos (Batallones) y apoyado en
gran parte por milicias, estas últimas
de tan poco poder combativo que era dispersadas a los primeros enfrentamientos
y de las cuales muy poco se podía confiar en el tipo de guerra convencional que
se libraba en la primera mitad del siglo XIX.
Por otro lado llama la atención que el paupérrimo
estado de las finanzas públicas hacían daño a la moral, los hombres impagos
hace meses debían para sustentar a sus familias aceptar los pagos que se les
hiciesen. Pronto el bando instigador conservador se daría cuenta que con los
movimientos de tropas milicianas reunidas apresuradamente no llegaría muy
lejos, de hecho muy poco había logrado realizar, salvo detener la acción gubernativa por uno o dos
días, por lo que iniciaría las manera de atraerse algunos oficiales del
ejército profesional, cuando aquello estuvo consumado, los errores de liberales
y conservadores de iniciar maniobras dudosas en las elecciones de
parlamentarios y presidenciales prenderían la chispa de la revolución de 1829,
pero para eso serían necesarios dos años en que nuevamente se pusiera en duda
el orden establecido, siendo nuevamente este asegurado y defendido por el
ejército el cual no mostró fisuras al respecto.
4.6
El Motín del 24 de Enero de 1827 dirigido por Enrique Campino
Después de la campaña
de 1826 en Chiloé, Freire renunció indeclinablemente al mando, siendo
sustituido como ya se ha señalado por Manuel Blanco Encalada.
Para enero de 1827 el
descrédito del sistema federal era tal que desde el congreso nacional se habían
aprobado varios proyectos tendientes a debilitar aquel sistema estatal. Esto no
significaba que aún no hubieran adeptos a este sistema en el parlamento, de
hecho habían y se encontraban muy descontentos por la situación e intentaron
inclinar la balanza a su favor instigando una motín que cambiara los dirigentes
del poder ejecutivo por otros más adeptos a su causa.
La época era propicia
la mayoría de la guarnición de la capital se encontraba junto al general
Borgoño en el sur reduciendo a los Pincheira.
En Santiago el general de armas mariscal de campo Don Francisco Calderón
sólo podía disponer de un escuadrón de guías al mando del teniente coronel
Pedro Acosta y del batallón Nº7 comandado por Nicolás Maruri el cual como ya se
ha visto en otro apartado poseía vínculos familiares con los Prieto.
Así, que teniendo en
cuenta esta situación, los diputados federalistas Santiago Muñoz Bezanilla,
Juan Fariñas, Ignacio Molina, Francisco Fernández y José María Novoa acudieron
a otro diputado, también federalista, que había sido coronel durante la guerra
de independencia pero que en aquellos tiempos,
por su mala conducta había sido apartado del ejército y que, por lo
mismo, no tenía mando activo. Este hombre era Enrique Campino y aún poseía
amigos en el ejército lo suficientemente revoltosos como para apoyarlo como el
Coronel Diego Guzmán, Sargentos mayores Francisco Latapiat, Tadeo Quezada y
José María Manterola
Los insurrectos
pusieron en marcha su plan en la noche del 24 de Enero, Acosta al mando de sus
guías se plegó de inmediato al movimiento y arrestó al comandante de armas, el
cual tuvo que firmar con una pistola en el pecho una orden para el Nº7 en la
cual se le ordenaba a Maruri plegarse a la sublevación,
En tanto Campino ocupó algunos edificios públicos,
emitió una proclama en la que “declaraba ·del modo más solemne resolución de
conservar el orden y la tranquilidad pública y de evitar toda violencia, ella
no podía calmar la inquietud del pueblo en presencia de un motín sin objetivo
definido y capitaneado por hombres que
no podían inspirar confianza sobre la elevación y rectitud de propósitos”[27]
y se autodenominó Capital general de la
provincia de Santiago. Pero sus bravatas en ningún momento lograron amilanar a
la opinión pública que no lo secundó y
tampoco el congreso dejó de sesionar, hasta que Campino con una compañía de
fusileros entra a caballo al edificio del congreso y detuvo la sesión que se
desarrollaba en la mañana del 25. Pero esto no fue impedimento para que en la
tarde de ese día el congreso estableciera lo siguiente:
“El congreso nacional con fecha 25 de este mes ha decretado lo siguiente:
Art 1.- El capitán general Don
Ramón Freire se encargará del mando político; militar de la república hasta que
se elija otro por congreso.
Art2.- Posesionado del mando
decretará la libertad de los individuos que se hallen en arresto, mandándoles
comparecer y encargándoles por el bien de la nación un absoluto olvido de los
agravios”[28]
Freire se trasladó a
Colchagua y reunió tropas de las provincias, ofreció indultos a los facinerosos
los cuales al darse cuenta que no poseían apoyo comenzaron a rendirse. A esto
se sumó que “El mayor Maruri, por otra parte, se juzgaba víctima de un engaño: su espíritu
tranquilo de obediencia leal al gobierno, no podía avenirse a estar sirviendo
de instigador de un motín contra, el cual seguía pronunciándose la opinión
pública. Habiendo oído las insinuaciones de algunos de los hombres más adversos
a aquel movimiento, Maruri se ofreció a ejecutar una contrarrevolución.”[29]
Se le hizo un pago a la tropa y esta de inmediato abandonó a Campino el cual
quedó aislado. Para no exacerbar los ánimos el 12 de Febrero se decretó un
indulto general, volvía a tranquilizarse la situación a costa de indultos que a
pesar de su magnanimidad sólo hacían que los mismos instigadores tuvieran nuevas
oportunidades de complotar, este es uno de los aspectos de por qué se
explicaría también la revolución de 1829 y la constitución de 1833. Problema no achacable al ejército sino a la
buena creencia de muchos liberales. (Freire, Pinto, etc.)
La moderación que
hicieron gala los jefes militares permitió por un parte que volvieran a
agitarse las aguas, por más que mostrasen el apego a la ley y un espíritu de unidad el país se resentía de
aquello, muchos comenzaron a darse cuenta – influidos o no por estos hechos-
que requerían un régimen mucho más duro que diera una verdadera seguridad
interna, este fue el origen de la mayoría de las ideas de Diego Portales y del
grupo denominado estanquero. Estos
unidos a los O’higginistas, y al grupo más conservador iniciaron labores de
insurgencia dentro de algunos cuerpos de milicias que más que subordinados del
ejército dependían de los grandes hacendados y terratenientes, el ejército y el
cuerpo de oficiales no poseían poder de mando ni ascendiente sobre dicha tropa
que servía ante todo a sus patrones los cuales la utilizaron para su beneficio personal,
en este caso las insurrecciones de la zona central por ejemplo tenía como fin
desestabilizar al gobierno, hacerlo caer y conformar un régimen cercano a sus
intereses.
4.7
Sublevación en San Fernando
El 18 de Junio de 1828
era aprobada una nueva constitución en el congreso después de un año de estudio.
Feliciano Silva, que ya no poseía cargo comenzó a buscar adeptos para sus
planes, entre estos encontró a un joven llamado Pedro de Urriola quien había
sido un húsar de la muerte, además de
ser separado del ejército por mala conducta, poseía además lazos de amistad con
militares, justamente uno de aquellos
era el Sargento mayor Juan Vidaurre, el segundo al mando del batallón Nº6, que
como se ha visto en el apartado anterior
estaba de guarnición en San Fernando y que su comandante José Patricio
Castro había sido nombrado intendente provincial.
Urriola utilizando los
medios que tenía a su disposición convenció
a Vidaurre de sublevar a un impago
batallón Nº6, cuyos soldados arrestaron al intendente Castro y al comandante de
las milicias Francisco Ibáñez.
Urriola creía que
Campino se sublevaría nuevamente y que este último detendría a los congresistas
que en aquella época sesionaban en Valparaíso, además de eso creía contar con
el apoyo de otros cuerpos en Aconcagua y en Santiago. En la capital la noticia
de la sublevación llegó el 4 de Julio y Francisco Antonio Pinto Vicepresidente
de la república a raíz de la renuncia de Freire[30]
enviaba emisarios para poner fin a la sublevación, mientras esto ocurría un
escuadrón de coraceros procedente de Linares se unía a los facciosos. Es de entender que todos los
sublevados buscaban paga y dinero, pues como en los restantes casos se les
adeudaba su salario.
Pinto viendo que no había
otra solución que llegar al enfrentamiento comisionaba al general Borgoño que
hace poco había realizado las campañas en el sur contra los bandoleros. Este
general logró reunir al batallón Nº7
Concepción al mando del veterano de las guerras napoleónicas Coronel Rondizzoni
y otras tropas milicianas al mando de oficiales experimentados como Guillermo
de Vic Tupper[31]
que habían participado en la campaña de Chiloé, este último en su diario señalaba que “Los llamados liberales
suscitaron una sublevación de tropas en San Fernando, que estalló el día sábado
28 de junio de 1828. El batallón Maipú, acuartelado en otra villa, y que consta
de trescientas catorce plazas, se amotinó, puso preso a su comandante don
Patricio Castro y proclamó por Intendente de la provincia de Colchagua a un
deudor del Fisco: don Pedro Urriola. Se cree generalmente que el objeto de esta
sublevación sea el llevar a don José Miguel Infante a la Presidencia de la
República. La desenfrenada ambición de este hombre no permite titubear que él
aprovecharía de un motín militar para colocarse en la cima del Gobierno, aunque
para llegar allí tuviera que rasar por encima de los cadáveres de la mitad de
sus conciudadanos.”[32]
El cuerpo de Borgoño tuvo la inmediata
misión de avanzar hacia el sur para detener a los rebeldes que avanzaban sobre
Santiago. El 15 de julio Borgoño ocupaba San Fernando y Urriola que había
preferido evitar contacto establecía su campamento en Pelequén. Dándose cuenta por
informantes que Santiago se encontraba sin guarnición se decidió a avanzar
sobre Santiago aprovechando la ventaja de un día de marcha que poseía sobre las
tropas de Borgoño. El 16 cruzó en la mañana el Cachapoal y el 17 se encontraba
a las puertas de Santiago mientras Borgoño les perseguía a una jornada de
viaje.
En Santiago el
vicepresidente Pinto logró movilizar unos 400 milicianos y unos 100 coraceros
presidenciales que tomaron posición en la chacra de Ochagavía el 17 de Julio.
El día 18 de julio Urriola se decidió a atacar, las tropas milicianas del vicepresidente
resistían ardorosamente el embiste
mientras los coraceros se desbandaban
pasándose muchos de ellos a los vencedores, los milicianos no pudiendo contener
a hombres muchos más experimentados y a la caballería enemiga tuvieron que
retirarse dejando gran número de heridos, prisioneros y muertos.
Urriola después de la
victoria dirigió sus tropas al cuartel de la maestranza en la periferia de la
capital (actualmente centro - sur de Santiago), donde se reabasteció de
pertrechos pero aún no se decidió a ingresar al centro de la capital: decidió
parlamentar con la asamblea de Santiago, solicitó la renuncia de Pinto pero la
respuesta del pueblo no se hizo esperar a
los gritos de “el pueblo no es vencido jamás, el pueblo sostiene al gobierno”.
Las conversaciones habían sido un fracaso.
El día 19 de julio,
Borgoño recibía noticias de la derrota del gobierno, de una manera alarmante
como nos señala Tupper “El 19 nuestra división se puso en marcha a la una de la
mañana con dirección a Santiago. Por
equivocación del baqueano tomamos el camino de Melipilla y cuando amaneció nos
hallábamos cerca de las casas de Espejo. Aquí nos informaron que la fuerza del
Gobierno había sido derrotada; que el comandante de Coraceros había muerto; que
no se sabía del paradero del Presidente Pinto; que Fontecilla o Infante habían
usurpado la autoridad suprema; que la fuerza de los sublevados estaba en la
Maestranza; y, en fin, que la autoridad legítima del país ya no residía en la
capital.”[33]
Por aquellas cuestiones Borgoño detuvo la marcha y comenzó a reunir tropas en
la hacienda de lo Espejo, mientras
Urriola no viendo más plegamiento a su causa aparte de las tropas que le
seguían se decidió a tomar la plaza de
armas y dar a conocer una proclama en la
cual se señalaba que:
“Pedro Urriola. Intendente de la
provincia de Colchagua y jefe de la fuerza libertadora del estado. Los notorios
vejámenes que ha sufrido la provincia de Colchagua de la administración y el
grito casi uniforme de total las que componen el estado exigen imperiosamente
un remedio activo y eficaz, tal es la inmediata separación del mando del
vicepresidente don Francisco Antonio Pinto: y como el estado no puede quedar
acéfalo. y recordando el concepto y la opinión pública del ciudadano don José
Miguel Infante queda desde este momento electo supremo interventor de la
República con las facultades que son inherentes al presidente del estado quien
cuidará a la mayor brevedad de expedir una convocatoria a las provincias para
que se reúnan por medio de diputados electos libremente y den la constitución
al país. Dese a reconocer, publíquese por bando. Fíjese en los lugares
acostumbrados y archívese.' Plaza de la Independencia. Julio 20, de 1828. Pedro
Urriola."[34]
Pero el pueblo que allí
se encontraba reunido comenzó a gritarles a los soldados “Viva la ley, viva el gobierno legal”, las
tropas no se atrevieron disparar a la turba y se retiraron totalmente
desmoralizadas al cuartel de la maestranza, hecho esto Pinto les ofreció un
indulto a los sublevados quienes de inmediato pusieron fin a la revuelta, un
cansado Tupper anotaba en su diario: “22 de julio se publicó un indulto en
favor del batallón Maipú, o Nº 6, y del regimiento de Dragones, incluyendo en
él a don Pedro Urriola y a todos los paisanos y milicianos que acompañaron a la
división sublevada desde San Fernando hasta la capital. (…) De este modo han
concluido todas las sublevaciones en Chile. Y por este motivo hay una cada año,
ya sea puramente militar como ésta o suscitada por medio de pobladas de
facciosos, acompañados de los votos de la capital.”[35]
Tupper tenía sobrados
motivos para quejarse de aquellos, los instigadores seguían siendo los mismos,
las zonas de sublevación seguían siendo las mismas, las unidades y más que nada
jefes que secundaban dichos movimientos seguían siendo los mismos, pero
nuevamente la moderación con que actuó tanto el mando político, como el mando
militar provocaron su propio fin, de esta manera tal como lo señalaba Tupper
cada año había una nueva sublevación y por la misma causa: el cambio de
régimen. Esto también repercutía negativamente en la moral de los hombres
leales a la juridicidad pues ¿Qué sacaban con seguir defendiendo una y otra vez
el régimen existente si este a pesar la defensa de hombres leales los culpables
no era castigados? Esto desmoralizó a
muchos hombres sobre todo a los cercanos a la zona de Concepción, donde los
constantes problemas nos le afectaban sinceramente pero la detención de
actividades repercutía negativamente en la agricultura local ya deprimida por
las guerras de independencia donde los oficiales por la tradición de la
existencia de la frontera del Bio Bio eran a su vez agricultores y por tanto
poseían poder de presión y necesidad de detener movimientos dañinos para la
principal producción regional.
4.8
Motín del 6 de Junio de 1829 ó de los inválidos.
A raíz de la aprobación
de la constitución de 1828, debían celebrarse elecciones de diputados el día 6
y 7 de Junio de 1829. Esta elección era de vital de importancia por cuanto los
diputados serían los encargados de elegir al vicepresidente que acompañaría en
la presidencia al General Francisco Antonio Pinto y que sería el posterior
suceso el cual desencadenaría la guerra
civil.
El inicio del nuevo
motín tuvo nuevamente por centro el escuadrón de coraceros presidenciales que
se había pasado a los insurrectos el año anterior y que había sido indultado,
también esta unidad había logrado sustraer a sus planes una compañía de
inválidos acantonadas en el cuartel de San Pablo, que fue la que le dio el
nombre al motín.
Todo se inició el día 6
de junio en la mañana, cuando los revoltosos intentaron arrestar al intendente
y al gobernador, ambos escaparon ilesos, mientras el Batallón Nº 7
más unos 24 hombres de la guardia de Palacio dispersaron en un primer momento a
los sublevados con las descargas de fusilerías. Se supo en ese mismo instante
que Urriola nuevamente estaba detrás de todo esto y que había pagado a los
inválidos y coraceros fuertes sumas de dinero suministrado por respetables
personajes de la capital, demostrándose así fundada la idea de que muchos
instigaban los movimientos para generar un cambio rápido de régimen sobornado
unidades, las cuales como se ha visto son escasas si las comparamos con los
hombres leales a la autoridades legítima.
Pinto llamó a los
generales Zenteno y Lastra y a varios otros oficiales leales para que reunieran
cuanto antes tropas en la plaza de armas, formaron así 800 hombres de
infantería, caballería y artillería, además se les unió el escuadrón del orden
una especie de milicia urbana formada por comerciantes. A las 11:00 am se
inició el ataque al cuartel de San Pablo, a los primeros disparos los coraceros
escaparon dirección a Huechuraba capitulando al día siguiente, mientras los
inválidos se rendían en masa. Muchos soldados y oficiales fueron arrestados
pero sólo se fusilaron el 13 de Julio en castigo: tres coraceros, un sargento y
un cabo de los inválidos.
La chispa de la guerra
civil se encendía, en aquel momento. Pues “La circunstancia de que Urriola y La
Rosa que no tenían recursos propios de ninguna clase, hubieran podido disponer
de fondos para gratificar a los soldados en la mañana del motín, y el hecho de
haberse anunciado a la tropa sublevada que aquel movimiento era dirigido por el
general Freire así como por algunos hombres respetables y de que sería apoyado
por otros cuerpos de la guarnición, entre éstos por el escuadrón del orden no
constituía antecedente para proceder contra nadie. La acusación y el proceso de
ciertas personas de alguna importancia no podían fundarse sino sobre datos más
positivos, tales como las declaraciones de los cabecillas del motín. Mientras tanto, Urriola se había puesto en
salvo; y todas las diligencias hechas para descubrir su paradero habían sido
infructuosas”[36]
este problema iniciaría una batalla
periodística y sembraría en el futuro la guerra civil ya que ambos bandos se
decidieron a enfrentarse, en todo caso el país con la sofocación de este motín
había salido bien parado como señala el mismo Rondizzoni que participó en estos
hechos “Si ese atrevido golpe, conocido con el nombre de revolución de los
inválidos, hubiera tenido éxito que con el que se propusieron sus promotores, ó
realizándolo siquiera en parte, acaso el prudente y humano general Pinto, que
entonces estaba como Vicepresidente a la cabeza del gobierno, habría sido una
de las primeras víctimas, envolviendo al país con esta desgracia en nuevos
desórdenes, funestos siempre a su desarrollo y progreso, y manchando la
historia de la República con feo tizne”[37]
Este hecho repercutió
negativamente en la opinión pública y polarizó a los grupos políticos, como los
conspiradores eran los mismos de siempre, los liberales intentaron ponerle
coto, los conservadores pretendieron nuevamente jugar sus cartas políticas y de
sublevación, el resultado la revolución de 1829 con la cual se cierra el
periodo el periodo de estudio, el ejército debilitado comenzará la era de la
profesionalización y su participación como moderador dará pasó a un régimen
presidencia, autoritario. Pero habían sentado las bases de un proyecto
democrático en la sociedad chilena como se reconocería en la década de 1850.
4.9
La Guerra Civil o Revolución de 1829 -1830.
En 1828 con la
aprobación y posterior promulgación de la constitución de ese año, se hacía
necesario llamar a elecciones de presidente y vicepresidente de la república.
Por los liberales se presentaron como candidatos el general Francisco Antonio
Pinto y el intendente de Coquimbo (y que poseía el título de Coronel), Don Joaquín Vicuña, por los conservadores
estaban el general José Joaquín Prieto y Francisco Ruíz Tagle, habían otro
candidatos menores pero que no pasaron de un voto.
El sistema era de voto
doble, cada elector votaba por dos personas y al conteo final quien obtuviese
mayoría de votos era elegido presidente de la república, quien le siguiese en
cantidad de votos vicepresidente, en caso de no alcanzar esas mayorías era el
congreso el encargado de elegir. En el caso de esta elección hubo 201 electores, Pinto obtuvo 122 votos y
fue proclamado presidente de la república en el acto (pues había obtenido más
de 100 votos es decir mayoría absoluta). Ruíz-Tagle obtuvo 100 votos, Prieto
61, Vicuña 48 y Gregorio Argomedo 33, el congreso debía decidir entre aquellos
a quien nombrar vicepresidente de la república. El 16 de septiembre se reunía
el congreso eligiendo a Joaquín Vicuña por 29 votos contra 24 de Ruíz Tagle y 2
de Prieto. Esta elección fue declarada prontamente ilegitima por los
conservadoras que interpretaban la constitución en el sentido que el congreso
debía elegir entre las dos mayoría absolutas. Los estanqueros, Pelucones
(conservadores) y O’higginistas se aliaron para derrotar a los grupos liberales
por que le se vieron en la necesidad de contar con fuerzas armadas e implantar
un nuevo régimen mucho más duro y autoritario, para eso Rodríguez Aldea,
Portales, Rengifo así como otros hombres importantes y prominentes de la época
iniciaron maniobras políticas para sustraerse a Prieto y otros hombres a sus filas.
Quienes primero dieron
el paso, fue la asamblea de Concepción la cual el 4 de octubre decidió
desconocer los resultados de la elección en una maniobra al margen de la ley, eligió
por intendente al general en jefe del ejército del sur José Joaquín Prieto Vial[38]
y comandante de armas a su sobrino Manuel Bulnes Prieto[39].
El 12 de Octubre se reunía la asamblea del Maule en Cauquenes y optaba por la
misma idea de Concepción: Desconocer las elecciones y aceptaba unirse a esta para defender el orden que para
ellas era el legal. En un inicio los rebeldes sólo pudieron contar con el
batallón Nº3 Carampangue y con los granaderos a caballos, esta última unidad
dirigida por Bulnes, y que era uno, sino el mejor escuadrón de caballería
existente en el país, entre estos dos cuerpos
sólo se logró reunir 600 hombres.
Pinto para evitar efusión de sangre renunció al cargo y Joaquín Vicuña
que era el vicepresidente hizo lo mismo, el país momentáneamente quedaba sin
gobierno, pero el 26 de octubre cuando se cursaba la renuncia de Vicuña, asumía
el cargo el presidente provisional de la república, el presidente del senado
Francisco Ramón Vicuña hermano del renunciado vicepresidente.
Mientras en Santiago
ocurrían estos sucesos políticos Bulnes con la caballería el 24 de Octubre
iniciaba su avance al norte, mientras nuevamente se contactaba a Urriola para poner a favor de
los sublevados la provincia de Colchagua. Ya el 9 de noviembre Bulnes
conquistaba la provincia de Colchagua, lo que implicaba que San Fernando y
Rancagua caían en manos de los rebeldes, mientras en Santiago se le sumaban dos
escuadrones de cazadores al mando de Fernando Baquedano. El presidente Vicuña temiendo
otra sublevación disponía que Tupper, Viel y Rondizzoni mantuvieran los dos
batallones leales, un escuadrón de caballería y un cuerpo de caballería en
Tango para sustraerlos en todo de los juegos políticos.
En tanto en Santiago
los conservadores instigaban a Freire y otras figuras a establecer una junta
gubernativa, obligando al presidente Vicuña a esconderse, así el 12 de Noviembre
se conformaba una junta gubernativa con Freire, Ruíz Tagle y José Agustín
Alcalde pero esta no fue reconocida ni por la asamblea ni el cabildo de
Santiago. Así Ovalle solicitaba a Viel que pusiera en marcha del campamento de
Tango a Santiago los batallones 7º y 8º más un escuadrón de húsares que en un
total sumaban 1.400 hombres para restablecer el orden y a Vicuña. Se reunían
así los oficiales de este cuerpo en la mañana del 13 y proclamaban en general
en jefe a Freire, y a su vez señalaban en junta de guerra que:
“Esta división obedece como hasta
ahora ha obedecido, las órdenes del poder ejecutivo constitucional, protestando
a la faz de la nación que jamás hará uso de sus armas para hostilizar a sus
conciudadanos, cuyos derechos defenderá hasta derramar la última gota de su
sangre y haciendo notoria esta declaración, obrara en el concepto de haber
uniformado sus votos con los de la mayoría de la República"[40].”
A pesar de esta
proclama, Freire insistía en que el ejército reconociera a la Junta gubernativa
como el poder ejecutivo constitucional, por tanto nuevamente fue dejado de lado
y se nombró para aquel cargo al general Francisco de la Lastra el día 14 de
Noviembre mientras Aconcagua se sublevaba y enviaba 300 milicianos a Prieto.
Bulnes llegaba a las
afueras de Santiago el día 13 y acampaba en la hacienda de Ochagavía, ambos
ejércitos estaban a la vista y enviaban continuamente emisarios para llegar a
un acuerdo que no fue posible alcanzar. Lastra tenía su formación en el olivar
de Ovalle, había logrado reunir unos 1.500 hombres distribuidos en 3 batallones
de infantería experimentados, una brigada de artillería y un escuadrón de
húsares. Prieto como se ha dicho formó en la chacra de Ochagavía y poseía en su
haber 600 hombres de caballería, dos
cañones y un batallón de infantería.
El 14 de Diciembre
después de unos 15 días de negociaciones infructuosas, Lastra a las 5 de la
mañana, iniciaba con las tropas en su haber un avance sobre la chacra de
Ochagavía formando un fuerte cuadro al
centro y en sus dos alas formaciones de infantería cada una con dos cañones. El
ala derecha de Lastra atacaba la izquierda de Prieto en la cual había dos
compañías del Maipo al mando de Nicolás Maruri cuñado de Prieto y el cual era
obligado a retirarse. En ese instante atacaba
la chacra el resto de las fuerzas de Lastra y la infantería de Prieto
comenzaba a retirarse, este para aligerar la presión sobre la infanteria
ordenaba a la caballería de Bulnes y Baquedano una carga, Prieto viendo que
llevaba la peor parte decidió parlamentar con Lastra a las 7 de la mañana, se
terminaba una fase y se iniciaba otra en la guerra civil. En el intertanto
Santiago “había quedado desguarnecida. La escasa fuerza de policía con que
contaba, había acudido a la Alameda para evitar los altercados y pendencias en
los numerosos grupos de curiosos que se dirigían al campo del combate o que
volvían de él con gran animación y con inquietante vocería. En algunos de los
barrios apartados, turbas de populacho cometían desde la mañana vergonzosos
desórdenes asaltos a las ventas de artículos alimenticios y, aun a algunas
casas particularmente a las que eran habitadas por extranjeros manifestando
contra éstos una indignación verdadera o fingida por la participación que en la
contienda civil tomaban algunos de ellos”[41],
esto sólo sería una pincelada de lo que ocurriría después de Lircay. Terminada
la batalla los jefes decidieron parlamentar en la Hacienda de Ochagavía
donde “Llegados allí los
revolucionarios, que tenían cercadas las casas de Ochagavía manifestaron en
toda su desnudez el plan poco honroso que habían concebido para hacer cambiar
la suerte de las armas. Encerrados los oficiales y jefes del ejército vencedor,
los vencidos los declararon prisioneros
y les hicieron entregar sus espadas contrastando con la acción de Lastra, que poco antes había hecho
devolver las suyas a los oficiales vencidos en leal pelea”[42][43]
se cree que quien instigó este golpe de mano era el ex ministro de O’Higgins,
Rodríguez Aldea.
No obstante lo anterior
el 16 de diciembre se firmaba el tratado de Ochagavía en el cual se acordaba
unir los dos ejércitos contendores manteniendo los cuerpos y los oficiales en
igualdad de condiciones, sin vencedores ni vencidos, además de esto los
ejércitos se colocaban al mando capitán general Don Ramón Freire y Serrano y a
su vez este quedaba al mando de una junta de gobierno provisoria a raíz de la
huida de Vicuña primero a Valparaíso y luego a Coquimbo. Al saberse la llegada
de este a Coquimbo, los políticos del bando sublevado ahora exitoso y en el
poder inician una sublevación local al mando de los oficiales de milicias
Uriarte y Sainz de la Peña, éste último arrestó por unos tres días a Vicuña hasta
que es dejado libre.
A inicios de enero
comenzó un movimiento contrarrevolucionario en Concepción, Prieto ahora
subordinado a comandante en jefe Freire, ejecutaba movimientos de tropas para detener la sublevación ocultándoselos a
Freire ya que éste no era de la idea de enfrentarse sino de llegar a un
avenimiento y para aquello aceptó al intendente que la contrarrevolución había
logrado colocar en Concepción que era el
general De la Rivera (su primo) que a su vez ya había sido intendente entre
1827 -1829. Freire al enterarse de las disposiciones dadas por Prieto, ordenó a
las tropas que se dirigían al sur al mando del capitán Don Santiago Vargas de
detenerse pero no aceptaron la orden de Freire y ya el 28 de Enero de 1830
tenían restablecidas las antiguas autoridades. En este sentido el tratado de
Ochagavía no había sido cumplido y Freire no estaba aceptando de buena gana los
influjos del grupo conservador y menos la elusión que Prieto hacía de sus ordenes. Ya el 17 de enero ocurría la más grave violación de mismo,
Prieto entraba con sus tropas a Santiago y atacaba un cuerpo de artillería que
había estado en el antiguo ejército constitucionalista, Freire en el intertanto
se escondía y escapaba a Valparaíso donde reunía los batallones antiguamente
adeptos a la constitución. Y se embarcó a Coquimbo para liberar aquella ciudad
y buscar refuerzos.
Ahora esto ocurría
cuando Ruíz Tagle era elegido presidente por un congreso de plenipotenciarios
los cuales reunidos exigieron un compromiso de lealtad a los oficiales con más prestigio– no podían
a la constitución que estaba suspendida temporalmente- entre aquellos encontramos a los generales Borgoño, Las
Heras, Lastra, Pinto, Calderón, los coroneles Cáceres, Urquizo, y Picarte entre otros tantos. Estos se negaron
por que no podían prestar obediencia a los hombres sino a la constitución –
suspendida- que era la que daba legitimidad al estado y a la nación, por tanto
todos excepto Pinto que se salvo por tener amistad con Ruíz Tagle y por su
carácter moderado, fueron destituidos y obligados a dejar sus cargos. El senado
declaró que “Los catorce militares que se han negado o excusado a reconocer y
obedecer por escrito el congreso nacional de plenipotenciarios, comparezcan a
verificarlo personalmente a su sala de sesiones a las doce de día del 4 del
presente”[44]
y como los generales no se presentaran
señalaba que “El poder ejecutivo, en vista de estos documento, procederá a
tomar antes de veinticuatro horas la más
enérgicas providencias en reparación del insulto que ha hecho a la nación y en
seguridad de la tranquilidad pública”[45].
El 2 de Marzo de 1830
Freire que había logrado obtener una pequeña flota en Coquimbo desembarcaba en
la boca del Maule (Constitución); al saber esta noticia Prieto iniciaba su
marcha hacia el sur para unirse con algunas tropas de Chillán y derrotar
definitivamente al ejército de Freire ya el 26 se encontraba en las cercanías
de Talca. Prieto logró reunir unos 1.800 hombres y Freire unos 1.700. El 15 de
Abril antes del amanecer Freire ocupaba Talca y era vitoreado por el pueblo, el
16 Prieto reunía su ejército e iniciaba el avance sobre Talca, hubo algunas
escaramuzas en el mismo lugar donde los realistas habían sorprendido a los
patriotas durante la independencia en el combate conocido como Cancha
Rayada. Freire viendo que el enemigo no
lo atacaba y dispuesto a terminar la guerra ese día, decidió moverse a la
conjunción del Lircay con el Maule, abandonando Talca, posición que le daba la
ventaja defensiva sobre su oponente, Prieto que ocupaba posiciones al este de
esta ciudad al ver que Freire la abandonaba la tomó.
Como se ha dicho Freire
se estacionó en el Lircay y desde allí
su caballería inició un ataque al mediodía al mando de Viel sobre el ala
derecha de Prieto que era ocupada por milicias a caballo, los cuales se
desbandaron, la caballería de Prieto al mando de Bulnes contraatacó y desbando
la caballería de Freire, logrando Viel retirarse pasando el Lircay en
desbandada con unos 200 sobrevivientes. Freire viéndose perdido iniciaba la
retirada del campo, pero Prieto volvió atacar con decisión y cercó a las
fuerzas de Freire: el Pudeto, Chacabuco y el Concepción, estos batallones
lograron resistir los ataques enemigos hasta las cuatro de la tarde pues ya habiendo perdido gran parte de sus
fuerzas y sus oficiales era imposible toda resistencia. “El encarnizamiento de la pelea tomó los
caracteres de la más horrible ferocidad en los momentos de la persecución de
los vencidos. Algunos de estos fueron sacrificados inhumanamente después de ser
hechos prisioneros. El coronel Tupper que en toda su carrera militar, y
especialmente en esta campaña, había demostrado las cualidades de un héroe, fue
de este número.”[46]
El Coronel Tupper fue asesinado ya habiéndose rendido por un grupo de los
cazadores a caballo de Baquedano.
Finalmente con Freire desaparecido,
Viel intentará llegar a un avenimiento, desembarcando en Coquimbo, envió una
carta a Santiago para poder firmar un tratado y terminar la guerra señalando
que
“El que suscribe, animado de los
mayores deseos en orden al restablecimiento de la tranquilidad, i convencido
hasta la evidencia que los elementos que tenía a su disposición era insuficientes
para hacer triunfar la causa que en su concepto ha defendido legalmente, que la
prolongación de la guerra no habría tenido otro resultado que el de hacer pasar
adelante los males que aflijen al país; i por otra parte privado de toda clase
de noticias del excelentísimo capitán general don Ramón Freire cuyas órdenes
obedecía ha propendido a la celebración de este tratado”[47]
Pero se inició la
persecución de los militares denominados o cercanos a los liberales, se les
quitaron los grados, fueron perseguidos etc. El general Cruz triunfador en la
guerra de hecho se vio obligado a renunciar al cargo de ministro de defensa por
ver la injusticia que se hacían con los vencidos, pero eso ya es tema del
periodo posterior al de este estudio.
5
La
importancia e interpretación del periodo a través del análisis de los hechos.
Hasta
aquí se han examinado de manera descriptiva una ingente cantidad de
movimientos de carácter político y
militar[48];
que dieron por resultado que al periodo
de estudio se le califique como de anarquía o sea visto como un desorden
constante, así mismo se ha podido vislumbrar cual es la verdadera acción del
ejército y sus jefes, así como se han
detallado las causas y consecuencias de cada uno de dichos acontecimientos. Esto
ha llevado a que historiadores de diversas corrientes historiográficas
denominen al periodo con conceptos equívocos como el de militarismo.
La
mayoría de esos análisis se efectúan desde la óptica de los intereses y
objetivos de la elite política, omitiendo, la mayor parte del tiempo, la
consideración de la naturaleza, objetivos e intereses del sector militar. Esta
omisión ha tenido por principal objeto, la generación de una visión e
interpretación parcial del periodo, al tiempo que una estigmatización respecto
del verdadero papel del ejército en cada uno de estos movimientos.
5.1
Patrones comunes a los movimientos políticos militares entre
1823 -1830.
La
búsqueda de patrones comunes en los hechos más allá de su singularidad propia, implica
la búsqueda de las cuestiones esenciales a la participación del ejército y las
motivaciones de este para actuar respecto a su inserción en la sociedad chilena
de la época de estudio. Una vez vistos los hechos uno por uno es necesario
generar las convergencias entre estos, que nos permitan establecer enunciados
que expliquen en su totalidad o parcialmente el tema del presente trabajo, así
como establecer lazos relacionales entre la multiplicidad de acciones en la que
se vio envuelto la institución militar y su contexto, lo que resultará en la
aparición de nuevas temáticas de análisis.
Dentro
de estos, un primer patrón que se pudo observar es que el tipo de instigador
puede ser de dos tipos: militar ó político, o también en su defecto ambos
juntos como sucedió en la mayoría de los casos. La importancia de esto radica
en una cuestión esencial ¿fue el
ejército el que se movilizó para derrocar el régimen legal? O mejor dicho
¿quién motivó las insurrecciones? ¿Cuál es su verdadero origen?, lo que nos permitirá entender si el
ejército – a nivel institucional no individual- de mottu propio apoyó las insurrecciones,
o si muchos de sus jefes fueron “obligados”
a hacerlo por motivos familiares, financieros, políticos, etc. Lo anterior siempre
de acuerdo a las motivaciones y objetivos institucionales del ejército y si los
hombres eran verdaderamente militares, pues de lo contrario no representaría la
opinión del cuerpo militar, sólo representaría una pequeña escisión pues de no
seguir dichos lineamientos sería imposible decir que es el ejército el que se
sublevó sino más bien un jefe X, lo que
indicaría que el periodo no podría ser calificado como militarista, caudillista
y anárquico, o más bien, y siguiendo el mismo razonamiento, si el ejército se
mantuvo leal al orden legítimo de las cosas implicaría la desestimación de lo
negativo del periodo.
Para
responder las interrogantes anteriores toman importancia las relaciones sociales (Capítulo 2) ya que estos
vínculos permitían construir fuertes apoyos tanto materiales como espirituales
a la hora de realizar alguna acción política, así mientras un grupo trabajaba por
ejemplo en el parlamento otro se dedicaba a la instigación. Así también los
matrimonios sellaban acuerdos y creaban grupos que eran capaces de controlar
algún ámbito militar, tal como fue el caso de la familia Prieto – Bulnes la
cual poseyó el control sobre casi todo el ejército del sur, así mismo muchos
oficiales se vieron arrastrados a los enfrentamientos por convicciones
familiares como fue el caso que ocurrió con los extranjeros, quienes estaban
emparentados con familias liberales y que se batieron en Lircay por dicho
sector político.
Por
otra parte los instigadores de tipo político son de gran experiencia en manejos
de situaciones de este tipo por la práctica acumulada durante los años
anteriores, ejmeplo por desde cuando era
ministro de O’Higgins a Rodríguez Aldea se le reconocía dicha capacidad de
manipulación , y así se manifestó en el tratado de Ochagavía con una pérfida
estratagema, Portales en cambio presentaba a sus auditores un espíritu de
realismo político de salvaguardar el orden a toda costa – a pesar que el
desorden lo generase su propio bando—lo cual concitaba adhesión entre el grupo
conservador.
Encontramos
también instigadores políticos de menor
carácter pero que por lo general son
estos los que mueven a oficiales del ejército ó la milicia a realizar las
acciones mediante pagos, u otros ofrecimientos en el que se puede incluir
inclusive los indultos. Si tomamos como referencia los tres actos que tenían
como fin lo esencialmente gubernativo, tal como lo es el cambiar el jefe de
estado, son los políticos los que instigan y aleonan a militares con un muy bajo perfil, tomemos
el análisis de algunos casos ya señalados, quizá el paradigma de este tipo es en
1825 cuando el Coronel Santiago Sánchez realiza una intentona golpista contra
Freire como ya se ha relatado en el Capítulo anterior, este era un militar con
un prestigio formado en la campaña de independencia pero no se le sumaron
tropas ni otro refuerzo de tipo cívico y militar a su golpe de estado por que
era una medida considerada ilegal por el resto del ejército, por lo cual sólo
contó con un batallón, a su vez los efectos de su acto fueron escasos, cortos y
nulos.
El
otro proceso ocurre en 1827 cuando Campino se levanta contra el gobierno, este basaba su apoyo más en su
condición de político, que en su condición de coronel, pues es necesario
recordar que Campino era diputado por Santiago y hace ya tiempo no poseía mando
de tropa, a lo anterior debemos agregar que quienes estuvieron detrás de este motín
fueron otros diputados federalistas, entre los cuales habían oficiales de
milicias sin cargo, el más importante de aquellos el Diputado Santiago Muñoz
Bezanilla.
El
último movimiento que sirve de ejemplo para este tipo de instigación es el acto
insurgente de Urriola en 1828, quien incitado por su suegro sublevó Colchagua y
marchó sobre Santiago para instalar al federal Infante en el poder, personaje
el cual no tenía la más remota idea de la sublevación en su nombre que se
estaba llevando a cabo, quien nos da un relato más somero de este personaje es
Diego Barros Arana, señaló que “Tocó desempeñar este papel [el de instigador] a
un antiguo oficial llamado don Pedro Urriola, que si no se había distinguido
por servicios regulares y continuados en el ejército, se había señalado por su
intrepidez y por un carácter fácilmente inflamable e inclinado a las empresas
aventuradas. Durante la reconquista española, había sido agitador de desórdenes
en 'las poblaciones, y de montoneras en los campos para combatir el poder de
Marcó del Pont; y en 1818 se había enrolado como capitán en el escuadrón de
húsares de la muerte, que, según se recordará, no llegó a entrar en combate.
Separado del servicio activo y consagrado a negocios industriales en que no le
había soplado buena fortuna, Urriola vivía en la Requínoa, en la hacienda de su
suegro don Francisco Valdivieso, que era uno de los más acaudalados
propietarios de la comarca” [49]
Se entiende así el carácter de muchos
facciosos, su poder no radicaba en el hecho de poseer un status militar, sino
social y utilizaban los diversos lazos que poseían con el ejército tales como
amistades o el poder del soborno para la sublevación, de hecho es tan poco el
ascendiente que tiene sobre el ejército que las dos veces que se involucró en
movimientos sediciosos su única opción fue huir, no siendo protegido por
ninguna fuerza militar.
Estos
tres movimientos fracasan pues como se ha señalado quienes comandan dichos
movimientos tienes poca capacidad de mando y las tropas adeptas son de escaso
poder combativo y no participan por una verdadera motivación más que el plato
de comida, tienen así mismo como
denominador común el ser creado por políticos pero ser dirigidos por oficiales
que por curriculum no poseían prestigio ni eran mayormente conocidos, esto se
hizo sentir claramente cuando el “pueblo” reunido en la plaza de armas fue
capaz de detener dichos movimientos y hacer entender a quienes los encabezaban
que el apoyo prometido por sus aliados políticos no era tal.
Existe
así en todos los movimientos un juego de poder que involucra a las relaciones
sociales por un lado en cuanto motivar dichos sucesos y por otro el grado
militar vinculado al ejército como institución que permite el ascenso social,
la fama de ser un húsar de la muerte o un coronel podían significar el apoyo de
otros oficiales amigos u obtener la venia de un hacendado con sus respectivas
milicias, cuestiones con las cuales iniciar procesos de desestabilización
contra el régimen constituido generando un espíritu de cansancio tanto en la
sociedad como en el mismo ejército, el cual tenía que estar constantemente en
alerta de acciones de soborno, subversión , movilizaciones, guerrillas,
bandolerismo por un exiguo sueldo.
Si
prestamos atención a los testimonios contemporáneo de los sucesos, como por
ejemplo los periódicos, señalaba uno de estos que “y en efecto ¿Qué importa que un coronel
tenga el tratamiento de V.S de V, cuando su verdadero mérito consiste en los
talentos, la valentía y virtud que puede tener? ¿Su verdadera distinción no
está en que mande a un número de hombres, y en que es útil al país?”[50]
Esta edición del Amigo de la Verdad, -un
diario que podría definirse de moderado- estampa algo muy relevante para todo el periodo y que es
muestra de un sentir general: los méritos están por sobre el mando de tropas, y
en este sentido los personajes que muchas veces instigaron contra la legalidad
no caben dentro de aquella categoría de meritorios, virtuosos, etc. Por otra parte el ejército, se había
transformado en la institución que permitía la igualdad al permitir el ascenso
social, en el país no había otra institución similar para la época, ocurría lo mismo
que con el ejército Napoleónico, donde el mismísimo emperador había ascendido
desde simple soldado corso a emperador de los franceses. Esta idea o principio
permitió en Chile la aparición de O’Higgins y Freire por nombrar algunos – el
uno hijo ilegitimo reconocido post mortem, el segundo un simple comerciante -,
así como de un joven Bulnes que se convertiría en presidente de Chile, no por
nada antiguos oficiales extranjeros que lucharon en el ejército francés se
quedaron en Chile (Viel, Rondizzoni, Beauchef, D’Albe), el ejército se
convirtió entonces en una vanguardia social que permitió al mantener un cierto
grado de estabilidad en todo el país, la
formación de algunas instituciones que Chile ocuparía durante todo el siglo
XIX, de hecho bajo el General Pinto se configura la constitución de 1828 que es
la base de la de 1833, se crean los primeros reglamentos militares chilenos, se
registran las deudas exteriores, se abren las primeras escuelas, se llama a
extranjeros para apoyarnos en materias científicas, etc.[51]
Así
mismo en la prensa es posible encontrar defensores del ejército, uno de estos el
Amigo
de los militares era aún más severo en decir como los políticos eran quienes
manipulaban al ejército o engañaban a la opinión pública, su redactor airadamente
y en un lenguaje que para la época es claramente efervescente señalaba que:
“Yo veo que se suponen que me hago
partidario de la violencia y me dirán que las leyes son las armas cuyo arreglo
debe reposar en el ciudadano honrado. ¡Hipócritas, esta voz sagrada en vuestra
boca es una impiedad! ¡Las leyes no tienen fuerza en vuestras manos! ¡Vosotros
sois los primeros a infringirlas! ¡Cuidareis de resarcir con usura vuestra
prodigalidad y vuestro clientes serán colocados en el lugar que debía ocupar el
benemérito ciudadano!”[52]
Entendidas
así las cosas, ninguno de los movimientos es eminentemente militar ni el
control de los mismos es netamente militar, todos se relacionan en la arista de
servir o colaborar con facciones de la elite para lograr un
determinado objetivo, las acciones insurrecciónales en este sentido son un
medio para conseguir un fin político y no un fin militar. Además ambas motivaciones se encuentran en constante
pugna, la motivación del ejército era la defensa de lo legal, en este sentido
su cuerpo de oficiales profesionales y realmente militares nunca se inclinaron
netamente hacia los objetivos políticos sino que más bien se vio arrastrado por
el contexto hacia aquellos, como la nominación de directores supremos de origen
militar, para cargos administrativos, así como asegurar la independencia de la
república.
Ahora
en un segundo lugar y acercándonos más
hacia el ámbito de la localización espacio temporal, podemos encontrar movimientos que son
localistas y no tienen por móviles el gran escenario de la política nacional,
en este tipo de movimientos encontramos las desobediencias de los cabildos, la
toma de poderes por parte de caciques locales amparados en fuerzas milicianas y
cuya rebeldía surge porque tal ciudad desea pertenecer a otra provincia, o por
que se aplicó tal impuesto ó se nombró a tal autoridad en un cargo X, estos
movimientos los cuales está repleto el periodo, no son militares, ni intervienen
tampoco militares, esto sólo es así cuando se envían las fuerzas armadas a
imponer el orden y la regularidad. Estos movimientos son contrarios al militarismo:
son movimientos cívicos, en cuanto no buscan acrecentar el poder de una
autoridad central todopoderosa.
Por
otro lado y refiriéndonos al tiempo cronológico e histórico, la duración y
alcance de cada uno de los movimientos político – militares fue de corta
duración y de poca extensión espacial - territorial, esto implicó un escaso
apoyo recibido por la misma gente y por el mismo ejército que en su mayoría se
alineó por la legalidad en vez de apoyar a los insurgentes, el caso que ya
hemos comentado de Urriola es ejemplo de aquello, esto muestra el grado de
lealtad que poseía el ejército con las instituciones elegidas y por tanto
legítimas. En cuanto al espacio salvo las sublevaciones del ejército del sur de
1823 y 1829 las demás tienen como centro o como objetivo llegar a Santiago por
ser el núcleo político del país, es aquello lo que podría llevar aparejado la
denominación para el periodo de anarquía pues la mayoría de los escritores del
periodo escribieron desde y para la capital, pero es por todo eso que estos
movimientos pequeños en duración y escala nunca amenazaron realmente al
gobierno, salvo contadas excepciones, además el gobierno siempre existió,
siempre hubo autoridad inclusive en los momentos más aciagos. En este sentido
no podemos confiar en lo que nos dicen los periódicos que por lo general se
encontraban en la capital, pero si en lo que nos señalan extranjeros en Chile,
en este caso podemos recoger las palabras del alemán Eduard Poepigg que
señalaba en su libro “un testigo de la
alborada de Chile” que:
“Estas luchas se desarrollan sobre
todo en Santiago, donde adquirieron también a menudo un carácter sangriento y
esto habría continuado así por largo tiempo si el carácter nacional no se
distinguiera por su inclinación a meditar sobre los problemas y llegar a
conclusiones precisas, un rasgo que se encuentra mucho menos desarrollados en
los demás sudamericanos (…) Si hasta entonces los chilenos se habían preocupado
poco por los cambios en el gobierno y contemplaban con indiferencia las
despreciables maquinaciones que muchas veces no se extendían más allá de la
plaza de armas de Santiago”[53]
Este
relato es decidor en cuanto señala como los movimientos más graves se
desarrollaban en Santiago, y que además eran poco importantes para los mismos
santiaguinos y de paso similar debiera
haber sido para las provincias las cuales se enteraban de los sucesos con un
mes o más de retraso, cuando ya todo había sido solucionado y no había amenazas,
por tanto la idea de un ejército provocador de anarquismo es más bien carente
de base cuando la analizamos a nivel nacional, tampoco Poeppig menciona al
ejército como culpable de las mismas asonadas sino a que: “Fue imposible evitar
que se generara el partidismo, donde se lesionaron intereses particulares por
el cambio radical de las condiciones existentes hace tres siglos y que eran una
consecuencia de la política realizada por los españoles en sus colonias”[54]
Los movimientos entonces a la luz de los antecedentes son generados en lo
principal por el partidismo del cual – señalando nuevamente- el ejército no
pudo mantenerse aparte por ser parte del
mismo de grupo rector de la sociedad.
También
se puede agregar que ningún movimiento político, popular ni insurreccional
logró hacer daño al gobierno “legalmente” constituido; podríamos quizá nombrar
el movimiento del ejército del sur en 1823, su desembarco en Valparaíso y su ulterior
llegada a Santiago en febrero de 1823, que es posterior a la renuncia del
director supremo Bernardo O’Higgins, pero este movimiento contó con el apoyo de
la mayoría nacional simbolizada en dos
provincias. Un segundo movimiento es la sublevación del ejército del sur en
1829 que desencadenó la revolución de 1829 - 1830. Ambos movimiento son los que
inician y cierran el periodo respectivamente. El resto de los movimiento fueron
fácilmente desintegrados y ninguno derrocó a algún gobierno, los movimiento
netamente militares como el de los sueldos impagos fueron solucionados sin
necesidad de verter sangre.
Finalmente
se puede decir que son los cuerpos de milicias locales, dirigidos por oficiales
– hacendados, los que inician las principales sublevaciones de tropa, esto se
logra vislumbrar en los sendos movimientos de carácter localista y provincial
como son las montoneras, las asambleas provinciales, el cabildo de Talca y
otros movimientos de corte secesionista y federalista, a pesar de aquello las
tropas milicianas, carentes de armamento, de instrucción y reticentes a
alejarse de su residencia se desbandaban ó rendían casi al encontrarse con las
tropas profesionales enviadas por el gobierno elegido, lo que destruye la
milicia ordenada o capaz de ejercer algún cambio político, la milicia fueron cuerpos
más que nada tumultuosos, sin capacidad operativa como para ejercer militarismo
y combatir a un ejército profesional.
5.2
El concepto de militarismo, Freire y la defensa de los
ideales republicanos.
Lo que se ha destacado
hasta aquí es el rol del ejército como defensor de la realidad constituyente y
organizativa en que se encontraba el país. La relación del ejército con otros
grupos sociales, los mismos sucesos en su lógica y los patrones que se pueden
extraer de ellos han llevado a muchos autores a definir la actuación del
ejército como anárquica y militarista, ya
se ha indicado que más bien esto corresponde a una exageración de ciertos
hechos.
Como ya se ha dispuesto,
se han aplicado algunos términos respecto
de la actuación del ejército en los sucesos ocurrido entre 1823-1830, uno de
aquellas y la más común es atribuirle el epíteto de que el periodo fue una
época que por la fuerza de los hechos desembocó en el militarismo. Gabriel
Salazar en la obra Construcción de Estado
en Chile (1800-1837)[55] habla de un militarismo ciudadano dirigido
por el Capitán General Ramón Freire[56]
que tendría por fin desbaratar el plan centralista dirigido por la elite
santiaguina, Sergio Vergara Quiroz en la
obra Historia Social del ejército de Chile habla que de “Desde 1823 con la
caída del gobierno de O‘Higgins y hasta
1837 por un espacio de catorce años, tendremos al militarismo en ciernes como
un peligro eventual” y que “En definitiva entre 1823 y 1837, se vivieron en
Chile un “militarismo latente. El ejército por una parte, no es tan fuerte como
para imponer sus propósitos y, por otra la elite santiaguina, aunque participa
del poder no logra controlar la disciplina y subordinación del cuerpo militar” [57] quien escribe cree por una parte que se confunde el término militarismo o que
más bien se aplica una categoría en lo esencial dominada por hechos más actuales
a sucesos de 200 años y por otra cree que se acierta cuando se señala que la
elite no logra controlar la disciplina, pero también debemos recordar que es
parte de la elite la que “desordena” y relaja la disciplina.
En
este sentido es necesario centrarnos en el concepto de militarismo para revisar
si en el periodo hubo o no tal característica y que el ejército la ejerciera
para comprender si cabe o no su aplicación. El militarismo como doctrina, como
idea implica la existencia de gobiernos militares amparados en la fuerza,
totalmente arbitrarios y esta
arbitrariedad es ejercida por las fuerzas armadas las cuales se dejan
dirigir ciegamente por un caudillo del
cual “de su acción se esperan todos los beneficios y todas las desventuras. La
persona del caudillo constituye la bandera, el principio, el estado”[58] manteniéndose en el poder sólo por el hecho
de poseer esta fuerza militar que lo legitima, todo esto claro, en el contexto
de la historia latinoamericana, caudillos de esta especie puede ser un Rosas en
Argentina o un Páez en Venezuela.
En
síntesis el militarismo “nace cuando el espíritu militar reemplaza al espíritu
civil. Desde ese momento las luchas políticas se reducen a alternativas de
fuerza (…) los grados militares no son producto de la carrera militar”[59] es decir el concepto militarismo vendría a
ser todo lo contrario a lo buscado en las reformas militares de 1827 por
ejemplo que implicaban la reducción de hecho de los hombres en armas y del
ejército de línea, institución clave para iniciar un proceso militarista o para
sostenerlo, sino cómo entenderíamos un periódico que se declaraba amigo
de los militares cuyo redactor
señalaba con nostalgia que: “Soy tan amante de la casaca, que no puedo
ver con indiferencia el abatimiento en que se halla hoy este magnífico y
honroso traje: pero locus ubi troja fruit.
La carrera militar, la más célebre y fecunda en todos los tiempos; en hombres
grandes, por desgracia hoy se halla en el último escalón de la sociedad.” [60]
Ahora
bien entendido así el concepto de militarismo se puede nuevamente comenzar a establecer
relaciones entre hechos y conceptos. Como se ha visto el militarismo al
interior de un país es un problema esencialmente de índole política. Desde ese
prisma podrá analizarse la participación del ejército en el proceso de
aseguramiento de la independencia,
Un
primer factor para considerar que no hubo militarismo es que las tropas estaban
impagas, sin ir más lejos ese era uno de los móviles de por qué el ejército del
sur se movilizaba en 1823: requería fondos para mantener la “guerra a muerte”,
siendo esencialmente negativo esto para los soldados y suboficiales de los
cuales dependían sus familias, era lógico que exigiesen que se les pagase sus
sueldos pensando que habían sido combatientes durante las guerras de
independencia y máxime cuando aún lo seguían haciendo contra las bandas de
salteadores en el centro - sur del país, y esto fue algo que se repitió durante
todo el periodo, buscando variadas soluciones para el pago de los sueldos
atrasados pero los políticos nacionales junto con reconocer la situación
precaria de nuestra fuerzas armadas no se daban soluciones, de hecho eran
categóricos como la sesión del congreso del 7 de Julio de 1823 donde los
congresistas señalaban al general Freire que:
“Excmo. Señor:
Como las facultades del senado en
cuanto al uso del empréstito de Londres no se estiendan (sic) a franquearlo
para otras inversiones que el objeto esclusivo (sic) de los gastos
pertenecientes a la espedición (sic) del Perú, no puede convenir la sala según
acuerdo de la fecha, en que se heche(sic) mano de él para el pago de los
sueldos atrasados de la tropa”[61]
Esta
gravedad de tener poca consideración con los asuntos militares también se
extendía no sólo a un ámbito social como
los sueldos sino a uno profesional ¿cómo nuestras fuerzas armadas defenderían
el país y mantendrían el orden sin armas? No había donde conseguir dinero
señalaba nuestro honorable congreso nacional en 1823:
Se acordó en sesión día 22 de
Octubre de 1823
“1º que siendo urgentísima la
necesidad que hay de que el Estado se provea de armamento preciso para su
defensa se compren por el ejecutivo los 3.000 fusiles que se le proponen de
venta
2º Que no se puede contar con el
empréstito para la compra indicada por resultar de las indagaciones de la
comisión especial de hacienda ignorase si hay algo disponible de aquel, en cuya
consecuencia y teniendo en consideración que la falta de armamento que sufre el
estado es proveniente de los socorros franqueados al Perú en fusiles, y otros
objetos que debieron costearse del medio millón franqueado últimamente a
aquella república “[62]
En
este sentido la solución estaba clara, autorizaba la compra de armas pero no
autorizaba a echar mano para comprarlas a los únicos fondos disponibles en el
país, lo que equivalía a no poseer pertrechos ni dotarlas de lo que necesitan
los soldados para combatir, era la misma clase política la que atentaba contra
el ejército vejándolo en su profesionalismo, de hecho el general Pinto tuvo que
devolverse con sus tropas en el Perú a Coquimbo, lo que constituye un hecho
vergonzoso, por suerte se rectificaría el rumbo. En esta misma dirección se
llegó a discutir si era necesaria la existencia del ejército:
“Se acordó igualmente que esta
comisión en sus meditaciones se contraiga a examinar las cuestiones siguientes
1ª si es conveniente al estado la simultanea existencia del ejército y de la
armada, o si se deberá mantenerse una sola de estas fuerzas 2º si la defensa
del país debe fijarse en un ejército veterano o en las milicias …” [63]
Dentro
de aquellos marcos no era extraño que se optara por destruir una de las ramas
de que se componía el ejército: la marina, esta fue liquidada en 1828:
“Suprímase las comisarías i demás oficinas de marina innecesarias, para cuyo
efecto podrá el ejecutivo con la posible brevedad presentar un proyecto el más
económico de reforma o si es dable, que la marina sea servida por asiento o
contratas particulares a estilo de otras naciones”[64]
el ejército se había salvado por poco, pero igualmente se aplicó una política
reformista, en la cual se limitaba el número de oficiales y de tropa, así como
se mejoraba el sistema de pensiones.
Todas
las discusiones anteriores fueron realizadas en un poder del estado que se
mantenía independiente en sus resoluciones del director supremo, quienes para
algunos sería en este caso sindicado como el caudillo militar que a su vez
daría al periodo la connotación de militarista, siendo todas sus resoluciones
ajustadas a derecho, y en ningún momento
de corte militarista sino por el
contrario son totalmente anti militaristas, nuestras fuerzas armadas para el
periodo se encuentran en condiciones paupérrimas y con una escasa potencia
combativa y poder de fuego y para que exista un militarismo, es necesario un
ejército fuerte, y que se tiene por fuerte entre la población además.
A todo lo anterior se
sumaba que “el estado militar de Chile no era más halagüeño. Por la
prolongación de la guerra contra las bandas de malhechores que ejercían sus
depredaciones en las provincias del sur, y con el propósito de, mantener el
orden interno, el gobierno se creía en la· precisión de conservar un ejército
superior a las verdaderas necesidades y a los recursos del país, que el erario
no podía pagar y que comenzaba a ser objeto de las más tormentosas inquietudes,
los oficiales inscritos en ese ejército excedían con mucho al que correspondía
al número de soldados; y muchos de ellos casi no tenían más que el título de
tales pues nunca habían prestado servicios efectivos, si bien gozaban de
sueldos y de prominencias”[65] y por lo mismo el gobierno del General Don
Francisco Antonio Pinto inició una reforma militar que buscaba solventar
aquellas cuestiones, pero que se llevaría a la práctica esencialmente en el
gobierno de Prieto.
Ahora
bien, si quisiéramos buscar el carácter
del militarismo, sólo lo podía dar un personaje
(para el periodo) y este es Freire. Es cierto, Freire basó su ascenso al
poder por ser militar pero nunca abusó de las tropas bajo su mando ni de las
cuales podía disponer como jefe de estado y gobierno cuando ocupó el cargo de
director Supremo o de Presidente de la
República, se ha dicho que fue la sublevación de Concepción a cargo del
ejército del sur la que desembocó en la caída de O’Higgins para que Freire
llegará al poder, pero todos olvidan que este golpe fue eminentemente
santiaguino y fue cívico – militar, Freire para el 28 de Enero que es cuando se
lleva a cabo este movimiento se hallaba fuera de Santiago.
Freire
políticamente hablando entra en escena cuando al Libertador O’Higgins le sucedió una junta gubernativa que
a pesar de estar formada por eminentes personalidades no daba cabida a la
representación provincial. Cuando Freire avanza a Santiago con el ejército de
sur lo hace con el poder conferido por las provincias y en representación de
aquellas que más que mal en aquel tiempo poseían juntas (Concepción – Coquimbo)
más población que la capital; sin embargo tanto la junta gubernativa como
Freire evitaron enfrentamientos de armas y esta misma asamblea consideraba a
Freire un hombre apto para el mando señalando al congreso de plenipotenciarios
que la fuerza jamás la uso para otra cosa que para asegurar el orden nacional:
“Si la junta no ha podido conservar
una estrecha armonía con el general Freire, os recomienda fuertemente señores,
que procuréis conseguir este bien. No olvidéis que es el hombre único que puede
salvar la Patria; contad seguramente con su desprendimiento. Llamadle a nuestro
seno, sed más felices que nosotros en inspirarle confianza y borrar impresiones
que suenen a provincialismo ó principios destructores (…) Si el jeneral Freire,
al conservar independiente el mando de la tropa, ha querido evitar los estragos
de la guerra civil, resultado preciso de la anarquía, si ha tratado de impedir
la disolución del ejército; si con toda la fuerza de la república a sus
órdenes, ha querido conservar su influjo, respeto para hallarse en situación de
hacer el imponderable bien de terminar desavenencias; si aprovecha su crédito,
su opinión para restablecer inmediatamente la república a su anterior
indivisibilidad bajo un gobierno supremo y fuerte …”[66]
Ahora
bien si Freire hubiese sido un caudillo militarista de ninguna forma hubiera
accedido en términos institucionales y prácticos a sancionar una asamblea
constituyente y de haberlo hecho habría manipulado su elección, tampoco hubiera aceptado sus resoluciones sin
él tener injerencia, todas las cuales se dieron a conocer en la constitución de
1823 a la cual Freire siempre mostró su animadversión, este cuerpo jurídico a fue
además sancionado por los pueblos. Existe un dialogo en el periódico Correo
Araucano que es clave para entender cómo se entendía el año de gobierno
que llevaba Freire y la promulgación de esta constitución:
Dialogo entre un hacendado y un
diputado al congreso constituyente
“Hacendado: Felices días mi representante
espero que nos traigas grandes cosas de la capital
Diputado: Os traigo lo más interesante: la
constitución política de Chile.
Hacendado: Sin duda estará formada a la
derniere; o al gusto del día en Europa; esto es dictada por algún jefe déspota;
y escrita con las puntas de las bayonetas
Diputado: En Chile, no ha ocurrido aun la
idea de esta violencia. Os Consta la absoluta independencia y libertad con que
nombraron los diputados al congreso. ” [67]
La cita es reveladora,
en un primer lugar encuentra que el director supremo es un representante, por
tanto se constituye así en autoridad legítima del país, así mismo señala como
el proceso constituyente para la constitución de 1823 es un proceso
democrático, y este punto es importante, compara a Chile y con Europa, donde el despotismo impera con un
Fernando VII en España, Luís XVIII en Francia, Francisco II en Austria,
Federico Guillermo III en Prusia y Alejandro I en Rusia, los cuales han
“otorgado” constituciones de manera autoritaria, en este sentido – según el dialogo- en Chile a pesar de haber un jefe
de estado cuyo origen es militar este no se amparó en las bayonetas para crear
dicha constitución, o sea Chile se encontraba a la par de los países democráticos del mundo que
en aquella época eran Inglaterra y Estados Unidos, alejándonos de nuestro
pasado colonial como era el caso de España el cual se encontraba aún anclado al
despotismo borbónico de Fernando VII.
Otro punto de
importancia lo constituye el precepto de la no intervención electoral,
principio que se perderá en 1833, el ejército se convirtió en este periodo en
baluarte de la defensa de las libertades cívicas, y este no es un asunto menor
por cuanto la intervención permitió desde 1833 consolidar el régimen portaliano
hasta 1861, pero también aceleró el decaimiento del liberalismo iniciado en
1823 al no asegurar la estabilidad parlamentaria necesaria y por tanto
convertir en un vaivén la conformación institucional.
El
mismo poder legislativo que al ver lo difícil de aplicar que era la
constitución decidió suspenderla hasta realizar otros ajustes necesarios[68],
quien hizo la síntesis de aquello en representación de las voces que hace
tiempo ya exigían aquello fue el periódico citado en el párrafo anterior Correo
Araucano el cual señalaba que “En su consecuencia, de común acuerdo
ambos poderes ejecutivo y legislativo, han convenido en extender un acta por la
cual la referida constitución se suspende por el espacio de tres meses; al cabo
de los cuales deberá reunirse un congreso que la revise”[69]
esto es muestra clara de que el mismo Freire daba libertad a los otros poderes
del estado y que este no intervenía en las decisiones de estos y en quienes
eran elegidos para ocupar dichos cargos de representantes del pueblo.
También
consta que Freire no realizó maniobras contra individuos ni medios adversos a
su administración, al contrario era parte de la elite la que quería alejarlo,
como ejemplo claro está el golpe de estado del Coronel Don Santiago Sánchez,
del cual ya hemos relatado las causas y consecuencias de dichos sucesos.
Y
eso no es todo Freire al ya haber ejercido su cargo por tres años decidió dejar
su cargo a disposición del congreso y retirarse pues consideraba que la patria:
"Ante
todo reclama preferentemente vuestras tareas el más esencial y el origen común
de los bienes sociales, es decir, la formación de las leyes políticas y
fundamentales. ¡Una constitución! Este es el grito universal del pueblo
chileno, el colmo de sus deseos, la base en que se asientan todas sus
esperanzas. ¡Legisladores! el primero es éste de vuestros deberes; y el mío
pediros que elijáis desde luego el ciudadano virtuoso en cuyos hombros haya de
librar el grave peso de mi autoridad; que yo, volviendo a confundirme gustoso
con el resto de mis conciudadanos, sabré, si la necesidad lo exigiese, empuñar
la espada que como soldado esgrimo, siempre contra los enemigos de mi patria, jamás
contra su libertad"[70]
El
discurso muestra la clara abnegación por
la patria y desapego al mando y el poder, de haber sido un dictador o un
caudillo militarista, no hubiera abandonado el poder lo más seguro hubiera
aprovechado la suspensión de la constitución para acrecentar su poder como se
lo aconsejaron algunos personajes. En muchas ocasiones a Freire se le indico
maniobras de dudosa legalidad que acrecentarían su poder pero el tajantemente
se negó a escucharlos. Con motivo de la instalación una junta gubernativa en
Santiago que gobernaría con Freire, éste sólo la reconoció provincial pues:
“El director de la república ha
circulado a los partidos de la provincia la noticia de haberse instalado en
Santiago una junta gubernativa provincial previniéndoles que S.E reconoce como provincial hasta que
los pueblos la aprueben, y se sometan, a cuyo efecto ordena se convoque a todos
los ciudadanos para que reunidos pronuncien la más franca expresión de su
voluntad; también les advierte que U.S es encargado de invitarlos a su
reconocimiento por orden suprema lo comunico a U.S.”[71]
Freire
entonces era un mandatario preocupado por un equilibrio dentro de todas las
zonas que integraban el país, la
insistencia de esta junta para que fuera reconocida como nacional y para que Freire aprovechara
la suspensión de la constitución para “deshacerse” de representantes que daban
“problemas” fue contestada tajantemente con un qué:
“Finalmente debe U.S considerar;
que por un acuerdo del último congreso está mandado a observar el orden de
cosas establecido y aquellos artículos de la constitución que se hallaban
planteados. Por esta razón el director supremo se considera sin autoridad para
destituir delegados y jefes políticos de los pueblos; y cree que en hacerlo
procederá, contra la ley mucho más contra las provincias de Concepción y
Coquimbo que tiene actualmente sus cuerpos legislativos”[72]
Entonces
así Freire se convirtió en un caudillo cívico – militar y esto último por su
profesión y sus cualidades de héroes, un jefe de Estado y gobierno de profesión
militar no es sinónimo de militarista, esto sensiblemente entendible por su
apego a la ley y a las instituciones convirtiéndose en un ejemplo de civismo poco
estudiado por nuestra historia nacional, el militarismo por tanto no existió
con Freire.
Pero
el retiro de Freire no fue largo. En 1827 con motivo del motín del Coronel
Enrique Campino el congreso le llamó nuevamente por la autoridad moral que
poseía y por su espada para salvar el Estado que se veía amenazado, sofocado
este movimiento aceptó el cargo que sólo lo mantuvo por un par de meses hasta
que nuevamente renunció.
Ya
finalizado el periodo en los albores de la guerra civil Freire es traicionado. Este
de buena manera para evitar efusión de sangre aceptaba un mando político y
militar de ambas fuerzas contendientes, pero quien violó el tratado de
Ochagavía no fue Freire sino Prieto, y más que Prieto quienes los secundaban en
las sombras como Rodríguez Aldea, Rengifo, Portales, entre otros.
En
este sentido si Freire ocupó por más tiempo la imagen de caudillo político,
cívico y militar ya sea para conservadores o liberales, pues gobernó con ambos
y no le otorgó al periodo la acepción de militarista, entonces ¿Qué es lo que
le puede dar la connotación de militarista al periodo? La respuesta sería en
aquellos 11 movimientos políticos militares que pusieron en peligro el tan
anhelado orden interno, pero si revisamos y analizamos cada uno de aquellos de
manera general y particular como se ya ha hecho, ninguno nos daría por
respuesta la existencia del militarismo, ya que en este sentido durante el
periodo fracasaron los que querían el militarismo. Esto porque la élite
mediante los vínculos socio afectivos estaba en gran parte aliada y conformada
por los militares: de haber existido militarismo este se hubiera dirigido
contra la misma elite lo que hubiera equivalido a realizar ejecuciones de
líderes, arrestos, allanamientos, embargos, etc. de los grupos vencidos
cuestión que no ocurrió en el periodo de estudio, estos casos se dieron sólo
después en el periodo de reacción civil contra el ejército dirigido por
Portales, con el fin de transformar a la institución en un órgano netamente
militar, lo cual a pesar de lo negativo
– es decir las degradaciones- permitió la victoria contra Perú y Bolivia entre
1836 – 1839 y la guerra del Pacífico. Además muchos y casi todos los hombres
fueron rehabilitados: ellos también habían luchado por organizar la patria.
Además hubo una tendencia contraria a todo militarismo, sueldos bajos e
impagos, no envió de expediciones al Perú y el cese de funciones de muchos
militares con los nuevos reglamentos y ordenanzas de 1827.
En
consecuencia en Chile no hubo militarismo, sino que fue el abuso de las
libertades conferidas las que llevaron gravemente a una crisis total del
régimen planteado en 1818.
5.3
La Moderación militar y los oficiales extranjeros
Los hombres del periodo
actuaron en su mayoría guiados por un fuerte espíritu patrio y cívico, por
eso un aspecto que debe llamarnos la
atención es la moderación que nos da muestras el ejército. En ningún momento el
ejército en su conjunto pareció salirse de los cánones de la legalidad, salvo
algunos casos en situaciones muy extremas como 1829.
Debemos recordar el
hecho de que quienes poseían el mando militar eran parte de la elite y como
tales poseían relaciones sociales amplias, esto permitió que el ejército chileno
basara su participación en el periodo de manera no agresiva.
Si tomamos en cuenta
como fueron resueltos cada uno de los conflictos existentes en la gran mayoría
la solución encontrada no fue por la vía armada sino por conversaciones ó por
indultos como ya se ha visto, una solución contraria habría implicado
persecuciones, matanzas y la instalación de una dictadura. Por eso mismo la
moderada actuación del ejército y sus líderes introdujo un efecto conciliatorio
en la política nacional. Cuando en 1827 se nombra Freire Director Supremo para
sofocar el alzamiento de Campino a Freire se le daba el cargo por que
posteriormente indultaría o se llegaría a un avenimiento con los rebeldes y así
mismo ocurrió con Pinto con el motín de 1828.
Esto habría permitido afianzar
lazos con la sociedad civil pero también esto poseía un punto negativo para la
época, nos hizo parecer que Chile vivía un caos del cual jamás se recuperaría,
la revolución de 1829 representa el agotamiento de la política de moderación
dirigida por hombres de armas particularmente la cual terminó dividiendo al
país por no hacer valer penas para moros y cristianos, y por muy fuerte que
hayan parecido estos hechos políticos, la sangre vertida de las fuerzas contendientes fueron pequeñas
si las comparamos con hechos anteriores[73]
y la recuperación del país iniciada realmente bajo la presidencia del General
don Francisco Antonio Pinto[74]
en 1828 e interrumpida por la revolución fue llevada a cabo sin problemas bajo
la mano dura de Diego Portales y de ministros
como Rengifo y Tocornal. Lo que dio estabilidad al país no fue la separación de
los mandos posiblemente liberales en 1830
sino el agotamiento general en que nos encontrábamos, el gobierno fuerte
(amparado en la legalidad al igual que el régimen moderado anterior) era una
cuestión necesaria y este proyecto pudo llevarse a cabo sin grandes sobresaltos
por la experiencia que el país había
obtenido entre 1823 y 1830 bajo los gobiernos dirigidos por militares y que se
extendió hasta 1851 también dirigido por militares ( J.J Prieto y Manuel
Bulnes).
Por lo mismo la
participación de militares en todo el periodo en los hechos políticos fue de
carácter accidental por regla general, sólo se actuaba a raíz de hechos
violentos como los ya largamente mencionados, cuando el orden legal y
constitucional era amenazado, esta
participación del ejército en lo político no tuvo efectos positivos en la moral
de los grandes oficiales de la época no hay muchas diferencias entre un Freire
que continuamente renuncia al mando, con un Blanco Encalada que presenta su
dimisión al cargo de Presidente de la
República después de sólo 5 meses ejercerlo y que se retira al campo
permaneciendo retirado durante todos los siguientes conatos revolucionarios, que
facilita su casa y su prestigio para llegar a un avenimiento entre las fuerzas
enfrentadas en 1829, o con un Pinto que
cede el mando para evitar una guerra civil y que al igual que Blanco se retira
a su casa de campo en la guerra civil y tampoco las hay con un oficial extranjero
y de rango menor como Rondizzoni que se va al campo desmoralizado por los
sucesos tal como lo señala su biografía donde se declara que era “enemigo de
tomar parte en las contiendas civiles, se retiró entonces a su fundo de campo,
donde permaneció extraño a todas las influencias de partido, que ya propiciaban
a mezclarse en los importantes acontecimientos, que estaban decidiendo la
futura patria”[75]
Está moderación llevó a
que después de 1830 la culpa de las revoluciones, desavenencias y
enfrentamiento entre chilenos fueran achacadas a los extranjeros, todo esto de
manera injusta. Muchos extranjeros lo único que hicieron fue seguir un precepto
legal, ordenes de sus superiores o simplemente ayudar a formar las bases del Chile
republicano y de la profesionalización del ejército, no hay mayor injusticia
cometida en la época que la realizada contra los extranjeros, ejemplo de esto
es el Teniente Coronel Joseph Bacler d’Albe que sentó las bases de la
cartografía y cartografía, y que pesar de sus prematura muerte en 1824 dejó
asentadas esas disciplinas, este oficial junto a otros fundaron una academia de
ciencias, Beauchef era otro oficial que imprimió su ardorosidad a las tropas y
Tupper murió luchando por algo que consideraba justo, todos estos hombres más
tantos otros que se nos quedan en el tintero (Viel, Rondizzoni, Lozier, etc.) en
su gran mayoría poseían una carrera militar como la siguiente: “Hizo la campaña
del Perú el año 1823, la de Chiloé el año 1824 y se halló en la acción de
Mocopulli el 1º de Abril del mismo año. Hizo la campaña de Chiloé de 1825 –
1826 y se halló en la acción de Bellavista el 14 de enero de 1826. Hizo la
campaña de San Fernando y se halló en el tiroteo de la plaza de Santiago en
Junio de 1829 contra el escuadrón de coraceros sublevados, cuyo movimiento
revolucionario fue sofocado por la fuerza de su mando con la toma de cuartel de
Santiago”[76]
y eso sin contar las campañas militares de las épocas Napoleónicas. Todos estos
hombres sentían a Chile como su
verdadera patria, sino cómo podríamos explicar
el por qué seguían al servicio del país con la cantidad de sueldo que se
les adeudaba, y la confusa situación interior.
El servicio que
prestaron los oficiales nacionales y extranjeros significó una modernización y
profesionalización de la institución militar, esta se transformó en una
vanguardia organizada para dirigir y servir de punto de apoyo a la sociedad y
al Estado chileno durante todo el siglo XIX, dotando de hombres capaces para la
administración pública y de hombres que
defenderían los intereses de Chile en el exterior como lo es el caso de la
guerra contra la confederación Perú – Boliviana, pero para todo eso fue preciso
un periodo de aprendizaje, de organización, de reflexión, de toma de conciencia
del rol que el ejército debía tener en el país cuestión que se logró entre 1823
y 1830 por la activa participación del ejército en la lucha por la organización
del Estado nacional.
De hecho un defensor de
la revolución de 1829 y acérrimo enemigo de los pipiolos y del periodo Ramón
Sotomayor declaraba a fines del siglo XIX
“Por los demás hombre por hombre, no se puede dejar de acatar la
magnanimidad de Freire, la ilustración i probidad de Pinto, el patriotismo y
honradez de Vicuña, la buena fe i notables conocimientos del ministro Blanco,
la noble i arrogante índole de las Heras, Lastra, Borgoño i tantos otros
servidores del rejimen liberal, muchos de los cuales sirvieron a su vez más
tarde en altos destinos al gobierno conservador”[77]
6
Conclusiones
En
la introducción al presente estudio que aquí se ha realizado se señaló cual era
el lineamiento del trabajo en general, recordando aquello lo que se afirmó era
que:
“El
Ejército de Chile, institución forjada en las guerras de independencia fue
tanto a nivel institucional como humano uno de los grandes y principales
actores en la conformación del ideal y organización de nuestro orden
republicano, esto manifestado en líderes de gran valía moral e intelectual como
Freire, Blanco Encalada, Francisco Antonio Pinto y José Joaquín Prieto, que de
una u otra forma, legaron a la patria innumerables servicios, obras e ideas que
asentaron las sólidas bases para el proyecto que la elite impulsó a lo largo de
todo el siglo XIX”
Partiendo
entonces de la ineludible base de la investigación, las conclusiones generales
a la que ha llegado el presente trabajo se circunscribirán a desarrollar dicha
hipótesis en cuanto su reafirmación o no, a través de todo el proceso
investigativo partiendo desde la búsqueda, selección y lectura de las fuentes,
así como de su análisis que es lo que se ha trabajado en las páginas y acápites
anteriores.
En
primer lugar rescatando la afirmación que se ha hecho del periodo 1823 – 1830
como proyección de la independencia nacional, se ha podido establecer que el
ejército Chileno debido a la valía de sus componentes humanos así como de sus
méritos adquiridos en las campañas militares de la Patria Vieja, la reconquista y la patria nueva, así como de
la expedición al Perú y Chiloé conformaron una institucionalidad de avanzada
que pudo ir mucho más allá del campo de batalla, insertándose en la sociedad
política debido a que los mandos
pertenecían a la elite, la única clase que en la época podía liderar un
proyecto de país, por lo cual se encontraron en buen pie para actuar como mediadores
de conflictos así como la realización de grandes obras lo que explicaría la
asunción de Freire, Blanco y Pinto a la primera magistratura nacional. Al
provenir estos hombres del ejército patriota y chileno lograron establecer y
defender de una vez y para siempre el ideal republicano, democrático, de
libertad e igualdad que encauzaron los múltiples proyectos jurídicos y
políticos posteriores: las constituciones de 1823,1828 y la libertad de
esclavos son ejemplos notorios de lo anterior, estas cuestiones son la
principal herencia de la participación
del ejército chileno en la organización y conformación del estado nacional 1823
– 1829, nos legó un orden respetuoso de las libertades, así como nos dio un
ejemplo de respeto a las decisiones democráticas así como una serie de
instituciones.
En
segundo lugar puede comprobarse que el ejército tuvo un rol fundamental por la
participación de personajes clave en la historia nacional, hombres de virtud
cívica como Freire, de templanza como Blanco Encalada, mediadores e
inteligentes como Pinto y audaces como Prieto, estos hombres al inaugurar
nuestras instituciones conformaron un espíritu cívico de apego al orden y la
ley, que evitó en Chile la corrupción y al acceso a derroteros violentos como
ocurrió en las restantes repúblicas latinoamericanas. Sobre todo cuando como
influencia de la ilustración en la república no significaba la organización del
poder estatal de tal o cual forma, sino que los ciudadanos debían encarnar las
llamadas virtudes cívicas y ser ejemplo de las mismas.
En
tercer lugar, pudo observarse plenamente como el ejército logró y ayudó a la
conformación del ideal y orden republicano. En este sentido el ejército como
institución fue respetuosa de la ley y de la tradición jurídica, se pudo
observar como los movimientos insurgentes no guardan relación con la
insubordinación del ejército en sí, sino con el incentivo de políticos a
cuadros militares en situación impaga (a los que se tranquilizó rápidamente) o a
unidades milicianas armadas por los mismos hacendados sublevados, los militares
de carrera, salvo en el caso de la revolución de 1829 motivada por factores ya
aducidos, se mantuvieron fuertes al sistema legal imperante, esto demostrado
por la fragilidad de los movimientos que salvo éxitos parciales siempre fueron
vencidos por el ejército constitucional. Siguiendo la misma lógica pudo
comprobarse que el militarismo del cual se ha señalado el ejército formó parte
ha sido una idea adoptada por muchos autores que no han entrado a descubrir los
patrones inmersos en cada uno así como los objetivos de la institución militar,
los líderes militares como Freire, Blanco y Pinto, como ya se observó, fueron
totalmente desapegados del poder con el fin superior de evitar conflictos que
pudieran desembocar en violencia y la eliminación de connacionales, hechos como
los indultos, los discursos de la prensa y de hombres públicos han ayudado a
desmitificar aquel punto así como el de la anarquía, el ejército en la época de
estudio sin duda constituyó un baluarte de la libertad más que de la opresión o
de militarismo, cuyo concepto está lejos de calzar con lo ocurrido en el país,
y menos aun con el hombre clave para entender el periodo como el general Freire
cuya vida pública es algo de digno de enorgullecernos como chilenos, pero que
nunca o escasamente lo recordamos.
Desde
el punto de vista de las ideas y de la creación de una cultura cívica también es
cierto que legaron la institucionalidad que hizo a Chile un país pionero en
América latina respecto a su ordenamiento jurídico, la constitución de 1828
promulgada por el gobierno del General Francisco Antonio Pinto cuya base fue
utilizada para la constitución de 1833, la abolición de la esclavitud con
Freire, el comienzo del pago de la deudas públicas bajo el gobierno del citado
General Pinto y que erróneamente se le atribuye a Rengifo, que el primer
presidente de la república fuera Manuel Blanco Encalada, institución que en 200
años de historia republicana jamás ha sido abolida, las leyes de olvido, la
creación de la primera regionalización, el inició de la unión del territorio
nacional con la conquista de Chiloé, etc. Son obras que sin duda supieron
proyectarse en muchos casos hasta el día de hoy y que fueron diseñadas en gobiernos
dirigidos por militares lo que muestra sin duda la vanguardia que representó el
ejército entre 1823-1830, que se sintetiza en la idea de que ellos aseguraron
la independencia y la proyectaron.
Finalmente
quedó manifestado que los hechos insurreccionales corresponden a una lógica más
capitalina - como señaló un testigo sólo
la plaza de armas de Santiago- cuya
duración territorial y temporal es reducida como para haber generado un
verdadero remezón en el gobierno constituido, explicable por su fácil desaparición
y la baja calidad moral de quienes los realizaron.
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ediciones.
[1] Constitución Política del Estado
de Chile 1822, Título primero: De la nación Chilena y de los Chilenos Capítulo
primero: De la Nación Chilena, Artículo 3º
[2] Constitución Política del Estado
de Chile 1823, Título primero: De la nación Chilena y de los Chilenos, Artículo
4º
[3] Constitución Política de la
república de Chile 1828, Capítulo Primero: De Nación, Artículo 2º
[4] BARROS ARANA, Diego. (2005)
Historia General de Chile, Tomo XV, Santiago de Chile: Editorial Universitaria
y Centro de investigaciones Barros Arana de la dirección de bibliotecas,
archivos y museos. p.9
[5]Cifras y
estadísticas en PINTO RODRIGUEZ, Jorge y FLORES CHÁVEZ, Jaime. (s.f)
Cuadernillos de Docencia, Nº15 “ Chile en el Siglo XIX, Estadísticas”
Departamento de Ciencias Sociales, Facultad de Educación y Humanidades,
Universidad de La Frontera
[6] ESTELLÉ,
Patricio; SILVA, Osvaldo; SILVA, Fernando y VILLALOBOS, Sergio. (2002) Historia de Chile Santiago de Chile:
Editorial Universitaria. p.404
[7] Edwards Vives, Alberto. (1928) La fronda aristocrática en Chile, Santiago de Chile: Imprenta
Nacional. p.37
[8] Encontramos en esta línea a
Francisco Antonio Encina en su obra Historia de Chile, y a Jaime Eyzaguirre que
hace alusión a este periodo como “La noche de la anarquía” en su libro “fisonomía
histórica de Chile”.
[9]
Ibdid.p.37
[10] De hecho Lircay
se transformó en el nombre de una de las revistas historiográficas de carácter
conservador en Chile, así como estanquero.
[11] HEISE GONZÁLEZ, Julio. (1978) Años de formación y aprendizaje políticos:
1810 – 1833, Santiago de Chile: Editorial Universitaria
[12] PINTO,
Julio y SALAZAR, Gabriel. (1999). Historia Contemporánea de Chile I: “Estado,
legitimidad, ciudadanía”. Santiago de
Chile: LOM ediciones. p.25 et seq.
[13] PINTO, Julio y SALAZAR, Gabriel. (1999). Historia Contemporánea de Chile II: Actores,
Identidad y Movimiento. Santiago de Chile: LOM ediciones. p. 35
[14] VERGARA QUIROZ, Sergio. (1993). Historia Social del ejército de Chile, Vol.
I. Santiago de Chile: Universidad de Chile ediciones. p. 66
[15]
Ibíd. p. 69
[16]
VERGARA QUIROZ, Sergio Op. Cit. p.108
[17] Pedro Urriola Balbontin (Santiago, 1797-Santiago, 1851).-Se inició
en la carrera de las armas en 1812, en los granaderos de Juan José Carrera.
Hizo las campañas de la Patria Vieja, hasta el sitio de Rancagua. Por ser
carrerino y amigo de Manuel Rodríguez, el gobierno de O'Higgins lo mantuvo
alejado del ejército. Bajo los pipiolos volvió a las filas y tomó parte en
diversos movimientos revolucionarios. Participó en las campañas contra la
Confederación Perú· boliviana y se batió en Yungay. Finalmente, encabezó el
motín del 20 de abril de 1851, en el
cual encontró la muerte. FRIAS VALENZUELA, Francisco. (1982) Manual de Historia de Chile, Santiago de
Chile: Editorial Nascimiento. p.309
[18] Benjamín Viel Gomets (Francia, 1787-Santiago, 1868).-Militar
francés que después de combatir en las campañas napoleónicas de Alemania
(Austerlitz, Jena, Eylau), de España, de Rusia y de Bélgica (Waterloo), pasó a
Buenos Aires y luego a Chile (1817). En nuestro país se distinguió por su valor
y su capacidad en la campaña de 1818, en la guerra a muerte y en la expedición
contra los Pincheira. De profundas convicciones liberales, intervino en la
guerra civil de 1829 a 1830 distinguiéndose en la batalla de Lircay. Llegó a
general de brigada Viel casó con María Luisa Toro Guzmán, nieta del conde de la
Conquista. FRIAS VALENZUELA, Francisco Op.Cit. p.263
[19] Discurso en
ENCINA, Francisco. Y CASTEDO, Leopoldo. (1964) Historia de Chile Vol. III,
Santiago de Chile: Ed. Zigzag, Anexo
analítico p.2192
[20] BARROS ARANA,
Diego. Vol. XIV Op.cit p.280
[21] José Rondizzoni Cánepa (Italia, 1788-Valparaíso, 1866).-Militar
italiano que actuó en las guerras napoleónicas en España, Alemania, Rusia,
etc., participando en numerosas batallas. El desastre de Waterloo lo obligó a
emigrar a los Estados Unidos, donde se incorporó a la expedición de José Miguel
Carrera. Desbaratada ésta por el gobierno argentino, Rondizzoni ingresó al
ejército chileno y actuó en la campaña de 1818, en la expedición libertadora
del Perú y en la guerra civil de 1829 a 1830. Combatió por el gobierno de Montt
en 1851 y 1859. Y alcanzó al grado de general de brigada. Rondizzoni casó en
primeras nupcias con Rosario de la Cuadra y en segundas con Dominga de la
Cotera (de San Salvador). FRIAS VALENZUELA, Francisco Op.Cit. p.263
[22] Guillermo Tupper. Diario de Campaña. 1823- 1828 en: http://www.historia.uchile.cl/CDA/fh_complex/0,1393,SCID%253D16489%2526ISID%253D405%2526JNID%253D12,00.html
[23] Ibid (s.p)
[24]
Coquimbo
(similar a la antigua provincia de Coquimbo), Aconcagua, Santiago, Colchagua
(estas tres últimas derivadas de la antigua provincia de Santiago), Maule,
Concepción, Valdivia y Chiloé (estas cuatro derivadas a la antigua provincia de
Concepción).
[25] Ascenso obtenido
el 7 de septiembre de 1820
[26]
BARROS ARANA, Diego. Vol. XV Op.cit p.171
[27] BARROS ARANA, Diego. Vol. XV
Op.cit p.100
[28] Anguita, Ricardo y
Quesnay, Valerio. (1902). Leyes promulgadas en chile 1810-1901,
(s.p. Sin página el texto en cuestión se encuentra organizado en torno a los
decretos no hay orden número sino que va por fecha de promulagación) Santiago
de Chile: Imprenta Nacional.
[29]
BARROS ARANA, Diego. Vol. XV Op.cit p.105
[30] Freire renunciaba al mando
político del país en una sesión del congreso donde declaró que “El presidente
de la República, tiene el honor de dirigirse por segunda vez al congreso
nacional suplicándole le permita volver a su retiro, dejando el espinoso cargo
que ejerce a otro ciudadano a quien las tareas del gobierno le sean más
soportables. Después de algunos años de experiencia en la administración
pública, el presidente qué suscribe deja el supremo mando por haber reconocido
que su carácter no era el más aparente para hacer la organización del país en
circunstancias tan complicadas" en BARROS ARANA, Diego. Vol.
XV Op.citp.114
[31] Guillermo de Vic Tupper
Brock (Inglaterra, I800- Lircay, I830).- Nació en la isla de Guernesey.
Estudió en París, ejerció el comercio en Barcelona y pasó después a Chile,
donde Viel lo incorporó al ejército con el grado de capitán. Tupper actuó en la
conquista de Chiloé (1826) Y participó en la guerra civil de 1830; pero cayó
prisionero en la "batalla de I.ircay y fue asesinado a sablazos. Tupper
casó en Santiago con Isidora Zegers Montenegro nacida en Madrid. FRIAS
VALENZUELA, Francisco Op.Cit. p.263
[32] Guillermo
Tupper. Diario de Campaña. 1823- 1828
en:
http://www.historia.uchile.cl/CDA/fh_complex/0,1393,SCID%253D16489%2526ISID%253D405%2526JNID%253D12,00.html
[33] Ibid (s.p)
[34]
Proclama en BARROS ARANA, Diego. Vol. XV Op.cit p.188
[35] Guillermo
Tupper. Diario de Campaña. 1823- 1828
en:
http://www.historia.uchile.cl/CDA/fh_complex/0,1393,SCID%253D16489%2526ISID%253D405%2526JNID%253D12,00.html
[36]
BARROS ARANA, Diego. Vol. XV Op.cit .254
[37] Anónima, Biografía del general de
Brigada Don José Rondizzoni (1914) Imprenta Universitaria: Santiago de Chile. En
Estudios Críticos y Bibliográficos sobre la independencia de Chile
compilados por Guillermo Feliú Cruz, Fondo Histórico bibliográfico José Toribio
Medina, (1965) Editorial Universitaria S.A: Santiago de Chile p.167
[38] Joaquín Prieto Vial (Concepción, 1786-Santiago, 1854).-Era hijo de
José María Prieto Sotomayor y de María del Carmen Vial Santelices. Casó con
Manuela Warnes Garda de Zúñiga, de nacionalidad argentina, con numerosa
sucesión. Se incorporó muy joven al ejército (1805). Combatió por la
independencia en Chile y Argentina, tomó parte en la revolución de 1829 y 1830
Y ejerció la presidencia de la república durante el decenio comprendido entre
1831 y 1841. FRIAS VALENZUELA, Francisco Op.Cit. p.271
[39] Manuel Bulnes Prieto (Concepción, 1799Santiago, 1866).-Después de
prestar valiosos servicios militares a la causa de la independencia y en los
primeros tiempos de la república, Bulnes gobernó al país durante un decenio, de
1841 a 1851. Este fue uno de los períodos más tranquilos y progresistas de
nuestra historia republicana. FRIAS VALENZUELA, Francisco Op.Cit.p.292
[40]
Mensaje en BARROS ARANA, Diego. Vol. XV Op.cit p.301
[41]
BARROS ARANA, Diego. Vol. XV Op.cit p.328
[42] Anónima, Biografía del general de Brigada Don José Rondizzoni
(1914) Op.Cit p.167
[43]
Según los datos que da Guillermo Feliú en la compilación citada anteriormente,
José Toribio Medina sabría quien escribió la biografía pero no quiso a dar a
conocer el nombre por respeto, está biografía señala habría sido hecha con el
mismo Rondizzoni antes de morir, pues se citan documentos que sólo éste podía
poseer y por tanto tendría carácter autobiográfico.
[44] Nota del congreso en BARROS
ARANA, Diego. Vol. XV Op.cit p.425
[45]
Ibíd. p.425
[46] BARROS ARANA, Diego. Vol. XV
Op.cit p.403
[47] SOTOMAYOR VALDES, Ramón (1900) Historia de Chile
bajo el gobierno del Jeneral Don Joaquín Prieto Tomo I. Santiago de Chile:
Imprenta Esmeralda. Segunda Edición. p.15
[48] Estos hechos son
La Caída de O’Higgins y la junta gubernativa, Perturbaciones en Santiago,
Movimientos por miseria de la tropa, Junta gubernativa, consejo directoral,
golpistas y Chiloé., Sublevación de O’Higginista de Chiloé, El Motín del 24 de
Enero dirigido por Enrique Campino, Rebeldía del Cabildo de Talca, Movimientos
pro federalistas en San Fernando y Colchagua, Sublevación en San Fernando,
Motín del 6 de Junio de 1829 ó de los
inválidos, La Guerra Civil o Revolución de 1829 -1830 analizados en el capítulo
anterior.
[49]
BARROS ARANA, Diego. Vol. XV Op.cit p.180
[50] El Amigo de la verdad, (Nº4, 14
de Junio de 1823) en Colección de Antiguos Periódicos Chilenos publicados
por la Biblioteca Nacional, Santiago, 1954-1966 (en adelante CAPCh). p.101
[51] Julio Heise en la obra ya
citada en la primera parte, señala que las cinco áreas en que se obró en el
periodo de esta época son cinco: una labor educacional, una labor social
(abolición esclavitud), una labor administrativa (cuerpos legales, la justicia)
Realizaciones económicas y las relaciones internacionales. (ver p.224-279)
[52] Amigo de los militares (Nº1, 12
de Abril de 1823) en CAPCh. p.108
[53] Poeppig, Edwards. (1960). Un testigo de la alborada de Chile, (1826 – 1829). Santiago de
Chile: Zigzag. p.208 -209
[54]
Ibid.. p.209
[55] SALAZAR,
Gabriel. (2005) Construcción de Estado en
Chile (1800-1837) Santiago: SUR ediciones.
[56] Ramón Freire y Serrano contaba a la sazón 35 años de edad. Después
de iniciarse en el comercio, abandonó esa actividad, para abrazar la carrera de
las armas en 1811. En ella avanzó rápidamente por su valor sereno, la seriedad
de su carácter y su adhesión a O'Higgins. Por razones personales alimentó
después un profundo odio a aquél. Freire
fue un mandatario honrado, falto de preparación política y que siempre se dejó
llevar por los hombres de opuestas tendencias que le rodeaban (Mariano Egaña,
Benavente, Infante), Sin embargo, desempeñó un papel considerable de 1823 a
1830 debido a que, en razón de su propio· carácter, tanto la aristocracia
castellanovasca como los elementos Liberales y "pipiolos", siempre
creyeron posible atraérselo a sus filas. Su falta de ideas políticas definidas
contribuía también a ello. En el
gobierno demostró desapego al poder y tolerancia hacia toda clase de
ideologías, lo que le creó un prestigio superior a los bandos políticos y por
encima de ellos. FRÍAS. Op.Cit
[57]
VERGARA QUIROZ, Sergio op.cit p.99
[58]
HEISE GONZÁLEZ, Julio op.cit p.17
[59]
Ibíd. p.18
[60] Amigo de los militares (Nº1, 12
de Abril de 1823) en CAPCh. p.108
[61]
Sesión del Senado Conservador del 7 de Julio. En SCL Vol. VII p.264
[62] Actas del Senado conservador,
Sesión del 8 de junio de 1823 en CAPCh. p.439
[63] Redactor de las sesiones, Libro
I, Nº14 22 de Octubre de 1823 en CAPCh. p.p210-211
[64] Sesiones de la
cámara de Diputados en SCL. Tomo XVII
p.30
[65] BARROS ARANA, Diego. Vol. XV
Op.cit p.132
[66] Sesión del congreso de
plenipotenciarios del 29 de Marzo de 1823, en Letelier,
Valentín. (1887). Sesiones de los cuerpos legislativos compiladas por 1811 -1845, 27 volúmenes, Santiago de Chile: Imprenta
Cervantes Vol. VII (en adelante SCL) p.29
[67] El Correo Araucano (30 de enero
de 1824) en CAPCh. p. 12 - 13
[68] El decreto señalaba que “Declarada la insubsistencia de la
constitución de año 1823 es necesario este vacío, para que los pueblos no se
encuentren sin las LL necesarias, principalmente en el orden judicial; pero no
pudiéndose esta subrogación la obra de
momento, el congreso ha acordado y decreta: entre tanto se dictan las LL que
sirvan de base; organicen la república y su administración, obsérvese el orden
actualmente existente” Freire. F.A Pinto. En (s.p) Leyes promulgadas en
chile 1810-1901, Ricardo Anguita y Valerio Quesnay, Imprenta Nacional Santiago
de Chile 1902.
[69] El Correo Araucano (Número 20,
23 de Julio de 1824) en CAPCh p.135
[70] BARROS ARANA, Diego. Vol. XV
Op.cit p.28
[71]
Oficios de la junta gubernativa 1824 en CAPCh p.387
[72]
Ibíd. p.393
[73] Los 2.000 Hombres de ambos bandos en Lircay
contrastan completamente con los 8.000 hombres aproximadamente de ambos bandos
en la batalla de Maipú
[74] A Francisco
Antonio Pinto le debemos los inicios de nuestro sistema educativo así como el
registro de las deudas del país, hecho este último que generalmente se lo
atribuimos erróneamente al gobierno del general Prieto,
[75]
ANONIMO p.163
[76]
Ibid.p.163
[77] SOTOMAYOR VALDES, Ramón (1900) Op.Cit p.23
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