Bienvenido

Bienvenido
Bandera Imperial Andresiana

domingo, 22 de enero de 2012

“La participación del ejército chileno en la organización y conformación del estado nacional 1823 – 1829”




“La participación del ejército chileno en la organización y conformación del estado nacional 1823 – 1829” 

 Resumen:

La presente investigación aborda la temática de la “La participación del ejército chileno en la organización y conformación del estado nacional 1823 – 1829”, se intentará demostrar que el ejército de Chile, fue uno de los actores fundamentales en la conformación y organización de nuestro orden republicano, esto a través del análisis de la participación del ejército en los hechos insurreccionales así como de la asunción de militares a los cargos públicos. El trabajo se realizó en torno al trabajo y recopilación de fuentes de prensa, sesiones legislativas, discursos oficiales y relatos de contemporáneos a los sucesos, Llegándose a la conclusión que el ejército a raíz de su participación en la organización nacional nos legó la idea de república, la virtuosidad de los hombres públicos y el respeto a la ley.


ÍNDICE GENERAL





1         Introducción

 En nuestro pasado nacional, hay pocos procesos que no han sido estudiados por los historiadores. No obstante la aseveración anterior, hay un periodo que muy pocas veces ha llamado la atención de los historiadores, me refiero al periodo 1823 – 1830, las obras escritas sobre el mismo pueden ser contadas con las manos (Julio Heise en la década del 60, Simón Collier en la década del 80 y 90 y Gabriel Salazar en la actualidad), lo anterior ha conllevado  a una visión demasiado parcializada de los sucesos ocurridos que son analizados  por lo general en macro obras de la Historia de nacional, quedando así lo que aconteció en Chile a una especie de “entre la espada y la pared” siendo la espada el proceso de independencia y la pared el ascenso del orden portaliano y la formación del Estado, dicho esto no sorprende que muchas personas sigan denominando al periodo equívocamente como anarquía.

Es por lo mismo que a modo de justificación del presente trabajo, que la temática de la presente investigación estudiará “La participación del ejército chileno en la organización y conformación del estado nacional 1823 – 1829”, esto con el fin de desmitificar el mote de anarquía, y también reconocer en su justo valor histórico la participación que tuvo nuestro ejército en los procesos del periodo  que culminaron en la conformación de un proyecto nacional exitoso durante el siglo XIX, los estudios existentes versan sobre ideas, sobre el proceso político en su conjunto o sobre la economía, pero ninguno ha ilustrado sobre la importancia del ejército en este periodo que es crucial para dejar atrás la independencia y lanzarnos al mundo como nación soberana, todo esto ha tendido a desvirtuar o a oscurecer la misión que el ejército cumplió, esto debido a una serie de hechos insurreccionales que se estudiarán para comprender si el ejército tuvo un rol de defensor del proceso de organización o un papel más bien negativo como comúnmente se cree.

En este sentido la idea, hipótesis central de este trabajo es que El ejército de Chile, institución forjada en las guerras de independencia fue tanto a nivel institucional como humano uno de los grandes y principales actores en la conformación del ideal y organización de nuestro orden republicano, esto manifestado en líderes de gran valía moral e intelectual como Freire, Blanco Encalada, Francisco Antonio Pinto que de una u otra forma, legaron a la patria innumerables servicios, obras e ideas que asentaron las sólidas bases para el proyecto que la elite impulsó a lo largo de todo el siglo XIX, por tanto los, objetivos, fuentes, narraciones, materiales, etc. irán orientados a descubrir si la afirmación anterior es cierta o no, y si puede sustentarse en las fuentes y procedimientos básicos de la ciencia histórica.

Para lograr descubrir la validez de la aseveración anterior y guiar el trabajo por mejores derroteros se han planteado una serie de objetivos de investigación los cuales son los siguientes:

v  Comprender el rol que tuvo el ejército de Chile en el proceso de formación del estado republicano entre 1823 -1829, insistiendo en que este periodo es la piedra angular de la proyección posterior del mismo, esto mediante el estudio de figuras como Ramón Freire, Manuel Blanco Encalada y Francisco Antonio Pinto, así como también de su obra.

v  Analizar el periodo de formación y organización nacional entre 1823 – 1829 desde el punto de vista en el cual el ejército proveyó los líderes ejecutores e intelectuales de la organización nacional, así como la participación de este en los llamados movimientos insurreccionales, y observando los patrones subyacentes a estos hechos y cuáles son las pautas que se pueden destacar de los mismos.

v  Relacionar al ejército chileno, con la elite y otros grupos de la sociedad chilena post emancipación  y como esta relación es la que da el mal llamado nombre de anarquía a este periodo histórico.

v  Valorar e  Identificar la actuación del ejército y sus jefes en el proceso de formación del estado y la nación en Chile en la década del 20 del siglo XIX a través de  los rasgos esenciales que permitieron al ejército chileno ocupar un lugar preponderante en la conformación del proyecto nacional alejándose del concepto de anarquía y de militarismo del cual ha sido víctima.

El trabajo se ha dividido en cuatro grandes capítulos para  abordar de mejor forma los objetivos específicos que han animado la presente investigación.

El primer capítulo se corresponde con el Marco Contextual, es decir se intenta abordar de una manera sintética, cual era y fue la situación del país en el periodo estudiado desde el punto de vista general para crear una idea básica desde la cual abordar los datos y referencias que se realizarán en el transcurso de la investigación, este capítulo se aborda El marco Geográfico y las Interpretaciones generales del periodo, así como algunos acontecimientos básicos, esto por la  razón de comprender eficazmente en qué situación desenvolvió el ejército su acción.

El segundo capítulo es el Ejército, Política y Elite, en este acápite se desarrolla la relación del ejército con los grupos sociales, sobre todo con la elite y como es esta relación la que hace del ejército una institución prestigiosa por las guerras de independencia pase liderar el proyecto del país recién emancipado, se abordan materias aquí como La proyección de las Guerras de Independencia, Las relaciones sociales,  el ejército y la relación con los grupos productivos.

El tercer capítulo denominado Los Hechos en su lógica: Los movimientos políticos militares 1823 -1830 se abordan los 12 movimientos políticos en los cuales se vio vinculado el ejército durante el periodo de estudio: La Caída de O’Higgins y la junta gubernativa, Perturbaciones en Santiago, Movimientos por miseria de la tropa, Junta gubernativa, consejo directoral, golpistas y Chiloé., Sublevación de O’Higginista de Chiloé, El Motín del 24 de Enero dirigido por Enrique Campino, Rebeldía del Cabildo de Talca, Movimientos pro federalistas en San Fernando y Colchagua, Sublevación en San Fernando, Motín del 6 de Junio de 1829 ó  de los inválidos, La Guerra Civil o Revolución de 1829 -1830, en este capítulo se intentará resolver la pregunta ¿cómo fueron los hechos? Sin aportar ningún otro tipo de interpretación, se intenta conocer los hechos para comprender el periodo, y también como estos sucesos guardan relación con el capítulo anterior de Ejército, Política y Elite.

            Por último el capítulo de la Importancia del Periodo, se analizarán en profundidad  y en su conjunto con otras informaciones los hechos anteriormente mencionados, para ya no observarlos como hechos, sino como proceso ó estructura y que es lo que realmente nos quieren decir, este capítulo se divide en los Patrones comunes a los movimientos políticos militares entre 1823 -1830, El concepto de militarismo  el rol de Freire, y como el legado del ejército en la ´peoca de organización nacional es el apego a la ley y el civismo,  así como la moderación, se puede señalar que entre el capítulo de los hechos insurreccionales y el capítulo de la importancia del periodo, opera una lógica inductiva por cuanto se pretende primer conocer los hechos para después desprender de estos las cuestiones claves y así comprender la verdadera participación del ejército.

Respecto a las metodología usadas,  se han usado fuentes  escritas diversa índole  tanto directas como indirectas, por una parte se ha usado fuentes periodísticas de la época con el fin de obtener la visión que la sociedad contemporánea a los hechos tenía del ejército, por otro también  se ha usado memorias de los participantes de los hechos los que otorgan su propia visión al respecto, sesiones de los cuerpos legislativos, leyes y cuerpos jurídicos en general y discursos oficiales, así como también obras clásicas de la historiografía nacional como lo es la Historia de Chile de Diego Barros Arana que sin duda sigue siendo la única obra que contiene la mayor cantidad de datos sobre el periodo, y también se ha recurrido a obras más actuales con el fin de contrastar opiniones y analizarlas desde el prisma de los hechos.

No podría tampoco dejar de señalar las dificultades que los estudiantes de regiones tienen para conseguir fuentes de carácter primario, las cuales a pesar de poseer archivos regionales como es el caso de quien escribe en estos no hay copias u otro tipo manifestación de las fuentes necesarias para toda investigación por lo que se hace necesario obligatorio ir a Santiago con todos los gastos pecuniarios y temporales que esto implica – y siempre que se que tengan las posibilidades donde quedarse, etc.-, no obstante es labor del “historiador” intentar solventar aquellos problemas.

Por último agradecer al ejército de Chile y a la Academia de Historia Militar de Chile, por dar oportunidad a los jóvenes de este país a participar en un concurso que significa crear conocimiento de nuestro país y de una de sus instituciones simbólicas como lo es el ejército de Chile.


2         Marco Contextual.


En 1820 Chile recientemente había iniciado la senda como un estado independiente de la metrópoli española, era un país cuya población era eminentemente rural y donde un grupo rector que recibía su herencia de la colonia seguía dirigiendo los destinos en todo ámbito del naciente estado. Durante la primera mitad del siglo XIX, las características espaciales y socioculturales de nuestro país eran diferentes a las que actualmente conocemos, situación que incide de modo directo en las dinámicas y funciones que las instituciones públicas tuvieron, dentro de las cuales contamos, al ejército nacional. En el caso específico de esta investigación, interesa particularmente entender la naturaleza y valoración que la institución del ejército tuvo en el contexto de una sociedad y estado en consolidación y un territorio en proceso de incorporación, como parte de un proyecto político y económico que buscaba insertar a Chile en el concierto de los estados Modernos e independientes de América latina, con proyección al ámbito mundial.

Ahora bien desde el punto de geográfico y también de lo jurídico, con la independencia de los países latinoamericanos, rigió el “uti posidetis” que con rigor mantuvo los mismos límites territoriales de virreinatos, reales audiencias y capitanías generales que rigieron durante la época colonial pero con la salvedad que ahora el espacio y su población dependían del estado nacional y no de la metrópoli hispana. A partir de este principio, los primeros cuerpos jurídicos que dieron forma al Estado reafirmaron aquel principio territorial y de soberanía nacional. Nuestras constituciones y leyes del periodo 1823-1833, lo que hicieron entonces fue reafirmar aquel principio territorial y de soberanía nacional. Así por ejemplo, en la constitución de 1822 se declaraba que “El territorio de Chile conoce por límites naturales: al sur, el Cabo de Hornos; al norte, el despoblado de Atacama; al oriente, los Andes; al occidente, el mar Pacífico. Le pertenecen las islas del Archipiélago de Chiloé, las de la Mocha, las de Juan Fernández, la de Santa María y demás adyacentes.”[1], en tanto que la constitución de 1823 se señalaba que nuestro territorio estaba compuesto “de norte a sur, desde el Cabo de Hornos hasta el despoblado de Atacama; y de oriente a poniente, desde las cordilleras de los Andes hasta el mar Pacífico, con todas las islas adyacentes, incluso el archipiélago de Chiloé, las de Juan Fernández, Mocha y Santa María.”[2] Finalmente, la constitución de 1828 volvía a reafirmar que Chile se extendía “de Norte a Sur, desde el desierto de Atacama hasta el Cabo de Hornos, y de Oriente a Occidente, desde las Cordilleras de los Andes hasta el mar Pacífico, con las islas de Juan Fernández y demás adyacentes. Se divide en ocho provincias, que son: Coquimbo, Aconcagua, Santiago, Colchagua, Maule, Concepción, Valdivia y Chiloé.[3].

A partir de estos antecedentes, emanados de los principales cuerpos legales que pretendían ordenar y organizar el territorio y la gestión político-administrativa de nuestro país, Chile confirmó y definió sus relaciones con los países vecinos para el periodo comprendido entre 1823 y 1830. Esta definición no sólo era importante desde el punto de la delimitación de los referentes que habrían de constituir la base sobre la cual se ordenaría internamente el territorio y su población, sino también la lógica de las relaciones establecidas entre Chile y sus vecinos, todos estados en consolidación, luego de configurarse como estados independientes. En esta lógica, el territorio se extendía, con toda certeza, desde el desierto de Atacama hasta el Cabo de Hornos, no obstante lo anterior no implicaba necesariamente una ocupación total del espacio ya mencionado. El desierto de Atacama por ejemplo era conocido como el “despoblado” de Atacama para señalarlo como un lugar no habitado, la ocupación poblacional en el norte recién se iniciaba tímidamente en Copiapó y ya en La Serena tomaba ribetes mayores; desde aquel lugar hasta Concepción por el sur, era la zona la más densamente poblada (herencia de la Colonia además)  y el área más importante desde el punto de vista político, económico, y social. También Chile poseía soberanía desde Concepción hasta el Cabo de Hornos pero sólo se encontraba habitada Valdivia en su calidad de fuerte y la isla de Chiloé. La Araucanía aun era ocupada solamente por los mapuche  y lo que hoy son las regiones de los Ríos y los Lagos eran aun inaccesibles, para que decir Aysén y Magallanes.

En suma, para  el periodo 1823 – 1830,  el país se circunscribirá al territorio comprendido desde Copiapó hasta Concepción, añadiéndose Valdivia en 1820 y Chiloé en 1826, hecho que fue descrito como la culminación de una etapa que implicaba completar “la integridad territorial [lo que], ponía fin a una guerra de catorce años, y hacía desaparecer el peligro de que aquél fuese el centro o, a lo menos, el punto de apoyo de futuras agresiones de España.”[4].

Vale destacar entonces que las acciones político – militares emprendidas por el ejército chileno para el periodo en estudio, se circunscriben particularmente a las zonas ya descritas y articuladas a los grandes centros que, desde la época colonial, marcaron la lógica de relaciones de dependencia y poder en nuestra sociedad a partir de tres núcleos esenciales,  a saber: Santiago, Valparaíso y Concepción.

Un segundo elemento a tener en consideración, ya no desde el punto de vista territorial, sino social, dice relación con que Chile, para la época en estudio, era un país con una escasa población. Los efectos de la guerra, así como la falta de sistemas de conteo efectivos de la población, el sub registro, la facilidad con que vagabundos y desarraigados, población indígena o renegados podían evadir los sistemas de contabilidad y control que el estado intentaba imponer, sumado a las precarias condiciones de desarrollo imperantes, sin duda contribuyeron a hacer de éste un factor necesario de considerar. El primer censo que se intentó hacer en 1813 no dio resultados satisfactorios por lo ya señalado por lo que no fue posible establecer patrones serios de contabilidad de la población nacional. Las cifras más cercanas al periodo son la que da Mamalakis, el cual estimó la población de Chile hacia 1835 en aproximadamente 1.010.000 de habitantes; población que se encontraba desigualmente distribuida entre Copiapó y Concepción[5].

En definitiva, hacia 1823, Chile era un país pequeño, con un estado en formación desde el punto de vista institucional y en proceso de consolidación, de escasa población, concentrada esencialmente en aquellos centros urbanos característicos de la época colonial, con una sociedad  de identidad difusa y un amplio territorio propio, pero que permanece sin ocupar ni integrar efectivamente. Prueba de ello es que hasta el año 1826, aún existían territorios bajo dominio hispano, como fue el caso de la Isla de Chiloé que sólo en 1826 su población será efectivamente incorporada  al territorio nacional.

Ahora bien desde una perspectiva más global la historia del país entre 1823-1830, por diversas circunstancias ha sido muy poco estudiada desde el punto de vista de la historiografía tradicional,  hecho al que se suma la falta de un análisis más acabado. A partir de lo anterior, resulta necesario apreciar, de un modo general, cuáles fueron los rasgos de este espacio temporal  en el cual se desenvolverán cronológicamente los sucesos a estudiar, entre estos acontecimientos contamos el fin del gobierno de O’Higgins, la creación de los cuerpos constitucionales de 1823 y 1828, la formulación de la primera regionalización nacional con el fin de mejorar la administración del naciente estado, y finalmente el enfrentamiento armado entre los grupos políticos en 1829 suceso el cual es la suma de todos los problemas del periodo,  es por lo mismo que a pesar de que el presente trabajo se centre en el ejército chileno, nunca debemos dejar de lado que sus acciones se desarrollaron en un espacio, un territorio y en una sociedad con características particulares.

Desde el punto de vista historiográfico, dentro de este periodo, que ha sido definido por Sergio Villalobos como “proyección de la independencia”[6] podemos encontrar cuatro grandes líneas de interpretación las cuales en general parten del precepto en que  una vez terminada la guerra de independencia fue preciso un momento de ordenamiento interno para crear la institucionalidad necesaria para asegurar la acción del naciente Estado nacional.

La primera línea y la más clásica es la de denominar y describir al periodo como anarquía.  Dicho punto de vista se sustenta, tradicionalmente en la perspectiva de análisis de aquellos historiadores que sobredimensionan la imagen del  régimen portaliano en relación al periodo anterior. Quien quizá encarna mejor esta visión es  Alberto Edwards que en su obra la fronda aristocrática denomina al periodo de “interregno anárquico”, y que es el qué con más crudeza describe – a su entender-  el periodo:
  “En Chile, tuvimos un remedo de aquel orden de cosas netamente sudamericano, durante los siete años que transcurren entre la caída de O’Higgins y la revolución de 1829. Se ha dado a aquella época el nombre convencional de “era de los pipiolos”; en realidad, fue sólo el tiempo de nuestros gobiernos “sin forma”. Sin duda que aquí, como en los demás países hermanos los  jurisconsultos y los ideólogos perdieron entonces el  tiempo redactando constituciones y discutiendo principios de derecho público: no cometeré la puerilidad de recordar esos trabajos completamente inútiles. [7]

Durante 1823 a 1830, en la perspectiva de estos historiadores[8], el ejército fue uno de los factores de discordia, desorganización y anarquía dentro de la naciente sociedad. Al respecto, el ya mencionado Alberto Edwards, señaló “Los jefes militares que sucedieron a O’Higgins en el poder, especialmente Freire y Pinto, no eran hostiles a la aristocracia, como su ilustre antecesor; pero no fueron por eso más capaces de dominar o disciplinar ni a la fronda ni al Ejercito.”[9] Este problema para aquellos historiadores se prolongó endémicamente por todo el periodo y sólo fue posible extirpar aquel mal de los generales rebeldes y acostumbrados a un espíritu de caudillismo a través de una revolución (la de 1829) y una batalla: Lircay[10], en la cual triunfaron las fuerzas peluconas que impusieron al país y con las ideas del  genio político y realista de Diego Portales una nueva constitución, un nuevo orden institucional y la despolitización del ejército. Esta visión, junto con darnos un marco referencial “negativo” para el periodo nos permiten conocer y analizar la visión desarrollada por los historiadores respecto de aquellos acontecimientos de los que fueron muchas veces contemporáneos o por lo menos tuvieron acceso a los actores fundamentales del periodo.

Una segunda visión es la que designa al periodo como periodo de ensayos constitucionales, de acuerdo con esta óptica, pese a la anarquía y la desorganización del ejército, esta etapa de la historia nacional es vista como un ciclo fundacional, en atención a que fue aquí cuando se produjo la elaboración de los primeros cuerpos jurídicos y legales que habrían de regir y ordenar la nueva vida de chile como nación independiente. Esta línea más que histórica es la que por lo general se entrega en nuestro sistema educacional donde se tienden a comparar las distintas constituciones del periodo (la moralista del 23. Las leyes federales de 26 y la liberal del 28)  y a ver la influencia de patrones extranjeros y locales de la época en como el país se quiso organizar.

En tercer lugar es posible encontrar la apreciación del periodo como un tiempo de construcción, este es el enfoque de la organización y aprendizaje nacional, esta es una línea contrapuesta a la línea de anarquía, aquí destaca el historiador Julio Heise en la obra “Años de formación y aprendizaje políticos: 1810 – 1833”[11], esta línea propugna que durante el periodo se experimentó a través de forma democrática algunas formas de organización que debía adoptar nuestro país, así es como sobresalen una etapa descentralizadora hasta 1826 y una etapa centralizadora desde 1828. El ejército aquí se señala que no es un factor de desequilibrio sino que dotó de hombres sinceros a los cuerpos políticos recién en formación.

Una última visión corresponde a la más actualizada y que es simbolizada por Gabriel Salazar en el volumen I de la Historia Contemporánea de Chile, “Estado, legitimidad, ciudadanía”[12], este autor  señala que la sociedad de los años 1823 – 1830 se polarizó  en torno a la discusión de dos proyectos de país, un proyecto pipiolo de crecimiento hacia adentro liderado por liberales de tendencia democrática (Infante, Pinto y Freire) contra un modelo ideado por el grupo pelucón - conservador de crecimiento hacia afuera, aliado con los capitales ingleses, pero el cual tampoco en ningún punto aborda la temática del ejército por muy sugerente que sea su hipótesis,

Más que adoptar una línea de interpretación del periodo para desarrollar, lo que interesa es que muchos relatos, piezas, así como estudios del periodo no han abordado como motivación central el estudio del ejército chileno, pero si lo han hecho del contexto, lo que permite insertar claramente en distintas ópticas la participación del ejército en la organización nacional, esto es lo que versarán los tópicos siguientes. Analizados los hechos en que se vio envuelto el ejército será posible distinguir si este jugó un rol negativo como lo planteó Edwards hace 90 años, si no jugó un papel trascendente, o si fue una institución que así como combatió en los campos de batalla logró establecer ciertas bases de un proyecto nacional, el cual se desarrolló durante todo el siglo XIX hasta 1891.

El periodo se encuentra entonces cruzado por la organización del Estado, lo que vale decir la creación de las instituciones que lograrían el bien común, asegurarían una correcta administración pública, simbolizado aquello en lo que se ha venido llamar ensayos constitucionales. Fue un periodo de cambio  y continuidad. Era necesario elegir autoridades pero también era ineludible de dotarlas de legitimidad como lo habían tenido las autoridades en la época colonial, esta nueva legitimidad fue muchas veces la otorgada por lo méritos obtenidos en la independencia.

Se hacía así mismo perentorio escoger que juridicidad se habría de adoptar, bajo que ideales políticos el país debía hallarse, lo que por una parte motivó la existencia de un multiplicidad de grupos políticos pero por otro dispersó los intentos de convergencia que se requerían en momentos decisivos, derivando esto en una serie de movimientos subversivos  que no siempre llegaron a buen puerto, que no fueron peligrosos pero que crearon un clima de ingobernabilidad en los centros de poder y un cansancio en el ejército por no poder poner coto a la situación.

Por otro lado terminadas las guerras de independencia en América hacia 1824, quedaron los mares libres de peligros e incertidumbres, así Chile pudo comenzar una incipiente serie de relaciones con las grandes potencias de la época las cuales expresaron su fe respecto a Chile. La agricultura se encontraba postrada y era necesario reactivarla, así como la minería. Todo esto provocaba que el erario se resintiese y no pudiera pagarse a los empleados públicos, entre ellos el ejército.

Con estos rasgos, modos de mirar el pasado, situaciones y acontecimientos Chile daba inicio a su historia independiente.

3         Ejército, Política y Elite


Las pugnas generadas en la guerra de independencia y su proyección posterior crearon una serie de conexiones entre el ejército nacional, la elite y la política. Esta relación provoca que durante el periodo el ejército participe de  los movimientos insurreccionales y la que lo convierta una fuerza deliberante en cuanto intentar impulsar un proyecto nacional durante nuestra primera etapa republicana. Una vez aclarada esta relación será más fácil distinguir  como es el modo de operar de la institución castrense durante esta etapa.

Por elite se entenderá  la clase dirigente de un país, en nuestro caso nos referiremos al antiguo estamento social de carácter aristocrático colonial que posterior a la emancipación continuó manteniendo el poder en todo aspecto, esto porque el proceso de independencia fue dirigido en lo político, lo ideológico y lo  militar  por este grupo, se pretende entonces así ocupar el concepto de elite como sinónimo de grupo dirigente, grupo rector, oligarquía o aristocracia. Este grupo rector presenta algunos nuevos rasgos en su conformación como consecuencia del proceso emancipatorio. Dentro de aquella elite encontramos a políticos,  ideólogos, terratenientes, comerciantes  y empresarios mineros, sumándose a ellos el  cuerpo de oficiales del ejército patriota que eran los que en realidad poseían el total control de este, sea en el mando o en el ascendiente sobre la tropa, en ese sentido el ejército chileno era fiel reflejo de la estructura social de la época, un grupo de oficiales al mando de la tropa enganchada voluntariamente o en casos por la fuerza, que provenía por lo general de los estratos bajos y que se hallaba muchas veces mal pagada. De esta manera el  grupo de oficiales era parte de la elite, una parte importante teniendo en cuenta su rol  y por tanto compartía con esta la idea de impulsar un proyecto nacional.

Todo lo anterior nos muestra una elite diversa, ya sea en lo político donde encontramos antiguos partidarios del rey (monárquicos)  patriotas (republicanos), federales, centralistas, personalistas o “frondistas”, conservadores y liberales. Esta heterogeneidad de ideas pero no de composición social hizo que durante este periodo donde habían de tomarse grandes decisiones, la elite tuviera dentro de ella grandes conflictos en el campo ideológico, y político donde el ejército como parte de esta clase dirigente  no podía abstraerse por diversos motivos que se relatarán más adelante y por el cual estaba intrínsecamente relacionado con la elite. Pero a pesar de estos conflictos que “con tener momentos de extremada violencia no quebraron en profundidad las relaciones al interior de la elite chilena”[13] no hubo ni dictadura, ni militarismo, y ninguno de los hombres que detentaron el poder ejercieron acciones terroristas y el ejército tampoco se prestó – y es de suponer que tampoco se hubiera prestado- para cometer aquello, a esto se sumaba que por diversos motivos la clase dirigente se encontraba intrínsecamente relacionada entre sí.

En este sentido el ejército chileno creado para los avatares de las guerras de independencia daría a formación de un nuevo grupo social muy distinto al de la época colonial; este último que estaba dividido en dos partes, por una el ejército real que venía desde España con tropas de línea y oficialidad española nombrada desde la metrópoli y por otro las milicias  cuya base social no difería mucho del ejército patriota pero que en su cuerpo de oficiales de alto grado se encontraban los mismos terratenientes y comerciantes criollos los cuales eran los únicos candidatos para acceder por la baja retribución económica del cargo ya que  “por falta de organización y financiamiento, los militares vivían en una condición precaria, sometidos a la competencia eventual de un sub oficial, recibían además un sueldo muy modesto, estable desde el siglo XVIII”[14].

 A raíz de la guerra de independencia surgen el ejército chileno y la oficialidad militar como elementos para independizar al país de España y para proteger dicha emancipación. La participación de estos en un proceso político, les había dado la oportunidad de participar en la organización del estado. Estos nuevos personajes surgieron al mando del ejército patriota  ya pertenecían a la élite, pero no a la más influyente y poderosa, “Algunos ascenderán a la oligarquía, pero en función de los servicios prestados en los años de independencia y no antes (…) estos militares correspondían en realidad a una elite de base rural con un modesto nivel de vida”[15] eran en el fondo una  baja aristocracia por decirlo en cierto sentido, muchas veces despreciada por la más influyente en cuanto no participaba claramente de la dirección política y económica de la colonia , o porque tampoco poseía amplias riquezas ni contactos, o porque su origen no era “normal” (ver el caso del “huacho” O’Higgins como le denominaban) ; pero todo esto con la guerra cambió, ya que a través de los méritos, los sacrificios y el heroísmo desplegado exitosamente como ya sabemos  en los campos de batalla, lograron conformarse en un grupo con una identidad propia, desplazando en gran parte una vez finalizada la guerra de independencia a la aristocracia colonial en el ejercicio de manejar los asuntos de estado, más que mal era su espada la que había liberado a Chile del dominio español. Así hombres como O’Higgins, Freire, Prieto, Blanco Encalada, Lastra, Borgoño, de La Cruz, entre otros creían que era su deber como hombres que habían denotado la mayor preocupación por la obra independentista  proyectarla a futuro , tal como ocurrió con el gobierno de O’Higgins , de Freire y de Pinto donde las obras materiales e intelectuales de los mismos expresan este sentir (bibliotecas, escuelas, sistema educativo, libertad de vientre, imprenta, el periodismo, salida e inserción de Chile al exterior etc.).

Era por tanto  natural que aquellos planes resultantes fueran  dirigidos por muchos de estos oficiales y que a su vez fueran  apoyados  por gran parte de la aristocracia (elección de Freire, de Blanco Encalada, de Pinto como primeros mandatarios y otros tantos militares en ocupaciones parlamentarias y de cargos públicos electos) ya que de las filas de esta pocos hombres tenían renombre como para contrarrestar el influjo conquistado tanto por los ideólogos como por los militares en el proceso de emancipación, es así que la aristocracia como medio de templar el ambiente (por los conflictos debido a su heterogeneidad económica y territorial) escogió a hombres neutrales, o si se quiere a árbitros, los cuales por medio del control del estado lograrían el equilibrio entre los grupos político – económicos, no beneficiando a todos o a ninguno y manteniendo así el status quo en el interior del país, cuestión que por ejemplo no ocurrió en otros países, como lo es el caso de Bolivia, donde el poder lo retuvo la elite agraria mientras la elite minera de mucho mayor poder económico quedo subsumida a los intereses de esta con toda una serie de problemas de caudillismo y revueltas en el país altiplánico durante todo el siglo XIX.

Ahora entre los factores que permitirían explicar que la elite haya cedido pacíficamente las cuotas de poder a los líderes militares como se ha indicado anteriormente podemos encontrar en primer lugar las guerras de independencia, ya que quienes habían obtenido la “gloria y el triunfo”, eran los militares, ya que desde 1810 cuando se decreta la creación de nuevos cuerpos militares hasta 1826 cuando se ocupe Chiloé integrándose al país, fueron quienes crearon los cuerpos del ejército, les dieron instrucción, organizaron las expediciones y campañas, siendo los que estaban en la línea de fuego y morían.

En concreto mientras el grupo rector de la sociedad se dedicaba a lo teórico es decir cómo debía ser la naciente república y bajo que ideales políticos debía adoptar, el ejército  se dedicaba a lo práctico, era este el que con las campañas de la expedición libertadora al Perú, las campañas de la llamada guerra a muerte, las dos expediciones a Chiloé, los movimientos revolucionarios del año 23 y 29, lograba modificar el juego político creado por la emancipación y su proyección,  es así que en un primer momento lo conquistó (1810 -1818) en un segundo lo aseguró ( 1819-1826) y en un tercero lo organizó (1826-1830). Por tanto la elección natural y de sentido común de quienes debían encabezar la dirección del estado tenía que recaer en los soldados, era un premio legítimo reconocido por toda la sociedad (incluyendo los sin derecho político) y la elite lo aceptó, más que mal los oficiales que dirigían aquel ejercito eran de sus filas y siempre habrían lazos y relaciones lo suficientemente fuertes como para evitar que el ejército instaurara un régimen militarista que ocluyera a la elite, cuestión que no sucedió por el rol de arbitro que asumió el ejército como se ha visto.

Lo anterior no obstante, no implicó para todo el periodo una aceptación con fe ciega por parte del grupo más conservador de la nueva ocupación política de los militares. Ya una vez terminado el gobierno del Director Supremo Bernardo O’Higgins “los hacendados y la mayoría de la elite política; habían desarrollado una actitud muy crítica sobre los militares y sus acciones públicas, en verdad puede hablarse de un malestar social,  desde el último año del gobierno del general O’Higgins”[16] En estos casos este grupo más conservador de la elite intentó movimientos militares contra el poder establecido, quienes dirigían aquellos movimientos eran oficiales sin prestigio, olvidados y sin gloria militar, en esta categoría caben personajes como Enrique Campino  o Pedro de Urriola[17]. La élite descontenta o mejor dicho las facciones y bandos políticos de la época lo que hicieron fue incentivar su descontento y lisonjearlos para que encabezaran los motines y sublevaciones a favor de aquellos grupos que actuaban como sus benefactores. El caso de Campino que instigado por diputados de la república sublevó a algunas tropas en la capital en Enero de 1827 e ingresó al congreso a caballo desalojándolo y las dos sublevaciones de cuerpos por parte de Urriola entre 1828 y 1829  son los más célebres, estos hombres en realidad actuaban movidos más que nada por convicciones personales y políticas por sobre las de tipo nacional y  a pesar de ser fallidos sus intentos posteriormente recibirían su paga cuando existiese un régimen conformado por aquellos hombres que fueron sus benefactores, Pedro de Urriola por ejemplo fue jefe del batallón voluntario Colchagua en la guerra contra la confederación Perú - Boliviana, resultando sorprendente esta escalada por cuanto había sido dado de baja del ejército patriota por su malas conductas, impropia de un oficial.

Un segundo factor para considerar son las relaciones sociales, tanto en la elite de viejo cuño como la de nueva, se establecieron contactos por medio del parentesco creando verdaderos grupos familiares, muchos de los cuales databan de la colonia, estas aceptaciones tácitas de alianzas o apoyos  se hacían reales por medio de la institución matrimonial.  Así esto evitó que el ejército iniciara una época de matanzas, fusilamientos, proscripciones  ya que todos en cierta medida constituían una gran familia, que en algunos casos ocupaban gran parte de la oficialidad de los cuerpos como fue el caso de la revolución de 1829 donde el ejército del sur estaba comandado por la familia Prieto – Bulnes lo que hizo más segura la sublevación por lo lazos existentes entre estos hombres formados en los bravos campos de batalla de la frontera.

Pero lo anterior no impedía matrimonios con el “enemigo” como prueba el hecho de que Manuel Bulnes Prieto se casara con la hija del general Francisco Antonio Pinto, eran capaces de atacarse duramente pero jamás de llegar al aniquilamiento, otro de estos casos fue el del oficial francés Benjamín Viel Gometz[18] que se casó con Luisa Toro miembro de una vasta familia liberal y justamente nieta del Conde de la conquista creándose lazos entre una familia local de extirpe y los herederos de los gloriosos ejércitos de la revolución francesa. Por lo mismo esto demuestra la capacidad de las elites para atacarse entre sí con extrema dureza y llegar hasta el conflicto armado, pero no exterminarse,  esto porque las  relaciones enfriaron el ambiente que a la luz de los sucesos debiera haber sido mucho más agresivo y violento, pero el ejército que controlaba la situación siempre se mostró moderado  y conciliador, así nuestro país jamás tuvo que presenciar crímenes perpetrados contra sus mismos connacionales evitándose así la anarquía y el militarismo.
ESQUEMA SOBRE LAS RELACIONES SOCIALES ENTRE MILITARES




Un tercer punto lo constituye la heterogeneidad de la elite en el apartado económicotcales eran a su vez acuerdos t y como esto se relaciona con la asunción del ejército al poder. Hemos dicho que en Chile existían tres grandes grupos productivos, los terratenientes que geográficamente estaban en el sur del país y requerían un estado que les ayudara a crear nuevos mercados para la exportación, y un ejército que defendiera los núcleos productivos de bandoleros y bandas armadas como los Pincheira, estaban los mineros que se ubicaban en el norte chico y requerían políticos que favorecieran la exportación de los minerales e importación de maquinaria útil y finalmente estaba el grupo mercantil que requería orden interno para generar confianza internacional en nuestra economía y a su vez requería centralismo para tratar de controlar el mercado interior.

Entre todos los grupos convergían en  la libertad del comercio exterior, pero con esto poseían  intereses de grupo que se oponían entre si, en el caso chileno nos indica que estos grupos  lograron ponerse de acuerdo para crear una institucionalidad duradera que se logró con la asunción de Portales, pero antes de aquello, que es el periodo que nos interesa lograron ponerse de acuerdo de manera pacífica a sus problemas, así es el caso de cuando surge el movimiento en 1822 que derrocó a O’Higgins y movilizó al ejército del sur, Concepción ( Agrícola), Coquimbo (minería) y Santiago (Mercantil) se pusieron de acuerdo para que Freire por el prestigio y honra que poseía dirigiera el estado, confiaron en que el ejército sería capaz de temperar y administrar correcta y equitativamente las disputas que pudieran surgir entre estos grupos, todo esto porque el ejército no poseía un marcado rol productivo y sus hombres estaban por encima de estas peleas, el ejército así fue concebido como un justo y recto arbitro de las posiciones económicas y evitó a Chile lo males de otros país como el de Bolivia donde los agricultores tenían el poder político mientras los mineros poseían el económico y crearon sublevaciones, motines, alzamientos para derrocarse y debilitarse los unos a los otros.  Esta es la causa de que en Chile entre 1823 a 1851 se haya confiado el gobierno a célebres hombres militares en su gran mayoría.

4         Los Hechos en su lógica: Los movimientos políticos militares 1823 -1830


El día 28 de enero de 1823 a raíz de un movimiento cívico y militar, O’Higgins  que se había ganado la odiosidad de la aristocracia chilena por sus medidas un tanto liberales fue obligado a abdicar.

 Ese mismo día en el consulado se organizó una reunión de notables a la que el General O’Higgins fue conminado a asistir para solicitarle su renuncia, al tiempo que las tropas  de la guardia directorial se declaraban en rebeldía, negándose a acatar cualquier orden que implicara un desenlace violento al conflicto. O’Higgins, después de reflexionar decidió presentarse en el consulado y en una épica sesión dejaría el cargo señalando: "Ahora (quitándose la banda presidencial) soy un simple· ciudada­no. En el curso de mi Gobierno, que he ejercido con una grande amplitud de autoridad, he podido cometer faltas, pe­ro creedme que ellas habrán sido el resultado de las difíciles circunstancias en que me tocó gobernar y no del desahogo de las malas pasiones. Estoy dispuesto a contestar a todas las acu­saciones que se me hagan; y si esas faltas han causado desgracias que no puedan purgarse más que con mi san­gre (desabotonando su casaca), tomad de mí la venganza que queráis. Aquí está mi pecho. (La multitud: "¡Nada tenemos contra vos! ¡Viva O'Higgiris!") Bien sabía que con justicia no se me podía acusar de faltas  intencionales  cometidas en mi Gobierno. No obstan­te, este testimonio me alivia del peso de las que hubiera cometido sin conocerlas. Mi presencia ha dejado de ser necesaria aquí."[19]

En la misma sesión donde el libertador dejaba el cargo, se nombraba una junta gubernativa provincial que intentó ser nacional, esta junta estaba integrada por tres prominentes vecinos de la capital: Agustín Eyzaguirre, José Miguel Infante y Fernando Errazuriz, hombres moderados pero carentes de mando en las críticas situaciones que vivía la república. Esta junta inició prontamente el envío de credenciales a las provincias para que la aceptaran como nacional pero las negociaciones no fructificaron, las provincias veían en ella el ánimo centralista y dominador de la capital. El movimiento medular de esta trama se desarrolló en Concepción, la cual estaba  en armas desde diciembre de 1822 contra O’Higgins, al momento de la abdicación de este, habían negociaciones para socorrer militarmente el sur, pero con la caída de Director Supremo quedaron cortadas las negociaciones, la asamblea provincial de Concepción decidió no reconocerla y otro tanto hizo Coquimbo, el ejército del sur dirigido por el general Ramón Freire y Serrano se embarcó hacia Valparaíso donde llegó el 6 de febrero, esos días se le unieron tropas de Colchagua y Coquimbo, y otras milicias locales que no reconocían a la junta de Santiago como junta de gobierno de todo el país, este parecer es el expresado en el sentido de que una junta capitalina significaba el control de la clase mercantil capitalina por sobre la agrícola de Concepción y la minera de Coquimbo  subyugando sus intereses y por tanto los de las elites locales, en el fondo lo que buscaban estas provincias era la defensa del status quo que ya ha sido mencionado anteriormente mediante la asunción al poder de un individuo que fuera un árbitro justo, para Coquimbo y Concepción este personaje era Freire por el carácter de hombre moderado que le rodeaba. El día 15 de febrero Freire  llegaba a Santiago con las tropas exigiendo el pago de sueldos atrasados y la ayuda prometida al sur contra la guerra que aún se desarrollaba allá. Inmediatamente se iniciaron negociaciones entre Santiago y los representantes provinciales entre los días 17 y 21 de febrero, este último día se acordó que se crearían un congreso de plenipotenciarios compuesto por un integrante de cada provincia, a su vez se creaba un acta de unión de las provincias en la cual se decía que Chile  era un estado unitario y otras reglas administrativas que no es tema aquí tratarlas, este congreso acordaba el 31 de marzo elegir al general Don Ramón Freire como Director Supremo del Estado, el 4 de abril este juraba ante los plenipotenciarios y el día 6 se elegía un senado conservador, se restablecía el orden sin necesidad de disparar un tiro.

Este hecho, importante por la trascendencia que tendría después de 1823, así como la resolución tomada por O’Higgins de evitar una guerra civil y también por la protección que Freire hacia de las provincias, inició un periodo de efervescencia en la cual participó el ejército por todos los factores ya descritos. Por lo mismo, claramente no puedo sustraerse, esta participación en acontecimientos de sedición y violencia, pero así también mayoritariamente en el restablecimiento del orden legal y constitucional, llevó a muchos historiadores tradicionales (basándose sólo en la sedición y no en su contraparte)  a denominar al periodo como anarquía, sin evaluar en su justa causa cada acontecimiento como se pretende realizar a continuación. Cada uno de estos hechos posee motivaciones propias y de su estudio podrán desprenderse algunos patrones necesarios para el entendimiento del rol del ejército en su conjunto dentro del periodo y la participación en la organización nacional y del estado, cuestiones que se analizaran a continuación de describir los sucesos en que se vio envuelta la sociedad chilena a raíz de la renuncia de O’Higgins. A continuación en una serie de puntos se abordará cada uno de los hechos insurreccionales donde el ejército tuvo alguna participación.

4.1         Perturbaciones políticas en Santiago


Tanto Chile como otros países americanos tenían en el momento de la abdicación de O`Higgins  una expedición en el Perú tratando de derrotar el último baluarte realista. A inicios de 1824 llegaron las noticias de la recuperación realista de Lima,  la ocupación por Rodil del Callao, y la miseria de la tropa enviada, temas que repercutieron negativamente en la población que se asustaba al ver como la presencia realista podría significar una nueva llegada de tropas desde España. A todo lo antes descrito se sumaba lo difícil e intricando de la recién aprobada constitución de 1823 que hacía casi imposible su completa utilización y la fracasada expedición del general Freire a Chiloé. Esto repercutía negativamente en la imagen que proyectaba el Director supremo.

Cuando el 14 de junio este volvía a Santiago con las malas noticias de la fracasada primera expedición a Chiloé se encontraba en una pésima posición, gobernando un país con serios problemas en la defensa de su soberanía e independencia, con unos cuerpos institucionales que no apoyaba su función y que se negaba a prestar auxilio al ejército falto de pertrechos y que necesitaba nuevos bríos para continuar las campañas del Perú y Chiloé. Freire sintiéndose totalmente agobiado y no viendo posibilidad de salvar la situación presentó su renuncia al senado el día 14 de Julio de 1824 por  los  motivos reseñados.  

El día 19 el senado decidiría si aceptaba o no la renuncia. Cuando comenzaba a sesionar aquel día en la mañana, una turba  se organizó en torno al edificio del senado (actual museo histórico nacional) gritando consignas contra la constitución y favor de Freire y sus ministros (Pinto y Benavente). El cuerpo legislativo asustado pidió auxilios a Freire pidiéndole que disolviera los manifestantes, la respuesta no se hizo esperar “El General que suscribe, decía Freire, ha sabido también que en las casas consistoriales se reúnen los ciudadanos de esta capital. Ha prevenido en la orden del día a los cuerpos militares  que se mantengan en sus cuarteles, prohibiéndoles mezclarse en las deliberaciones populares. Con este conocimiento, el Senado podrá tomar las medidas que crea convenientes”[20] Freire daba la primera muestra del respeto a la legalidad que poseía el ejército ante hechos de índole social, la represión no sería su bandera, ni tampoco la de permanecer él en poder amparado en las bayonetas, así como aprovechar un suceso para la solicitud de poderes especiales y erigirse en dictador. Finalmente en una debate desarrollado en el senado donde participaron senadores y ministros, se adoptó suspender algunas partes inaplicables del cuerpo legal de 1823 llamándose a elecciones, nuevamente se llegaba a una solución sin sangre, evitado esto como se ha señalado por el ejército. Santiago sólo estuvo paralizado cinco días.

4.2         Movimientos por miseria de la tropa


El senado que había surgido de la ya mencionada jornada del 19 de julio  de 1824 en la cual se suspendió el cuerpo legislativo de 1823 se había mostrado igual o peor en la comprensión de los asuntos del estado, poco a poco las provincias perdieron la fe en este y comenzaron a retirar sus representantes. En lo que respecta al ejército siguieron la misma senda: los soldados seguían teniendo hambre y no recibían paga desde hace casi un año por la precaria situación del erario público. Las tropas en Santiago las cuales eran el batallón Nº7 dirigido por Rondizzoni[21], el Nº8 por Beaucheff, la caballería bajo Viel  y la artillería bajo Borgoño, preocupadas por no tener que comer señalaron que de no atender su situación saldrían al campo a procurarse su alimentación como lo señalaba el ministro del interior Francisco Antonio Pinto el 12 de abril de 1825 al senado, esta corporación comenzó  una campaña contra dichos oficiales, pero la presión de estos fue tal que el senado no pudiendo hacer nada para ayudar decidió auto disolverse, para dar paso a una nueva legislatura.

Sin duda puede aducirse que esta acción es caudillistas por parte de los hombres de armas, pero también es necesario entender que un ejército sin sueldos y sin comida difícilmente podría ser efectivo y cumplir su función dentro de la consolidación del estado, pero a esto se sumaba que los cuerpos políticos deliberantes negaban toda solución o se resistían a solucionar los problemas al ejército, la acción de Rondizzoni, Beaucheff, Viel  y Borgoño se enmarca solo en un movimiento peticionista.

4.3         Junta gubernativa, consejo directoral, golpistas y Chiloé.


Cuando en mayo de 1825 se disolvió el congreso se hizo un llamamiento a una legislatura nacional. En la asamblea de Santiago donde debían nombrarse aquellos legisladores el día 13 de julio, se inició un áspero debate sobre el mal manejo que hacia el gobierno del estado y en vez de elegir aquellos representantes se dispusieron a formar una junta de gobierno que asesorara a Freire compuesta por José Miguel Infante, José Antonio Ovalle y Carlos Rodríguez. Freire al día siguiente declaró aquella junta como ilegal por cuanto no había cabida para las provincias pero por la presión de las grandes familias santiaguinas tuvo que aceptarla, en el intertanto las provincias sentían lo mismo que en 1823: Santiago quería centralizar el poder.

La señalada junta solicitó la remoción de todos los funcionarios nombrados por el gobierno pero Freire se negó llamando a elecciones del nuevo congreso nacional que comenzó su sesiones la primera semana de septiembre, las provincias se resistieron a enviar sus representantes y el congreso conformado por mayoría de gente de Santiago se dio el título de provisorio, era extremadamente necesario que sesionará el congreso por cuanto debía aprobar las campaña a Chiloé del año 1826. Esta expedición fue aprobada con un inconstitucional “pero”, el cual era que el general que mandase dicha expedición lo nombraría el senado. Ante este orden de cosas aumentó la pugna  entre poderes del estado cuando justo una revuelta en Valparaíso obligó Freire a enviar tropas para calmar la situación, el senado nueva e ilegalmente quiso detener aquel movimiento de tropas. Para herir aún más el prestigio del general Freire el senado solicitó juramento a los generales Viel, Rondizzoni, Beaucheff y Sánchez al senado, esto era ilegal por cuanto las tropas dependían del director supremo según la constitución, era la cúpula santiaguina que quería dominar el aparato político quien desencadenaba aquellos sucesos para desestabilizar a Freire y hacerlo caer.

Freire dándose cuenta que el senado quería destituirlo a toda costa, escapó de Santiago el 6 en la noche rumbo al sur, donde las provincias se negaban tajantemente a la obra de aquel cuerpo legislativo, el senado el 7 al notar su ausencia lo destituyó y nombró director supremo provisorio al Coronel Santiago Sánchez. Ese mismo día en los cuerpos que habían prestado juramento se inició una operación contra aquel por cuanto la tropa y oficialidad estaban descontentos por como el senado hacía las cosas es decir se movía nuevamente por el restablecimiento de la juridicidad y el respeto de la ley más que por infringirla, todos los cuerpos excepto el de Sánchez comenzaron a salir de la capital para unirse a Freire el día 8, ese mismo día Freire entró a Santiago se reunió con el coronel Sánchez el cual se dio cuenta de su error y se rindió nuevamente sin tiros ni sangre, en este sentido quedan patentes que es como un sector de la elite política la que de toda forma quiere aprovechar su influencia para controlar el Estado y librarse así de sus enemigos, Freire que rectamente había guiado los asuntos públicos se veía entrampado en su obra por aquellos sucesos, estos eran los que no le dejaban actuar, pero así como aquello constituye el aspecto negativo es innegable que el ejército en estos casos no fue sedicioso, sino que al contrario pretendió siempre servir a la constitución que había jurado cumplir e intentó mantenerse al margen de lo posible de estos asuntos, pero nuevamente era imposible que la institución se sustrajera a esto en tiempos apremiantes, más que mal estos traspiés hacían detener la operación de desalojar a los españoles de Chiloé, la última gran empresa de las guerras de independencia.

Freire entonces una vez solucionado los problemas nombró un consejo directorial que gobernaría en su ausencia  y partió de campaña al sur el mes de noviembre, ya a fines del año 1825 inició su avance desde Valdivia hasta Chiloé que terminaría con un éxito para las armas chilenas completándose la obra de independencia chilena y americana en la cual las fuerzas armadas chilenas cumplieron un gran papel.


4.4         Sublevación de O’Higginista de Chiloé.

 La conquista de Chiloé y su anexión final al territorio chileno el 29 de enero de 1826 trajeron consigo la inserción de la Isla al naciente estado chileno. Pewro esta anexión no fue tan pacífica, abría una nueva región de donde podrían sugir movimientos insurreccionales. De hecho el expatriado en el Perú Pedro Aldunate hermano de Santiago Aldunate comandante y gobernador de la isla de Chiloé después de su anexión la república de Chile a inicios de 1826, llevaba cartas y credenciales de O’Higgins –engañado este- para iniciar una rebelión. El gobernador no se plegó a las ideas de su hermano y se embarcó rumbo a Valparaíso, mientras en la isla el batallón Nº4 y una brigada de artillería se sublevaban. En junio de 1826 se iniciaba la expedición de castigo dirigida por Santiago Aldunate que desembarcando a principios  de julio en la isla lograba a los primeros disparos lograr la rendición de los cuerpos insurrectos el día 16 de Julio. Quien nos da  el relato de participar en aquella expedición es el general teniente general Guillermo de Vic Tupper en su diario militar el cual señalaba que

“Era evidente la necesidad de destruir la semilla de la disolución y de poner punto final a esta revolución con mano fuerte. El Gobierno indicó el 6 de junio al graduado teniente coronel Tupper que se embarcara hacia Chiloé, a objeto de cumplir ese designio. Este dejó Santiago el 9 de junio y llegó a Valparaíso el 14, al mando de sus tropas, compuestas por las compañías de granaderos de los batallones Nº 1, Nº 7 y Nº 8, de ochenta y cinco hombres cada una, y de una compañía regular Nº 1, a, con sesenta hombres más.”[22]

La campaña como el mismo relata será corta, pues los sublevados tenían baja moral, pocas comunicaciones y el movimiento no tuvo mayores adeptos así es que las operaciones fueron cortas y sin derramamiento de sangre tal cual como lo menciona el citado Teniente Coronel

Llegó una carta insolentísima de los oficiales del Nº 4, ofreciendo entregarse sin resistencia si se les confirmaban sus empleos. Fuentes nos envió otra proponiendo entregar la ciudad de San Carlos con tal que se le perdonase la vida. A ambas comunicaciones se dio una respuesta similar: que no se entraba en tratados y que se exigía una rendición a discreción.(…) En la mañana del 20 me trasladé con la columna de granaderos desde Agüi hacia San Carlos. Se vieron flotar en las inmediaciones varias banderas blancas. El capitán Silva, de la Artillería, fue enviado adelante a recibir las armas y municiones del Nº 4; todo se entregó sin resistencia. La columna de granaderos desembarcó sin oposición. El caudillo Fuentes y los oficiales del batallón Nº 4 fueron hechos prisioneros, concluyendo así felizmente la campaña.”[23]

En este sentido la campaña contra la sublevación de Chiloé representan lo idéntico a los movimientos ya mencionados, un grupo por medio de consignas y proclamas logra adherir a una parte del ejército a una sublevación, pero las pasiones se encuentran con tan poco arraigo que esta es resuelta de inmediato sin necesidad de disparos ni de ningún tipo de enfrentamiento armado.

Los instigadores en ningún minuto son militares, son civiles, en lo principal políticos que creen que con esto podrían arrastrar al resto de los  jefes militares a una sublevación de carácter general, cuestión que como se ha visto en los casos anteriores y en este particularmente no resultó positivo, de hecho la exhortación de la imagen de O’Higgins no sirvió tanto como se esperaba, estae a pesar que contaba con partidarios de su regreso entre los militares no logró convocar a ninguno para secundar esta sublevación, los oficiales de más alta graduación a pesar de las lealtades personales se mantuvieron impertérritos en sus puestos e inamovibles en la defensa del régimen político instaurado, era la muestra segura de la defensa del ejército del orden establecido, en este sentido vale recalcar que uno de los legados de este periodo de organización nacional por parte de la institución militar fue que esta en ningún momento comprometió el proceso de la conformación del estado, pues de haberlo hecho se hubieran planteado cambios de mandatarios por la fuerza de las armas así como depuraciones sucesivas del cuerpo político y militar siguiendo una lógica pendular por cuanto habría iniciado un periodo de violencia que sin duda hubiera atrasado el progreso general del país en todas sus dimensiones. Sin duda los movimientos anteriores son más bien puntuales si los comparamos con los que se sucedieron después de 1926.

4.5         Movimientos federalistas en San Fernando y Colchagua durante 1826 - 1827


El 14 de julio de 1826 habían sido aprobadas por el congreso las llamadas leyes federales donde la República de Chile se constituía como un régimen federal, aumentándose el número de provincias[24] y dotando a a estas de autoridades electas así como de autonomía en muchos asuntos. Estas leyes no pudieron aplicarse por las dificultades económicas por las cuales atravesaba el país, así como por que este cuerpo legal funcionaba sin existir con una constitución política. En este mismo proceso asume como primer presidente de la república el Mariscal de Campo[25]Manuel Blanco Encalada asumiendo su cargo en Julio de 1826, pero renuncia en un par de meses debido a la conflictiva situación creada por estas leyes y su aplicación.

Una de las innovaciones que promovían dichas leyes es que los intendentes serían electos localmente, pero esta disposición fue derogada a inicios de 1827. El primer intendente enviado por el gobierno central en estas condiciones, en la provincia de Colchagua, fue el Coronel Don Francisco Gana el día 3 de agosto de 1827.

El intendente al asumir no contaba con la oposición a su nombramiento de los gobernadores de departamento  Feliciano Silva en San Fernando e Isidoro de la Peña en Curicó que por medio de medidas imparciales arrestaban a sus detractores y cometían una serie de medidas vejatorias hacia los mismos, Gana para no generar más suspicacias renuncia al cargo y la provincia de Colchagua queda dividida en dos gobiernos el de San  Fernando y el de Curicó, mientras dentro del departamento de San Fernando los partidarios del gobernador y sus detractores se enfrentaban armadamente en encuentros causales el 31 de Diciembre de 1827 y el 1 de Enero de 1828. Estos desordenes terminaron cuando llegó a la zona el batallón Nº6 Maipo, al mando del Teniente José Patricio Castro que puso momentáneamente en orden la provincia.

Como bien apunta el historiador decimonónico Barros Arana “Aquellas correrías que sembraban la consternación y la alarma en todos los campos, y que obligaban a los propietarios pacíficos a abandonar sus haciendas para acogerse a Santiago, sólo pudieron ser contenidas después de más de un mes de confusión y de desorden, por la intervención dé la tropa de línea, y sobre todo del escuadrón de caballería que había acudido”[26]  Una vez restablecido el orden y vuelto a ser gobernador Feliciano Silva este eligió intendente de manera ilegal al coronel graduado Don Salvador Puga, este sólo poseía algunas fuerzas milicianas que un encuentro a las afueras de San Fernando con el ya nombrado batallón Nº6 y algunas tropas de caballería fueron totalmente derrotadas se depuso a Silva y a Puga, mientras Castro quedó como intendente provisional y se pudieron realizar las elecciones del 24 de mayo calmadamente.

 

Todos estos movimientos de la zona central del país, y por tanto del núcleo productivo y de población, fueron realizados por pequeñas unidades del ejércitos (Batallones) y apoyado en gran parte  por milicias, estas últimas de tan poco poder combativo que era dispersadas a los primeros enfrentamientos y de las cuales muy poco se podía confiar en el tipo de guerra convencional que se libraba en la primera mitad del siglo XIX.

Por  otro lado llama la atención que el paupérrimo estado de las finanzas públicas hacían daño a la moral, los hombres impagos hace meses debían para sustentar a sus familias aceptar los pagos que se les hiciesen. Pronto el bando instigador conservador se daría cuenta que con los movimientos de tropas milicianas reunidas apresuradamente no llegaría muy lejos, de hecho muy poco había logrado realizar, salvo  detener la acción gubernativa por uno o dos días, por lo que iniciaría las manera de atraerse algunos oficiales del ejército profesional, cuando aquello estuvo consumado, los errores de liberales y conservadores de iniciar maniobras dudosas en las elecciones de parlamentarios y presidenciales prenderían la chispa de la revolución de 1829, pero para eso serían necesarios dos años en que nuevamente se pusiera en duda el orden establecido, siendo nuevamente este asegurado y defendido por el ejército el cual no mostró fisuras al respecto.


4.6         El Motín del 24 de Enero de 1827 dirigido por Enrique Campino

                    
Después de la campaña de 1826 en Chiloé, Freire renunció indeclinablemente al mando, siendo sustituido como ya se ha señalado por Manuel Blanco Encalada.

Para enero de 1827 el descrédito del sistema federal era tal que desde el congreso nacional se habían aprobado varios proyectos tendientes a debilitar aquel sistema estatal. Esto no significaba que aún no hubieran adeptos a este sistema en el parlamento, de hecho habían y se encontraban muy descontentos por la situación e intentaron inclinar la balanza a su favor instigando una motín que cambiara los dirigentes del poder ejecutivo por otros más adeptos a su causa.

La época era propicia la mayoría de la guarnición de la capital se encontraba junto al general Borgoño en el sur reduciendo a los Pincheira.  En Santiago el general de armas mariscal de campo Don Francisco Calderón sólo podía disponer de un escuadrón de guías al mando del teniente coronel Pedro Acosta y del batallón Nº7 comandado por Nicolás Maruri el cual como ya se ha visto en otro apartado poseía vínculos familiares con los Prieto.

Así, que teniendo en cuenta esta situación, los diputados federalistas Santiago Muñoz Bezanilla, Juan Fariñas, Ignacio Molina, Francisco Fernández y José María Novoa acudieron a otro diputado, también federalista, que había sido coronel durante la guerra de independencia pero que en aquellos tiempos,  por su mala conducta había sido apartado del ejército y que, por lo mismo, no tenía mando activo. Este hombre era Enrique Campino y aún poseía amigos en el ejército lo suficientemente revoltosos como para apoyarlo como el Coronel Diego Guzmán, Sargentos mayores Francisco Latapiat, Tadeo Quezada y José María Manterola

Los insurrectos pusieron en marcha su plan en la noche del 24 de Enero, Acosta al mando de sus guías se plegó de inmediato al movimiento y arrestó al comandante de armas, el cual tuvo que firmar con una pistola en el pecho una orden para el Nº7 en la cual se le ordenaba a Maruri plegarse a la sublevación,

En tanto  Campino ocupó algunos edificios públicos, emitió una proclama en la que “declaraba ·del modo más solemne resolución de conservar el orden y la tranquilidad pública y de evitar toda violencia, ella no podía calmar la inquietud del pueblo en presencia de un motín sin objetivo definido  y capitaneado por hombres que no podían inspirar confianza sobre la elevación y  rectitud de propósitos”[27]  y se autodenominó Capital general de la provincia de Santiago. Pero sus bravatas en ningún momento lograron amilanar a la opinión pública  que no lo secundó y tampoco el congreso dejó de sesionar, hasta que Campino con una compañía de fusileros entra a caballo al edificio del congreso y detuvo la sesión que se desarrollaba en la mañana del 25. Pero esto no fue impedimento para que en la tarde de ese día el congreso estableciera lo siguiente:

El congreso nacional con fecha 25 de este mes ha decretado lo siguiente:

Art 1.- El capitán general Don Ramón Freire se encargará del mando político; militar de la república hasta que se elija otro por congreso.
Art2.- Posesionado del mando decretará la libertad de los individuos que se hallen en arresto, mandándoles comparecer y encargándoles por el bien de la nación un absoluto olvido de los agravios”[28]

Freire se trasladó a Colchagua y reunió tropas de las provincias, ofreció indultos a los facinerosos los cuales al darse cuenta que no poseían apoyo comenzaron a rendirse. A esto se sumó que “El mayor Maruri, por otra parte, se  juzgaba víctima de un engaño: su espíritu tranquilo de obediencia leal al gobierno, no podía avenirse a estar sirviendo de instigador de un motín contra, el cual seguía pronunciándose la opinión pública. Habiendo oído las insinuaciones de algunos de los hombres más adversos a aquel movimiento, Maruri se ofreció a ejecutar una contrarrevolución.”[29] Se le hizo un pago a la tropa y esta de inmediato abandonó a Campino el cual quedó aislado. Para no exacerbar los ánimos el 12 de Febrero se decretó un indulto general, volvía a tranquilizarse la situación a costa de indultos que a pesar de su magnanimidad sólo hacían que los mismos instigadores tuvieran nuevas oportunidades de complotar, este es uno de los aspectos de por qué se explicaría también la revolución de 1829 y la constitución de 1833.  Problema no achacable al ejército sino a la buena creencia de muchos liberales. (Freire, Pinto, etc.)

La moderación que hicieron gala los jefes militares permitió por un parte que volvieran a agitarse las aguas, por más que mostrasen el apego a la ley y  un espíritu de unidad el país se resentía de aquello, muchos comenzaron a darse cuenta – influidos o no por estos hechos- que requerían un régimen mucho más duro que diera una verdadera seguridad interna, este fue el origen de la mayoría de las ideas de Diego Portales y del grupo denominado estanquero.  Estos unidos a los O’higginistas, y al grupo más conservador iniciaron labores de insurgencia dentro de algunos cuerpos de milicias que más que subordinados del ejército dependían de los grandes hacendados y terratenientes, el ejército y el cuerpo de oficiales no poseían poder de mando ni ascendiente sobre dicha tropa que servía ante todo a sus patrones los cuales la utilizaron para su beneficio personal, en este caso las insurrecciones de la zona central por ejemplo tenía como fin desestabilizar al gobierno, hacerlo caer y conformar un régimen cercano a sus intereses.

4.7         Sublevación en San Fernando


El 18 de Junio de 1828 era aprobada una nueva constitución en el congreso después de un año de estudio. Feliciano Silva, que ya no poseía cargo comenzó a buscar adeptos para sus planes, entre estos encontró a un joven llamado Pedro de Urriola quien había sido un húsar de la  muerte, además de ser separado del ejército por mala conducta, poseía además lazos de amistad con militares,  justamente uno de aquellos era el Sargento mayor Juan Vidaurre, el segundo al mando del batallón Nº6, que como se ha visto en el apartado anterior  estaba de guarnición en San Fernando y que su comandante José Patricio Castro había sido nombrado intendente provincial.

Urriola utilizando los medios que tenía a su disposición  convenció a Vidaurre de  sublevar a un impago batallón Nº6, cuyos soldados arrestaron al intendente Castro y al comandante de las milicias Francisco Ibáñez.

Urriola creía que Campino se sublevaría nuevamente y que este último detendría a los congresistas que en aquella época sesionaban en Valparaíso, además de eso creía contar con el apoyo de otros cuerpos en Aconcagua y en Santiago. En la capital la noticia de la sublevación llegó el 4 de Julio y Francisco Antonio Pinto Vicepresidente de la república a raíz de la renuncia de Freire[30] enviaba emisarios para poner fin a la sublevación, mientras esto ocurría un escuadrón de coraceros procedente de Linares se unía  a los facciosos. Es de entender que todos los sublevados buscaban paga y dinero, pues como en los restantes casos se les adeudaba su salario.

Pinto viendo que no había otra solución que llegar al enfrentamiento comisionaba al general Borgoño que hace poco había realizado las campañas en el sur contra los bandoleros. Este general  logró reunir al batallón Nº7 Concepción al mando del veterano de las guerras napoleónicas Coronel Rondizzoni y otras tropas milicianas al mando de oficiales experimentados como Guillermo de Vic Tupper[31] que habían participado en la campaña de Chiloé, este último en su diario  señalaba que “Los llamados liberales suscitaron una sublevación de tropas en San Fernando, que estalló el día sábado 28 de junio de 1828. El batallón Maipú, acuartelado en otra villa, y que consta de trescientas catorce plazas, se amotinó, puso preso a su comandante don Patricio Castro y proclamó por Intendente de la provincia de Colchagua a un deudor del Fisco: don Pedro Urriola. Se cree generalmente que el objeto de esta sublevación sea el llevar a don José Miguel Infante a la Presidencia de la República. La desenfrenada ambición de este hombre no permite titubear que él aprovecharía de un motín militar para colocarse en la cima del Gobierno, aunque para llegar allí tuviera que rasar por encima de los cadáveres de la mitad de sus conciudadanos.”[32] El cuerpo  de Borgoño tuvo la inmediata misión de avanzar hacia el sur para detener a los rebeldes que avanzaban sobre Santiago. El 15 de julio Borgoño ocupaba San Fernando y Urriola que había preferido evitar contacto establecía su campamento en Pelequén. Dándose cuenta por informantes que Santiago se encontraba sin guarnición se decidió a avanzar sobre Santiago aprovechando la ventaja de un día de marcha que poseía sobre las tropas de Borgoño. El 16 cruzó en la mañana el Cachapoal y el 17 se encontraba a las puertas de Santiago mientras Borgoño les perseguía a una jornada de viaje.

En Santiago el vicepresidente Pinto logró movilizar unos 400 milicianos y unos 100 coraceros presidenciales que tomaron posición en la chacra de Ochagavía el 17 de Julio. El día 18 de julio Urriola se decidió a atacar,   las tropas milicianas del vicepresidente resistían ardorosamente el embiste  mientras  los coraceros se desbandaban pasándose muchos de ellos a los vencedores, los milicianos no pudiendo contener a hombres muchos más experimentados y a la caballería enemiga tuvieron que retirarse dejando gran número de heridos, prisioneros y muertos.

Urriola después de la victoria dirigió sus tropas al cuartel de la maestranza en la periferia de la capital (actualmente centro - sur de Santiago), donde se reabasteció de pertrechos pero aún no se decidió a ingresar al centro de la capital: decidió parlamentar con la asamblea de Santiago, solicitó la renuncia de Pinto pero la respuesta del  pueblo no se hizo esperar a los gritos de “el pueblo no es vencido jamás, el pueblo sostiene al gobierno”. Las conversaciones habían sido un fracaso.

El día 19 de julio, Borgoño recibía noticias de la derrota del gobierno, de una manera alarmante como nos señala Tupper “El 19 nuestra división se puso en marcha a la una de la mañana con dirección a Santiago.  Por equivocación del baqueano tomamos el camino de Melipilla y cuando amaneció nos hallábamos cerca de las casas de Espejo. Aquí nos informaron que la fuerza del Gobierno había sido derrotada; que el comandante de Coraceros había muerto; que no se sabía del paradero del Presidente Pinto; que Fontecilla o Infante habían usurpado la autoridad suprema; que la fuerza de los sublevados estaba en la Maestranza; y, en fin, que la autoridad legítima del país ya no residía en la capital.”[33] Por aquellas cuestiones Borgoño detuvo la marcha y comenzó a reunir tropas en la hacienda de  lo Espejo, mientras Urriola no viendo más plegamiento a su causa aparte de las tropas que le seguían  se decidió a tomar la plaza de armas  y dar a conocer una proclama en la cual se señalaba que:

“Pedro Urriola. Intendente de la provincia de Colchagua y jefe de la fuerza libertadora del estado. Los notorios vejámenes que ha sufrido la provincia de Colchagua de la administración y el grito casi uniforme de total las que componen el estado exigen imperiosamente un remedio activo y eficaz, tal es la inmediata separación del mando del vicepresidente don Francisco Antonio Pinto: y como el estado no puede quedar acéfalo. y recordando el concepto y la opinión pública del ciudadano don José Miguel Infante queda desde este momento electo supremo interventor de la República con las facultades que son inherentes al presidente del estado quien cuidará a la mayor brevedad de expedir una convocatoria a las provincias para que se reúnan por medio de diputados electos libremente y den la constitución al país. Dese a reconocer, publíquese por bando. Fíjese en los lugares acostumbrados y archívese.' Plaza de la Independencia. Julio 20, de 1828. Pedro Urriola."[34]

Pero el pueblo que allí se encontraba reunido comenzó a gritarles a los soldados  “Viva la ley, viva el gobierno legal”, las tropas no se atrevieron disparar a la turba y se retiraron totalmente desmoralizadas al cuartel de la maestranza, hecho esto Pinto les ofreció un indulto a los sublevados quienes de inmediato pusieron fin a la revuelta, un cansado Tupper anotaba en su diario: “22 de julio se publicó un indulto en favor del batallón Maipú, o Nº 6, y del regimiento de Dragones, incluyendo en él a don Pedro Urriola y a todos los paisanos y milicianos que acompañaron a la división sublevada desde San Fernando hasta la capital. (…) De este modo han concluido todas las sublevaciones en Chile. Y por este motivo hay una cada año, ya sea puramente militar como ésta o suscitada por medio de pobladas de facciosos, acompañados de los votos de la capital.”[35]

Tupper tenía sobrados motivos para quejarse de aquellos, los instigadores seguían siendo los mismos, las zonas de sublevación seguían siendo las mismas, las unidades y más que nada jefes que secundaban dichos movimientos seguían siendo los mismos, pero nuevamente la moderación con que actuó tanto el mando político, como el mando militar provocaron su propio fin, de esta manera tal como lo señalaba Tupper cada año había una nueva sublevación y por la misma causa: el cambio de régimen. Esto también repercutía negativamente en la moral de los hombres leales a la juridicidad pues ¿Qué sacaban con seguir defendiendo una y otra vez el régimen existente si este a pesar la defensa de hombres leales los culpables no era castigados?  Esto desmoralizó a muchos hombres sobre todo a los cercanos a la zona de Concepción, donde los constantes problemas nos le afectaban sinceramente pero la detención de actividades repercutía negativamente en la agricultura local ya deprimida por las guerras de independencia donde los oficiales por la tradición de la existencia de la frontera del Bio Bio eran a su vez agricultores y por tanto poseían poder de presión y necesidad de detener movimientos dañinos para la principal producción regional.

4.8         Motín del 6 de Junio de 1829 ó  de los inválidos.


A raíz de la aprobación de la constitución de 1828, debían celebrarse elecciones de diputados el día 6 y 7 de Junio de 1829. Esta elección era de vital de importancia por cuanto los diputados serían los encargados de elegir al vicepresidente que acompañaría en la presidencia al General Francisco Antonio Pinto y que sería el posterior suceso el cual desencadenaría  la guerra civil.

El inicio del nuevo motín tuvo nuevamente por centro el escuadrón de coraceros presidenciales que se había pasado a los insurrectos el año anterior y que había sido indultado, también esta unidad había logrado sustraer a sus planes una compañía de inválidos acantonadas en el cuartel de San Pablo, que fue la que le dio el nombre al motín.

Todo se inició el día 6 de junio en la mañana, cuando los revoltosos intentaron arrestar al intendente y al gobernador, ambos escaparon ilesos, mientras el Batallón     Nº 7 más unos 24 hombres de la guardia de Palacio dispersaron en un primer momento a los sublevados con las descargas de fusilerías. Se supo en ese mismo instante que Urriola nuevamente estaba detrás de todo esto y que había pagado a los inválidos y coraceros fuertes sumas de dinero suministrado por respetables personajes de la capital, demostrándose así fundada la idea de que muchos instigaban los movimientos para generar un cambio rápido de régimen sobornado unidades, las cuales como se ha visto son escasas si las comparamos con los hombres leales a la autoridades legítima.

Pinto llamó a los generales Zenteno y Lastra y a varios otros oficiales leales para que reunieran cuanto antes tropas en la plaza de armas, formaron así 800 hombres de infantería, caballería y artillería, además se les unió el escuadrón del orden una especie de milicia urbana formada por comerciantes. A las 11:00 am se inició el ataque al cuartel de San Pablo, a los primeros disparos los coraceros escaparon dirección a Huechuraba capitulando al día siguiente, mientras los inválidos se rendían en masa. Muchos soldados y oficiales fueron arrestados pero sólo se fusilaron el 13 de Julio en castigo: tres coraceros, un sargento y un cabo de los inválidos.

La chispa de la guerra civil se encendía, en aquel momento. Pues “La circunstancia de que Urriola y La Rosa que no tenían recursos propios de ninguna clase, hubieran podido disponer de fondos para gratificar a los soldados en la mañana del motín, y el hecho de haberse anunciado a la tropa sublevada que aquel movimiento era dirigido por el general Freire así como por algunos hombres respetables y de que sería apoyado por otros cuerpos de la guarnición,  entre éstos por el escuadrón del orden no constituía antecedente para proceder contra nadie. La acusación y el proceso de ciertas personas de alguna importancia no podían fundarse sino sobre datos más positivos, tales como las declaraciones de los cabecillas del motín.  Mientras tanto, Urriola se había puesto en salvo; y todas las diligencias hechas para descubrir su paradero habían sido infructuosas”[36]  este problema iniciaría una batalla periodística y sembraría en el futuro la guerra civil ya que ambos bandos se decidieron a enfrentarse, en todo caso el país con la sofocación de este motín había salido bien parado como señala el mismo Rondizzoni que participó en estos hechos “Si ese atrevido golpe, conocido con el nombre de revolución de los inválidos, hubiera tenido éxito que con el que se propusieron sus promotores, ó realizándolo siquiera en parte, acaso el prudente y humano general Pinto, que entonces estaba como Vicepresidente a la cabeza del gobierno, habría sido una de las primeras víctimas, envolviendo al país con esta desgracia en nuevos desórdenes, funestos siempre a su desarrollo y progreso, y manchando la historia de la República con feo tizne”[37]  

Este hecho repercutió negativamente en la opinión pública y polarizó a los grupos políticos, como los conspiradores eran los mismos de siempre, los liberales intentaron ponerle coto, los conservadores pretendieron nuevamente jugar sus cartas políticas y de sublevación, el resultado la revolución de 1829 con la cual se cierra el periodo el periodo de estudio, el ejército debilitado comenzará la era de la profesionalización y su participación como moderador dará pasó a un régimen presidencia, autoritario. Pero habían sentado las bases de un proyecto democrático en la sociedad chilena como se reconocería en la década de 1850.


4.9         La Guerra Civil o Revolución de 1829 -1830.


En 1828 con la aprobación y posterior promulgación de la constitución de ese año, se hacía necesario llamar a elecciones de presidente y vicepresidente de la república. Por los liberales se presentaron como candidatos el general Francisco Antonio Pinto y el intendente de Coquimbo (y que poseía el título de Coronel),  Don Joaquín Vicuña, por los conservadores estaban el general José Joaquín Prieto y Francisco Ruíz Tagle, habían otro candidatos menores pero que no pasaron de un voto.

El sistema era de voto doble, cada elector votaba por dos personas y al conteo final quien obtuviese mayoría de votos era elegido presidente de la república, quien le siguiese en cantidad de votos vicepresidente, en caso de no alcanzar esas mayorías era el congreso el encargado de elegir. En el caso de esta elección  hubo 201 electores, Pinto obtuvo 122 votos y fue proclamado presidente de la república en el acto (pues había obtenido más de 100 votos es decir mayoría absoluta). Ruíz-Tagle obtuvo 100 votos, Prieto 61, Vicuña 48 y Gregorio Argomedo 33, el congreso debía decidir entre aquellos a quien nombrar vicepresidente de la república. El 16 de septiembre se reunía el congreso eligiendo a Joaquín Vicuña por 29 votos contra 24 de Ruíz Tagle y 2 de Prieto. Esta elección fue declarada prontamente ilegitima por los conservadoras que interpretaban la constitución en el sentido que el congreso debía elegir entre las dos mayoría absolutas. Los estanqueros, Pelucones (conservadores) y O’higginistas se aliaron para derrotar a los grupos liberales por que le se vieron en la necesidad de contar con fuerzas armadas e implantar un nuevo régimen mucho más duro y autoritario, para eso Rodríguez Aldea, Portales, Rengifo así como otros hombres importantes y prominentes de la época iniciaron maniobras políticas para sustraerse a Prieto y otros hombres a sus filas.

Quienes primero dieron el paso, fue la asamblea de Concepción la cual el 4 de octubre decidió desconocer los resultados de la elección  en una maniobra al margen de la ley, eligió por intendente al general en jefe del ejército del sur José Joaquín Prieto Vial[38] y comandante de armas a su sobrino Manuel Bulnes Prieto[39]. El 12 de Octubre se reunía la asamblea del Maule en Cauquenes y optaba por la misma idea de Concepción: Desconocer las elecciones y aceptaba  unirse a esta para defender el orden que para ellas era el legal. En un inicio los rebeldes sólo pudieron contar con el batallón Nº3 Carampangue y con los granaderos a caballos, esta última unidad dirigida por Bulnes, y que era uno, sino el mejor escuadrón de caballería existente en el país, entre estos dos cuerpos  sólo se logró reunir 600 hombres.  Pinto para evitar efusión de sangre renunció al cargo y Joaquín Vicuña que era el vicepresidente hizo lo mismo, el país momentáneamente quedaba sin gobierno, pero el 26 de octubre cuando se cursaba la renuncia de Vicuña, asumía el cargo el presidente provisional de la república, el presidente del senado Francisco Ramón Vicuña hermano del renunciado vicepresidente.

Mientras en Santiago ocurrían estos sucesos políticos Bulnes con la caballería el 24 de Octubre iniciaba su avance al norte, mientras nuevamente  se contactaba a Urriola para poner a favor de los sublevados la provincia de Colchagua. Ya el 9 de noviembre Bulnes conquistaba la provincia de Colchagua, lo que implicaba que San Fernando y Rancagua caían en manos de los rebeldes, mientras en Santiago se le sumaban dos escuadrones de cazadores al mando de Fernando Baquedano. El presidente Vicuña temiendo otra sublevación disponía que Tupper, Viel y Rondizzoni mantuvieran los dos batallones leales, un escuadrón de caballería y un cuerpo de caballería en Tango para sustraerlos en todo de los juegos políticos.

En tanto en Santiago los conservadores instigaban a Freire y otras figuras a establecer una junta gubernativa, obligando al presidente Vicuña a esconderse, así el 12 de Noviembre se conformaba una junta gubernativa con Freire, Ruíz Tagle y José Agustín Alcalde pero esta no fue reconocida ni por la asamblea ni el cabildo de Santiago. Así Ovalle solicitaba a Viel que pusiera en marcha del campamento de Tango a Santiago los batallones 7º y 8º más un escuadrón de húsares que en un total sumaban 1.400 hombres para restablecer el orden y a Vicuña. Se reunían así los oficiales de este cuerpo en la mañana del 13 y proclamaban en general en jefe a Freire, y a su vez señalaban en junta de guerra que:

“Esta división obedece como hasta ahora ha obedecido, las órdenes del poder ejecutivo constitucional, protestando a la faz de la nación que jamás hará uso de sus armas para hostilizar a sus conciudadanos, cuyos derechos defenderá hasta derramar la última gota de su sangre y haciendo notoria esta declaración, obrara en el concepto de haber uniformado sus votos con los de la mayoría de la República"[40].”

A pesar de esta proclama, Freire insistía en que el ejército reconociera a la Junta gubernativa como el poder ejecutivo constitucional, por tanto nuevamente fue dejado de lado y se nombró para aquel cargo al general Francisco de la Lastra el día 14 de Noviembre mientras Aconcagua se sublevaba y enviaba 300 milicianos a Prieto.

Bulnes llegaba a las afueras de Santiago el día 13 y acampaba en la hacienda de Ochagavía, ambos ejércitos estaban a la vista y enviaban continuamente emisarios para llegar a un acuerdo que no fue posible alcanzar. Lastra tenía su formación en el olivar de Ovalle, había logrado reunir unos 1.500 hombres distribuidos en 3 batallones de infantería experimentados, una brigada de artillería y un escuadrón de húsares. Prieto como se ha dicho formó en la chacra de Ochagavía y poseía en su haber  600 hombres de caballería, dos cañones y un batallón de infantería.

El 14 de Diciembre después de unos 15 días de negociaciones infructuosas, Lastra a las 5 de la mañana, iniciaba con las tropas en su haber un avance sobre la chacra de Ochagavía formando  un fuerte cuadro al centro y en sus dos alas formaciones de infantería cada una con dos cañones. El ala derecha de Lastra atacaba la izquierda de Prieto en la cual había dos compañías del Maipo al mando de Nicolás Maruri cuñado de Prieto y el cual era obligado a retirarse. En ese instante atacaba  la chacra el resto de las fuerzas de Lastra y la infantería de Prieto comenzaba a retirarse, este para aligerar la presión sobre la infanteria ordenaba a la caballería de Bulnes y Baquedano una carga, Prieto viendo que llevaba la peor parte decidió parlamentar con Lastra a las 7 de la mañana, se terminaba una fase y se iniciaba otra en la guerra civil. En el intertanto Santiago “había quedado desguarnecida. La escasa fuerza de policía con que contaba, había acudido a la Alameda para evitar los altercados y pendencias en los numerosos grupos de curiosos que se dirigían al campo del combate o que volvían de él con gran animación y con inquietante vocería. En algunos de los barrios apartados, turbas de populacho cometían desde la mañana vergonzosos desórdenes asaltos a las ventas de artículos alimenticios y, aun a algunas casas particularmente a las que eran habitadas por extranjeros manifestando contra éstos una indignación verdadera o fingida por la participación que en la contienda civil tomaban algunos de ellos”[41], esto sólo sería una pincelada de lo que ocurriría después de Lircay. Terminada la batalla los jefes decidieron parlamentar en la Hacienda de Ochagavía donde  “Llegados allí los revolucionarios, que tenían cercadas las casas de Ochagavía manifestaron en toda su desnudez el plan poco honroso que habían concebido para hacer cambiar la suerte de las armas. Encerrados los oficiales y jefes del ejército vencedor, los  vencidos los declararon prisioneros y les hicieron entregar sus espadas contrastando con la acción  de Lastra, que poco antes había hecho devolver las suyas a los oficiales vencidos en leal pelea”[42][43] se cree que quien instigó este golpe de mano era el ex ministro de O’Higgins, Rodríguez Aldea.

No obstante lo anterior el 16 de diciembre se firmaba el tratado de Ochagavía en el cual se acordaba unir los dos ejércitos contendores manteniendo los cuerpos y los oficiales en igualdad de condiciones, sin vencedores ni vencidos, además de esto los ejércitos se colocaban al mando capitán general Don Ramón Freire y Serrano y a su vez este quedaba al mando de una junta de gobierno provisoria a raíz de la huida de Vicuña primero a Valparaíso y luego a Coquimbo. Al saberse la llegada de este a Coquimbo, los políticos del bando sublevado ahora exitoso y en el poder inician una sublevación local al mando de los oficiales de milicias Uriarte y Sainz de la Peña, éste último arrestó por unos tres días a Vicuña hasta que es dejado libre.
A inicios de enero comenzó un movimiento contrarrevolucionario en Concepción, Prieto ahora subordinado a comandante en jefe Freire, ejecutaba movimientos de tropas  para detener la sublevación ocultándoselos a Freire ya que éste no era de la idea de enfrentarse sino de llegar a un avenimiento y para aquello aceptó al intendente que la contrarrevolución había logrado colocar en  Concepción que era el general De la Rivera (su primo) que a su vez ya había sido intendente entre 1827 -1829. Freire al enterarse de las disposiciones dadas por Prieto, ordenó a las tropas que se dirigían al sur al mando del capitán Don Santiago Vargas de detenerse pero no aceptaron la orden de Freire y ya el 28 de Enero de 1830 tenían restablecidas las antiguas autoridades. En este sentido el tratado de Ochagavía no había sido cumplido y Freire no estaba aceptando de buena gana los influjos del grupo conservador y menos la elusión que Prieto  hacía de sus ordenes. Ya el 17 de enero  ocurría la más grave violación de mismo, Prieto entraba con sus tropas a Santiago y atacaba un cuerpo de artillería que había estado en el antiguo ejército constitucionalista, Freire en el intertanto se escondía y escapaba a Valparaíso donde reunía los batallones antiguamente adeptos a la constitución. Y se embarcó a Coquimbo para liberar aquella ciudad y buscar refuerzos.

Ahora esto ocurría cuando Ruíz Tagle era elegido presidente por un congreso de plenipotenciarios los cuales reunidos exigieron un compromiso de lealtad  a los oficiales con más prestigio– no podían a la constitución que estaba suspendida temporalmente- entre aquellos  encontramos a los generales Borgoño, Las Heras, Lastra, Pinto, Calderón, los coroneles Cáceres, Urquizo, y  Picarte entre otros tantos. Estos se negaron por que no podían prestar obediencia a los hombres sino a la constitución – suspendida- que era la que daba legitimidad al estado y a la nación, por tanto todos excepto Pinto que se salvo por tener amistad con Ruíz Tagle y por su carácter moderado, fueron destituidos y obligados a dejar sus cargos. El senado declaró que “Los catorce militares que se han negado o excusado a reconocer y obedecer por escrito el congreso nacional de plenipotenciarios, comparezcan a verificarlo personalmente a su sala de sesiones a las doce de día del 4 del presente”[44]  y como los generales no se presentaran señalaba que “El poder ejecutivo, en vista de estos documento, procederá a tomar  antes de veinticuatro horas la más enérgicas providencias en reparación del insulto que ha hecho a la nación y en seguridad  de la tranquilidad pública”[45].

El 2 de Marzo de 1830 Freire que había logrado obtener una pequeña flota en Coquimbo desembarcaba en la boca del Maule (Constitución); al saber esta noticia Prieto iniciaba su marcha hacia el sur para unirse con algunas tropas de Chillán y derrotar definitivamente al ejército de Freire ya el 26 se encontraba en las cercanías de Talca. Prieto logró reunir unos 1.800 hombres y Freire unos 1.700. El 15 de Abril antes del amanecer Freire ocupaba Talca y era vitoreado por el pueblo, el 16 Prieto reunía su ejército e iniciaba el avance sobre Talca, hubo algunas escaramuzas en el mismo lugar donde los realistas habían sorprendido a los patriotas durante la independencia en el combate conocido como Cancha Rayada.  Freire viendo que el enemigo no lo atacaba y dispuesto a terminar la guerra ese día, decidió moverse a la conjunción del Lircay con el Maule, abandonando Talca, posición que le daba la ventaja defensiva sobre su oponente, Prieto que ocupaba posiciones al este de esta ciudad al ver que Freire la abandonaba la tomó.

Como se ha dicho Freire se estacionó en el Lircay y desde allí  su caballería inició un ataque al mediodía al mando de Viel sobre el ala derecha de Prieto que era ocupada por milicias a caballo, los cuales se desbandaron, la caballería de Prieto al mando de Bulnes contraatacó y desbando la caballería de Freire, logrando Viel retirarse pasando el Lircay en desbandada con unos 200 sobrevivientes. Freire viéndose perdido iniciaba la retirada del campo, pero Prieto volvió atacar con decisión y cercó a las fuerzas de Freire: el Pudeto, Chacabuco y el Concepción, estos batallones lograron resistir los ataques enemigos hasta las cuatro de la tarde  pues ya habiendo perdido gran parte de sus fuerzas y sus oficiales era imposible toda resistencia.  “El encarnizamiento de la pelea tomó los caracteres de la más horrible ferocidad en los momentos de la persecución de los vencidos. Algunos de estos fueron sacrificados inhumanamente después de ser hechos prisioneros. El coronel Tupper que en toda su carrera militar, y especialmente en esta campaña, había demostrado las cualidades de un héroe, fue de este número.”[46] El Coronel Tupper fue asesinado ya habiéndose rendido por un grupo de los cazadores a caballo de Baquedano.  

Finalmente con Freire desaparecido, Viel intentará llegar a un avenimiento, desembarcando en Coquimbo, envió una carta a Santiago para poder firmar un tratado y terminar la guerra señalando que

“El que suscribe, animado de los mayores deseos en orden al restablecimiento de la tranquilidad, i convencido hasta la evidencia que los elementos que tenía a su disposición era insuficientes para hacer triunfar la causa que en su concepto ha defendido legalmente, que la prolongación de la guerra no habría tenido otro resultado que el de hacer pasar adelante los males que aflijen al país; i por otra parte privado de toda clase de noticias del excelentísimo capitán general don Ramón Freire cuyas órdenes obedecía ha propendido a la celebración de este tratado”[47]

Pero se inició la persecución de los militares denominados o cercanos a los liberales, se les quitaron los grados, fueron perseguidos etc. El general Cruz triunfador en la guerra de hecho se vio obligado a renunciar al cargo de ministro de defensa por ver la injusticia que se hacían con los vencidos, pero eso ya es tema del periodo posterior al de este estudio.

5         La importancia e interpretación del periodo a través del análisis de los hechos.


Hasta aquí se han examinado de manera descriptiva una ingente cantidad de movimientos  de carácter político y militar[48]; que  dieron por resultado que al periodo de estudio se le califique como de anarquía o sea visto como un desorden constante, así mismo se ha podido vislumbrar cual es la verdadera acción del ejército  y sus jefes, así como se han detallado las causas y consecuencias de cada uno de dichos acontecimientos. Esto ha llevado a que historiadores de diversas corrientes historiográficas denominen al periodo con conceptos equívocos como el de militarismo.

La mayoría de esos análisis se efectúan desde la óptica de los intereses y objetivos de la elite política, omitiendo, la mayor parte del tiempo, la consideración de la naturaleza, objetivos e intereses del sector militar. Esta omisión ha tenido por principal objeto, la generación de una visión e interpretación parcial del periodo, al tiempo que una estigmatización respecto del verdadero papel del ejército en cada uno de estos movimientos.

5.1         Patrones comunes a los movimientos políticos militares entre 1823 -1830.


La búsqueda de patrones comunes en los hechos más allá de su singularidad propia, implica la búsqueda de las cuestiones esenciales a la participación del ejército y las motivaciones de este para actuar  respecto a su inserción en la sociedad chilena de la época de estudio. Una vez vistos los hechos uno por uno es necesario generar las convergencias entre estos, que nos permitan establecer enunciados que expliquen en su totalidad o parcialmente el tema del presente trabajo, así como establecer lazos relacionales entre la multiplicidad de acciones en la que se vio envuelto la institución militar y su contexto, lo que resultará en la aparición de nuevas temáticas de análisis.

Dentro de estos, un primer patrón que se pudo observar es que el tipo de instigador puede ser de dos tipos: militar ó político, o también en su defecto ambos juntos como sucedió en la mayoría de los casos. La importancia de esto radica en  una cuestión esencial ¿fue el ejército el que se movilizó para derrocar el régimen legal? O mejor dicho ¿quién motivó las insurrecciones? ¿Cuál es su verdadero  origen?, lo que nos permitirá entender si el ejército – a nivel institucional no individual- de mottu propio apoyó las insurrecciones, o si muchos de sus jefes fueron “obligados” a hacerlo por motivos familiares, financieros, políticos, etc. Lo anterior siempre de acuerdo a las motivaciones y objetivos institucionales del ejército y si los hombres eran verdaderamente militares,  pues de lo contrario no representaría la opinión del cuerpo militar, sólo representaría una pequeña escisión pues de no seguir dichos lineamientos sería imposible decir que es el ejército el que se sublevó sino más bien un jefe X,  lo que indicaría que el periodo no podría ser calificado como militarista, caudillista y anárquico, o más bien, y siguiendo el mismo razonamiento, si el ejército se mantuvo leal al orden legítimo de las cosas implicaría la desestimación de lo negativo del periodo.

Para responder las interrogantes anteriores toman importancia  las relaciones sociales (Capítulo 2) ya que estos vínculos permitían construir fuertes apoyos tanto materiales como espirituales a la hora de realizar alguna acción política, así mientras un grupo trabajaba por ejemplo en el parlamento otro se dedicaba a la instigación. Así también los matrimonios sellaban acuerdos y creaban grupos que eran capaces de controlar algún ámbito militar, tal como fue el caso de la familia Prieto – Bulnes la cual poseyó el control sobre casi todo el ejército del sur, así mismo muchos oficiales se vieron arrastrados a los enfrentamientos por convicciones familiares como fue el caso que ocurrió con los extranjeros, quienes estaban emparentados con familias liberales y que se batieron en Lircay por dicho sector político.

Por otra parte los instigadores de tipo político son de gran experiencia en manejos de situaciones de este tipo por la práctica acumulada durante los años anteriores,  ejmeplo por desde cuando era ministro de O’Higgins a Rodríguez Aldea se le reconocía dicha capacidad de manipulación , y así se manifestó en el tratado de Ochagavía con una pérfida estratagema, Portales en cambio presentaba a sus auditores un espíritu de realismo político de salvaguardar el orden a toda costa – a pesar que el desorden lo generase su propio bando—lo cual concitaba adhesión entre el grupo conservador.

Encontramos también  instigadores políticos de menor carácter  pero que por lo general son estos los que mueven a oficiales del ejército ó la milicia a realizar las acciones mediante pagos, u otros ofrecimientos en el que se puede incluir inclusive los indultos. Si tomamos como referencia los tres actos que tenían como fin lo esencialmente gubernativo, tal como lo es el cambiar el jefe de estado, son los políticos los que instigan y aleonan  a militares con un muy bajo perfil, tomemos el análisis de algunos casos ya señalados, quizá el paradigma de este tipo es en 1825 cuando el Coronel Santiago Sánchez realiza una intentona golpista contra Freire como ya se ha relatado en el Capítulo anterior, este era un militar con un prestigio formado en la campaña de independencia pero no se le sumaron tropas ni otro refuerzo de tipo cívico y militar a su golpe de estado por que era una medida considerada ilegal por el resto del ejército, por lo cual sólo contó con un batallón, a su vez los efectos de su acto fueron escasos, cortos y nulos.

El otro proceso ocurre en 1827 cuando Campino se levanta contra el  gobierno, este basaba su apoyo más en su condición de político, que en su condición de coronel, pues es necesario recordar que Campino era diputado por Santiago y hace ya tiempo no poseía mando de tropa, a lo anterior debemos agregar que quienes estuvieron detrás de este motín fueron otros diputados federalistas, entre los cuales habían oficiales de milicias sin cargo, el más importante de aquellos el Diputado Santiago Muñoz Bezanilla.

El último movimiento que sirve de ejemplo para este tipo de instigación es el acto insurgente de Urriola en 1828, quien incitado por su suegro sublevó Colchagua y marchó sobre Santiago para instalar al federal Infante en el poder, personaje el cual no tenía la más remota idea de la sublevación en su nombre que se estaba llevando a cabo, quien nos da un relato más somero de este personaje es Diego Barros Arana, señaló que “Tocó desempeñar este papel [el de instigador] a un antiguo oficial llamado don Pedro Urriola, que si no se había distinguido por servicios regulares y continuados en el ejército, se había señalado por su intrepidez y por un carácter fácilmente inflamable e inclinado a las empresas aventuradas. Durante la reconquista española, había sido agitador de desórdenes en 'las poblaciones, y de montoneras en los campos para combatir el poder de Marcó del Pont; y en 1818 se había enrolado como capitán en el escuadrón de húsares de la muerte, que, según se recordará, no llegó a entrar en combate. Separado del servicio activo y consagrado a negocios industriales en que no le había soplado buena fortuna, Urriola vivía en la Requínoa, en la hacienda de su suegro don Francisco Valdivieso, que era uno de los más acaudalados propietarios de la comarca” [49]  Se entiende así el carácter de muchos facciosos, su poder no radicaba en el hecho de poseer un status militar, sino social y utilizaban los diversos lazos que poseían con el ejército tales como amistades o el poder del soborno para la sublevación, de hecho es tan poco el ascendiente que tiene sobre el ejército que las dos veces que se involucró en movimientos sediciosos su única opción fue huir, no siendo protegido por ninguna fuerza militar.

Estos tres movimientos fracasan pues como se ha señalado quienes comandan dichos movimientos tienes poca capacidad de mando y las tropas adeptas son de escaso poder combativo y no participan por una verdadera motivación más que el plato de comida,  tienen así mismo como denominador común el ser creado por políticos pero ser dirigidos por oficiales que por curriculum no poseían prestigio ni eran mayormente conocidos, esto se hizo sentir claramente cuando el “pueblo” reunido en la plaza de armas fue capaz de detener dichos movimientos y hacer entender a quienes los encabezaban que el apoyo prometido por sus aliados políticos no era tal.

Existe así en todos los movimientos un juego de poder que involucra a las relaciones sociales por un lado en cuanto motivar dichos sucesos y por otro el grado militar vinculado al ejército como institución que permite el ascenso social, la fama de ser un húsar de la muerte o un coronel podían significar el apoyo de otros oficiales amigos u obtener la venia de un hacendado con sus respectivas milicias, cuestiones con las cuales iniciar procesos de desestabilización contra el régimen constituido generando un espíritu de cansancio tanto en la sociedad como en el mismo ejército, el cual tenía que estar constantemente en alerta de acciones de soborno, subversión , movilizaciones, guerrillas, bandolerismo por un exiguo sueldo.

Si prestamos atención a los testimonios contemporáneo de los sucesos, como por ejemplo los periódicos, señalaba uno de estos  que “y en efecto ¿Qué importa que un coronel tenga el tratamiento de V.S de V, cuando su verdadero mérito consiste en los talentos, la valentía y virtud que puede tener? ¿Su verdadera distinción no está en que mande a un número de hombres, y en que es útil al país?”[50]  Esta edición del Amigo de la Verdad, -un diario que podría definirse de moderado-  estampa algo muy  relevante para todo el periodo y que es muestra de un sentir general: los méritos están por sobre el mando de tropas, y en este sentido los personajes que muchas veces instigaron contra la legalidad no caben dentro de aquella categoría de meritorios, virtuosos, etc.  Por otra parte el ejército, se había transformado en la institución que permitía la igualdad al permitir el ascenso social, en el país no había otra institución similar para la época, ocurría lo mismo que con el ejército Napoleónico, donde el mismísimo emperador había ascendido desde simple soldado corso a emperador de los franceses. Esta idea o principio permitió en Chile la aparición de O’Higgins y Freire por nombrar algunos – el uno hijo ilegitimo reconocido post mortem, el segundo un simple comerciante -, así como de un joven Bulnes que se convertiría en presidente de Chile, no por nada antiguos oficiales extranjeros que lucharon en el ejército francés se quedaron en Chile (Viel, Rondizzoni, Beauchef, D’Albe), el ejército se convirtió entonces en una vanguardia social que permitió al mantener un cierto grado  de estabilidad en todo el país, la formación de algunas instituciones que Chile ocuparía durante todo el siglo XIX, de hecho bajo el General Pinto se configura la constitución de 1828 que es la base de la de 1833, se crean los primeros reglamentos militares chilenos, se registran las deudas exteriores, se abren las primeras escuelas, se llama a extranjeros para apoyarnos en materias científicas, etc.[51]

Así mismo en la prensa es posible encontrar defensores del ejército, uno de estos el Amigo de los militares era aún más severo en decir como los políticos eran quienes manipulaban al ejército o engañaban a la opinión pública, su redactor airadamente y en un lenguaje que para la época es claramente efervescente señalaba que:

“Yo veo que se suponen que me hago partidario de la violencia y me dirán que las leyes son las armas cuyo arreglo debe reposar en el ciudadano honrado. ¡Hipócritas, esta voz sagrada en vuestra boca es una impiedad! ¡Las leyes no tienen fuerza en vuestras manos! ¡Vosotros sois los primeros a infringirlas! ¡Cuidareis de resarcir con usura vuestra prodigalidad y vuestro clientes serán colocados en el lugar que debía ocupar el benemérito ciudadano!”[52]

Entendidas así las cosas, ninguno de los movimientos es eminentemente militar ni el control de los mismos es netamente militar, todos se relacionan en la arista de servir  o colaborar con  facciones de la elite para lograr un determinado objetivo, las acciones insurrecciónales en este sentido son un medio para conseguir un fin político y no un fin militar. Además  ambas motivaciones se encuentran en constante pugna, la motivación del ejército era la defensa de lo legal, en este sentido su cuerpo de oficiales profesionales y realmente militares nunca se inclinaron netamente hacia los objetivos políticos sino que más bien se vio arrastrado por el contexto hacia aquellos, como la nominación de directores supremos de origen militar, para cargos administrativos, así como asegurar la independencia de la república.

Ahora en un segundo lugar  y acercándonos más hacia el ámbito de la localización espacio temporal,  podemos encontrar movimientos que son localistas y no tienen por móviles el gran escenario de la política nacional, en este tipo de movimientos encontramos las desobediencias de los cabildos, la toma de poderes por parte de caciques locales amparados en fuerzas milicianas y cuya rebeldía surge porque tal ciudad desea pertenecer a otra provincia, o por que se aplicó tal impuesto ó se nombró a tal autoridad en un cargo X, estos movimientos los cuales está repleto el periodo, no son militares, ni intervienen tampoco militares, esto sólo es así cuando se envían las fuerzas armadas a imponer el orden y la regularidad. Estos movimientos son contrarios al militarismo: son movimientos cívicos, en cuanto no buscan acrecentar el poder de una autoridad central todopoderosa.

Por otro lado y refiriéndonos al tiempo cronológico e histórico, la duración y alcance de cada uno de los movimientos político – militares fue de corta duración y de poca extensión espacial - territorial, esto implicó un escaso apoyo recibido por la misma gente y por el mismo ejército que en su mayoría se alineó por la legalidad en vez de apoyar a los insurgentes, el caso que ya hemos comentado de Urriola es ejemplo de aquello, esto muestra el grado de lealtad que poseía el ejército con las instituciones elegidas y por tanto legítimas. En cuanto al espacio salvo las sublevaciones del ejército del sur de 1823 y 1829 las demás tienen como centro o como objetivo llegar a Santiago por ser el núcleo político del país, es aquello lo que podría llevar aparejado la denominación para el periodo de anarquía pues la mayoría de los escritores del periodo escribieron desde y para la capital, pero es por todo eso que estos movimientos pequeños en duración y escala nunca amenazaron realmente al gobierno, salvo contadas excepciones, además el gobierno siempre existió, siempre hubo autoridad inclusive en los momentos más aciagos. En este sentido no podemos confiar en lo que nos dicen los periódicos que por lo general se encontraban en la capital, pero si en lo que nos señalan extranjeros en Chile, en este caso podemos recoger las palabras del alemán Eduard Poepigg que señalaba en su libro “un testigo de la alborada de Chile” que:

“Estas luchas se desarrollan sobre todo en Santiago, donde adquirieron también a menudo un carácter sangriento y esto habría continuado así por largo tiempo si el carácter nacional no se distinguiera por su inclinación a meditar sobre los problemas y llegar a conclusiones precisas, un rasgo que se encuentra mucho menos desarrollados en los demás sudamericanos (…) Si hasta entonces los chilenos se habían preocupado poco por los cambios en el gobierno y contemplaban con indiferencia las despreciables maquinaciones que muchas veces no se extendían más allá de la plaza de armas de Santiago”[53]

Este relato es decidor en cuanto señala como los movimientos más graves se desarrollaban en Santiago, y que además eran poco importantes para los mismos santiaguinos y de paso  similar debiera haber sido para las provincias las cuales se enteraban de los sucesos con un mes o más de retraso, cuando ya todo había sido solucionado y no había amenazas, por tanto la idea de un ejército provocador de anarquismo es más bien carente de base cuando la analizamos a nivel nacional, tampoco Poeppig menciona al ejército como culpable de las mismas asonadas sino a que: “Fue imposible evitar que se generara el partidismo, donde se lesionaron intereses particulares por el cambio radical de las condiciones existentes hace tres siglos y que eran una consecuencia de la política realizada por los españoles en sus colonias”[54] Los movimientos entonces a la luz de los antecedentes son generados en lo principal por el partidismo del cual – señalando nuevamente- el ejército no pudo mantenerse aparte por ser parte  del mismo de grupo rector de la sociedad.

También se puede agregar que ningún movimiento político, popular ni insurreccional logró hacer daño al gobierno “legalmente” constituido; podríamos quizá nombrar el movimiento del ejército del sur en 1823, su desembarco en Valparaíso y su ulterior llegada a Santiago en febrero de 1823, que es posterior a la renuncia del director supremo Bernardo O’Higgins, pero este movimiento contó con el apoyo de la mayoría nacional  simbolizada en dos provincias. Un segundo movimiento es la sublevación del ejército del sur en 1829 que desencadenó la revolución de 1829 - 1830. Ambos movimiento son los que inician y cierran el periodo respectivamente. El resto de los movimiento fueron fácilmente desintegrados y ninguno derrocó a algún gobierno, los movimiento netamente militares como el de los sueldos impagos fueron solucionados sin necesidad de verter sangre.

Finalmente se puede decir que son los cuerpos de milicias locales, dirigidos por oficiales – hacendados, los que inician las principales sublevaciones de tropa, esto se logra vislumbrar en los sendos movimientos de carácter localista y provincial como son las montoneras, las asambleas provinciales, el cabildo de Talca y otros movimientos de corte secesionista y federalista, a pesar de aquello las tropas milicianas, carentes de armamento, de instrucción y reticentes a alejarse de su residencia se desbandaban ó rendían casi al encontrarse con las tropas profesionales enviadas por el gobierno elegido, lo que destruye la milicia ordenada o capaz de ejercer algún cambio político, la milicia fueron cuerpos más que nada tumultuosos, sin capacidad operativa como para ejercer militarismo y combatir a un ejército profesional.

5.2         El concepto de militarismo, Freire y la defensa de los ideales republicanos.


Lo que se ha destacado hasta aquí es el rol del ejército como defensor de la realidad constituyente y organizativa en que se encontraba el país. La relación del ejército con otros grupos sociales, los mismos sucesos en su lógica y los patrones que se pueden extraer de ellos han llevado a muchos autores a definir la actuación del ejército  como anárquica y militarista, ya se ha indicado que más bien esto corresponde a una exageración de ciertos hechos.

Como ya se ha dispuesto, se han aplicado algunos términos  respecto de la actuación del ejército en los sucesos ocurrido entre 1823-1830, uno de aquellas y la más común es atribuirle el epíteto de que el periodo fue una época que por la fuerza de los hechos desembocó en el militarismo. Gabriel Salazar en la obra Construcción de Estado en Chile (1800-1837)[55]  habla de un militarismo ciudadano dirigido por el Capitán General Ramón Freire[56] que tendría por fin desbaratar el plan centralista dirigido por la elite santiaguina, Sergio Vergara Quiroz  en la obra Historia Social del ejército de Chile habla que de “Desde 1823 con la caída del gobierno de O‘Higgins  y hasta 1837 por un espacio de catorce años, tendremos al militarismo en ciernes como un peligro eventual” y que “En definitiva entre 1823 y 1837, se vivieron en Chile un “militarismo latente. El ejército por una parte, no es tan fuerte como para imponer sus propósitos y, por otra la elite santiaguina, aunque participa del poder no logra controlar la disciplina y subordinación del cuerpo militar” [57]  quien escribe cree por una parte  que se confunde el término militarismo o que más bien se aplica una categoría en lo esencial dominada por hechos más actuales a sucesos de 200 años y por otra cree que se acierta cuando se señala que la elite no logra controlar la disciplina, pero también debemos recordar que es parte de la elite la que “desordena” y relaja la disciplina.

En este sentido es necesario centrarnos en el concepto de militarismo para revisar si en el periodo hubo o no tal característica y que el ejército la ejerciera para comprender si cabe o no su aplicación. El militarismo como doctrina, como idea implica la existencia de gobiernos militares amparados en la fuerza, totalmente arbitrarios y  esta arbitrariedad es ejercida por las fuerzas armadas las cuales se dejan dirigir  ciegamente por un caudillo del cual “de su acción se esperan todos los beneficios y todas las desventuras. La persona del caudillo constituye la bandera, el principio, el estado”[58]  manteniéndose en el poder sólo por el hecho de poseer esta fuerza militar que lo legitima, todo esto claro, en el contexto de la historia latinoamericana, caudillos de esta especie puede ser un Rosas en Argentina o un Páez en Venezuela.

En síntesis el militarismo “nace cuando el espíritu militar reemplaza al espíritu civil. Desde ese momento las luchas políticas se reducen a alternativas de fuerza (…) los grados militares no son producto de la carrera militar”[59]  es decir el concepto militarismo vendría a ser todo lo contrario a lo buscado en las reformas militares de 1827 por ejemplo que implicaban la reducción de hecho de los hombres en armas y del ejército de línea, institución clave para iniciar un proceso militarista o para sostenerlo, sino cómo entenderíamos un periódico que se declaraba amigo de los militares cuyo redactor  señalaba con nostalgia que: “Soy tan amante de la casaca, que no puedo ver con indiferencia el abatimiento en que se halla hoy este magnífico y honroso traje: pero locus ubi troja fruit. La carrera militar, la más célebre y fecunda en todos los tiempos; en hombres grandes, por desgracia hoy se halla en el último escalón de la sociedad.” [60]
Ahora bien entendido así el concepto de militarismo se puede nuevamente comenzar a establecer relaciones entre hechos y conceptos. Como se ha visto el militarismo al interior de un país es un problema esencialmente de índole política. Desde ese prisma podrá analizarse la participación del ejército en el proceso de aseguramiento de la independencia,

Un primer factor para considerar que no hubo militarismo es que las tropas estaban impagas, sin ir más lejos ese era uno de los móviles de por qué el ejército del sur se movilizaba en 1823: requería fondos para mantener la “guerra a muerte”, siendo esencialmente negativo esto para los soldados y suboficiales de los cuales dependían sus familias, era lógico que exigiesen que se les pagase sus sueldos pensando que habían sido combatientes durante las guerras de independencia y máxime cuando aún lo seguían haciendo contra las bandas de salteadores en el centro - sur del país, y esto fue algo que se repitió durante todo el periodo, buscando variadas soluciones para el pago de los sueldos atrasados pero los políticos nacionales junto con reconocer la situación precaria de nuestra fuerzas armadas no se daban soluciones, de hecho eran categóricos como la sesión del congreso del 7 de Julio de 1823 donde los congresistas señalaban al general Freire que:

“Excmo. Señor:
Como las facultades del senado en cuanto al uso del empréstito de Londres no se estiendan (sic) a franquearlo para otras inversiones que el objeto esclusivo (sic) de los gastos pertenecientes a la espedición (sic) del Perú, no puede convenir la sala según acuerdo de la fecha, en que se heche(sic) mano de él para el pago de los sueldos atrasados de la tropa”[61]

Esta gravedad de tener poca consideración con los asuntos militares también se extendía no sólo a un  ámbito social como los sueldos sino a uno profesional ¿cómo nuestras fuerzas armadas defenderían el país y mantendrían el orden sin armas? No había donde conseguir dinero señalaba nuestro honorable congreso nacional en 1823:

Se acordó en sesión día 22 de Octubre de 1823

“1º que siendo urgentísima la necesidad que hay de que el Estado se provea de armamento preciso para su defensa se compren por el ejecutivo los 3.000 fusiles que se le proponen de venta

2º Que no se puede contar con el empréstito para la compra indicada por resultar de las indagaciones de la comisión especial de hacienda ignorase si hay algo disponible de aquel, en cuya consecuencia y teniendo en consideración que la falta de armamento que sufre el estado es proveniente de los socorros franqueados al Perú en fusiles, y otros objetos que debieron costearse del medio millón franqueado últimamente a aquella república “[62]

En este sentido la solución estaba clara, autorizaba la compra de armas pero no autorizaba a echar mano para comprarlas a los únicos fondos disponibles en el país, lo que equivalía a no poseer pertrechos ni dotarlas de lo que necesitan los soldados para combatir, era la misma clase política la que atentaba contra el ejército vejándolo en su profesionalismo, de hecho el general Pinto tuvo que devolverse con sus tropas en el Perú a Coquimbo, lo que constituye un hecho vergonzoso, por suerte se rectificaría el rumbo. En esta misma dirección se llegó a discutir si era necesaria la existencia del ejército:

“Se acordó igualmente que esta comisión en sus meditaciones se contraiga a examinar las cuestiones siguientes 1ª si es conveniente al estado la simultanea existencia del ejército y de la armada, o si se deberá mantenerse una sola de estas fuerzas 2º si la defensa del país debe fijarse en un ejército veterano o en las milicias …” [63]

Dentro de aquellos marcos no era extraño que se optara por destruir una de las ramas de que se componía el ejército: la marina, esta fue liquidada en 1828: “Suprímase las comisarías i demás oficinas de marina innecesarias, para cuyo efecto podrá el ejecutivo con la posible brevedad presentar un proyecto el más económico de reforma o si es dable, que la marina sea servida por asiento o contratas particulares a estilo de otras naciones”[64] el ejército se había salvado por poco, pero igualmente se aplicó una política reformista, en la cual se limitaba el número de oficiales y de tropa, así como se mejoraba el sistema de pensiones.

Todas las discusiones anteriores fueron realizadas en un poder del estado que se mantenía independiente en sus resoluciones del director supremo, quienes para algunos sería en este caso sindicado como el caudillo militar que a su vez daría al periodo la connotación de militarista, siendo todas sus resoluciones ajustadas a derecho, y en  ningún momento  de corte militarista sino por el contrario son totalmente anti militaristas, nuestras fuerzas armadas para el periodo se encuentran en condiciones paupérrimas y con una escasa potencia combativa y poder de fuego y para que exista un militarismo, es necesario un ejército fuerte, y que se tiene por fuerte entre la población además.

A todo lo anterior se sumaba que “el estado militar de Chile no era más halagüeño. Por la prolongación de la guerra contra las bandas de malhechores que ejercían sus depredaciones en las provincias del sur, y con el propósito de, mantener el orden interno, el gobierno se creía en la· precisión de conservar un ejército superior a las verdaderas necesidades y a los recursos del país, que el erario no podía pagar y que comenzaba a ser objeto de las más tormentosas inquietudes, los oficiales inscritos en ese ejército excedían con mucho al que correspondía al número de soldados; y muchos de ellos casi no tenían más que el título de tales pues nunca habían prestado servicios efectivos, si bien gozaban de sueldos y de prominencias”[65]  y por lo mismo el gobierno del General Don Francisco Antonio Pinto inició una reforma militar que buscaba solventar aquellas cuestiones, pero que se llevaría a la práctica esencialmente en el gobierno de Prieto.

Ahora bien, si quisiéramos buscar  el carácter del militarismo, sólo lo podía dar un personaje  (para el periodo) y este es Freire. Es cierto, Freire basó su ascenso al poder por ser militar pero nunca abusó de las tropas bajo su mando ni de las cuales podía disponer como jefe de estado y gobierno cuando ocupó el cargo de director Supremo o de Presidente de la   República, se ha dicho que fue la sublevación de Concepción a cargo del ejército del sur la que desembocó en la caída de O’Higgins para que Freire llegará al poder, pero todos olvidan que este golpe fue eminentemente santiaguino y fue cívico – militar, Freire para el 28 de Enero que es cuando se lleva a cabo este movimiento se hallaba fuera de Santiago.

Freire políticamente hablando entra en escena cuando al Libertador  O’Higgins le sucedió una junta gubernativa que a pesar de estar formada por eminentes personalidades no daba cabida a la representación provincial. Cuando Freire avanza a Santiago con el ejército de sur lo hace con el poder conferido por las provincias y en representación de aquellas que más que mal en aquel tiempo poseían juntas (Concepción – Coquimbo) más población que la capital; sin embargo tanto la junta gubernativa como Freire evitaron enfrentamientos de armas y esta misma asamblea consideraba a Freire un hombre apto para el mando señalando al congreso de plenipotenciarios que la fuerza jamás la uso para otra cosa que para asegurar el orden nacional:

“Si la junta no ha podido conservar una estrecha armonía con el general Freire, os recomienda fuertemente señores, que procuréis conseguir este bien. No olvidéis que es el hombre único que puede salvar la Patria; contad seguramente con su desprendimiento. Llamadle a nuestro seno, sed más felices que nosotros en inspirarle confianza y borrar impresiones que suenen a provincialismo ó principios destructores (…) Si el jeneral Freire, al conservar independiente el mando de la tropa, ha querido evitar los estragos de la guerra civil, resultado preciso de la anarquía, si ha tratado de impedir la disolución del ejército; si con toda la fuerza de la república a sus órdenes, ha querido conservar su influjo, respeto para hallarse en situación de hacer el imponderable bien de terminar desavenencias; si aprovecha su crédito, su opinión para restablecer inmediatamente la república a su anterior indivisibilidad bajo un gobierno supremo y fuerte …”[66]

Ahora bien si Freire hubiese sido un caudillo militarista de ninguna forma hubiera accedido en términos institucionales y prácticos a sancionar una asamblea constituyente y de haberlo hecho habría manipulado su elección,  tampoco hubiera aceptado sus resoluciones sin él tener injerencia, todas las cuales se dieron a conocer en la constitución de 1823 a la cual Freire siempre mostró su animadversión, este cuerpo jurídico a fue además sancionado por los pueblos. Existe un dialogo en el periódico Correo Araucano que es clave para entender cómo se entendía el año de gobierno que llevaba Freire y la promulgación de esta constitución:

Dialogo entre un hacendado y un diputado al congreso constituyente

“Hacendado: Felices días mi representante espero que nos traigas grandes cosas de la capital
Diputado: Os traigo lo más interesante: la constitución política de Chile.
Hacendado: Sin duda estará formada a la derniere; o al gusto del día en Europa; esto es dictada por algún jefe déspota; y escrita con las puntas de las bayonetas
Diputado: En Chile, no ha ocurrido aun la idea de esta violencia. Os Consta la absoluta independencia y libertad con que nombraron los diputados al congreso.[67]

La cita es reveladora, en un primer lugar encuentra que el director supremo es un representante, por tanto se constituye así en autoridad legítima del país, así mismo señala como el proceso constituyente para la constitución de 1823 es un proceso democrático, y este punto es importante, compara a Chile y  con Europa, donde el despotismo impera con un Fernando VII en España, Luís XVIII en Francia, Francisco II en Austria, Federico Guillermo III en Prusia y Alejandro I en Rusia, los cuales han “otorgado” constituciones de manera autoritaria, en este sentido – según  el dialogo- en Chile a pesar de haber un jefe de estado cuyo origen es militar este no se amparó en las bayonetas para crear dicha constitución, o sea Chile se encontraba  a la par de los países democráticos del mundo que en aquella época eran Inglaterra y Estados Unidos, alejándonos de nuestro pasado colonial como era el caso de España el cual se encontraba aún anclado al despotismo borbónico de Fernando VII.

Otro punto de importancia lo constituye el precepto de la no intervención electoral, principio que se perderá en 1833, el ejército se convirtió en este periodo en baluarte de la defensa de las libertades cívicas, y este no es un asunto menor por cuanto la intervención permitió desde 1833 consolidar el régimen portaliano hasta 1861, pero también aceleró el decaimiento del liberalismo iniciado en 1823 al no asegurar la estabilidad parlamentaria necesaria y por tanto convertir en un vaivén la conformación institucional.

El mismo poder legislativo que al ver lo difícil de aplicar que era la constitución decidió suspenderla hasta realizar otros ajustes necesarios[68], quien hizo la síntesis de aquello en representación de las voces que hace tiempo ya exigían aquello fue el periódico citado en el párrafo anterior Correo Araucano el cual señalaba que “En su consecuencia, de común acuerdo ambos poderes ejecutivo y legislativo, han convenido en extender un acta por la cual la referida constitución se suspende por el espacio de tres meses; al cabo de los cuales deberá reunirse un congreso que la revise”[69] esto es muestra clara de que el mismo Freire daba libertad a los otros poderes del estado y que este no intervenía en las decisiones de estos y en quienes eran elegidos para ocupar dichos cargos de representantes del pueblo.

También consta que Freire no realizó maniobras contra individuos ni medios adversos a su administración, al contrario era parte de la elite la que quería alejarlo, como ejemplo claro está el golpe de estado del Coronel Don Santiago Sánchez, del cual ya hemos relatado las causas y consecuencias de dichos sucesos.

Y eso no es todo Freire al ya haber ejercido su cargo por tres años decidió dejar su cargo a disposición del congreso y retirarse pues consideraba que la patria:

"Ante todo reclama preferentemente vuestras tareas el más esencial y el origen común de los bienes sociales, es decir, la formación de las leyes políticas y fundamentales. ¡Una constitución! Este es el grito universal del pueblo chileno, el colmo de sus deseos, la base en que se asientan todas sus esperanzas. ¡Legisladores! el primero es éste de vuestros deberes; y el mío pediros que elijáis desde luego el ciudadano virtuoso en cuyos hombros haya de librar el grave peso de mi autoridad; que yo, volviendo a confundirme gustoso con el resto de mis conciudadanos, sabré, si la necesidad lo exigiese, empuñar la espada que como soldado esgrimo, siempre contra los enemigos de mi patria, jamás contra su libertad"[70]

El discurso muestra la clara  abnegación por la patria y desapego al mando y el poder, de haber sido un dictador o un caudillo militarista, no hubiera abandonado el poder lo más seguro hubiera aprovechado la suspensión de la constitución para acrecentar su poder como se lo aconsejaron algunos personajes. En muchas ocasiones a Freire se le indico maniobras de dudosa legalidad que acrecentarían su poder pero el tajantemente se negó a escucharlos. Con motivo de la instalación una junta gubernativa en Santiago que gobernaría con Freire, éste sólo la reconoció provincial pues:

“El director de la república ha circulado a los partidos de la provincia la noticia de haberse instalado en Santiago una junta gubernativa provincial previniéndoles  que S.E reconoce como provincial hasta que los pueblos la aprueben, y se sometan, a cuyo efecto ordena se convoque a todos los ciudadanos para que reunidos pronuncien la más franca expresión de su voluntad; también les advierte que U.S es encargado de invitarlos a su reconocimiento por orden suprema lo comunico a U.S.”[71]

Freire entonces era un mandatario preocupado por un equilibrio dentro de todas las zonas que  integraban el país, la insistencia de esta junta para que fuera reconocida  como nacional y para que Freire aprovechara la suspensión de la constitución para “deshacerse” de representantes que daban “problemas” fue contestada tajantemente con un qué:

“Finalmente debe U.S considerar; que por un acuerdo del último congreso está mandado a observar el orden de cosas establecido y aquellos artículos de la constitución que se hallaban planteados. Por esta razón el director supremo se considera sin autoridad para destituir delegados y jefes políticos de los pueblos; y cree que en hacerlo procederá, contra la ley mucho más contra las provincias de Concepción y Coquimbo que tiene actualmente sus cuerpos legislativos”[72]

Entonces así Freire se convirtió en un caudillo cívico – militar y esto último por su profesión y sus cualidades de héroes, un jefe de Estado y gobierno de profesión militar no es sinónimo de militarista, esto sensiblemente entendible por su apego a la ley y a las instituciones convirtiéndose en un ejemplo de civismo poco estudiado por nuestra historia nacional, el militarismo por tanto no existió con Freire.

Pero el retiro de Freire no fue largo. En 1827 con motivo del motín del Coronel Enrique Campino el congreso le llamó nuevamente por la autoridad moral que poseía y por su espada para salvar el Estado que se veía amenazado, sofocado este movimiento aceptó el cargo que sólo lo mantuvo por un par de meses hasta que nuevamente renunció.

Ya finalizado el periodo en los albores de la guerra civil Freire es traicionado. Este de buena manera para evitar efusión de sangre aceptaba un mando político y militar de ambas fuerzas contendientes, pero quien violó el tratado de Ochagavía no fue Freire sino Prieto, y más que Prieto quienes los secundaban en las sombras como Rodríguez Aldea, Rengifo, Portales, entre otros.

En este sentido si Freire ocupó por más tiempo la imagen de caudillo político, cívico y militar ya sea para conservadores o liberales, pues gobernó con ambos y no le otorgó al periodo la acepción de militarista, entonces ¿Qué es lo que le puede dar la connotación de militarista al periodo? La respuesta sería en aquellos 11 movimientos políticos militares que pusieron en peligro el tan anhelado orden interno, pero si revisamos y analizamos cada uno de aquellos de manera general y particular como se ya ha hecho, ninguno nos daría por respuesta la existencia del militarismo, ya que en este sentido durante el periodo fracasaron los que querían el militarismo. Esto porque la élite mediante los vínculos socio afectivos estaba en gran parte aliada y conformada por los militares: de haber existido militarismo este se hubiera dirigido contra la misma elite lo que hubiera equivalido a realizar ejecuciones de líderes, arrestos, allanamientos, embargos, etc. de los grupos vencidos cuestión que no ocurrió en el periodo de estudio, estos casos se dieron sólo después en el periodo de reacción civil contra el ejército dirigido por Portales, con el fin de transformar a la institución en un órgano netamente militar, lo cual a  pesar de lo negativo – es decir las degradaciones- permitió la victoria contra Perú y Bolivia entre 1836 – 1839 y la guerra del Pacífico. Además muchos y casi todos los hombres fueron rehabilitados: ellos también habían luchado por organizar la patria. Además hubo una tendencia contraria a todo militarismo, sueldos bajos e impagos, no envió de expediciones al Perú y el cese de funciones de muchos militares con los nuevos reglamentos y ordenanzas de 1827.

En consecuencia en Chile no hubo militarismo, sino que fue el abuso de las libertades conferidas las que llevaron gravemente a una crisis total del régimen planteado en 1818.

5.3         La Moderación militar y los oficiales extranjeros


Los hombres del periodo actuaron en su mayoría guiados por un fuerte espíritu patrio y cívico, por eso  un aspecto que debe llamarnos la atención es la moderación que nos da muestras el ejército. En ningún momento el ejército en su conjunto pareció salirse de los cánones de la legalidad, salvo algunos casos en situaciones muy extremas como 1829.

Debemos recordar el hecho de que quienes poseían el mando militar eran parte de la elite y como tales poseían relaciones sociales amplias, esto permitió que el ejército chileno basara su participación en el periodo de manera no agresiva.

Si tomamos en cuenta como fueron resueltos cada uno de los conflictos existentes en la gran mayoría la solución encontrada no fue por la vía armada sino por conversaciones ó por indultos como ya se ha visto, una solución contraria habría implicado persecuciones, matanzas y la instalación de una dictadura. Por eso mismo la moderada actuación del ejército y sus líderes introdujo un efecto conciliatorio en la política nacional. Cuando en 1827 se nombra Freire Director Supremo para sofocar el alzamiento de Campino a Freire se le daba el cargo por que posteriormente indultaría o se llegaría a un avenimiento con los rebeldes y así mismo ocurrió con Pinto con el motín de 1828.

Esto habría permitido afianzar lazos con la sociedad civil pero también esto poseía un punto negativo para la época, nos hizo parecer que Chile vivía un caos del cual jamás se recuperaría, la revolución de 1829 representa el agotamiento de la política de moderación dirigida por hombres de armas particularmente la cual terminó dividiendo al país por no hacer valer penas para moros y cristianos, y por muy fuerte que hayan parecido estos hechos políticos, la sangre vertida   de las fuerzas contendientes fueron pequeñas si las comparamos con hechos anteriores[73] y la recuperación del país iniciada realmente bajo la presidencia del General don Francisco Antonio Pinto[74] en 1828 e interrumpida por la revolución fue llevada a cabo sin problemas bajo la mano dura  de Diego Portales y de ministros como Rengifo y Tocornal. Lo que dio estabilidad al país no fue la separación de los mandos posiblemente liberales en 1830  sino el agotamiento general en que nos encontrábamos, el gobierno fuerte (amparado en la legalidad al igual que el régimen moderado anterior) era una cuestión necesaria y este proyecto pudo llevarse a cabo sin grandes sobresaltos por la experiencia que  el país había obtenido entre 1823 y 1830 bajo los gobiernos dirigidos por militares y que se extendió hasta 1851 también dirigido por militares ( J.J Prieto y Manuel Bulnes).

Por lo mismo la participación de militares en todo el periodo en los hechos políticos fue de carácter accidental por regla general, sólo se actuaba a raíz de hechos violentos como los ya largamente mencionados, cuando el orden legal y constitucional era amenazado,  esta participación del ejército en lo político no tuvo efectos positivos en la moral de los grandes oficiales de la época no hay muchas diferencias entre un Freire que continuamente renuncia al mando, con un Blanco Encalada que presenta su dimisión al  cargo de Presidente de la República después de sólo 5 meses ejercerlo y que se retira al campo permaneciendo retirado durante todos los siguientes conatos revolucionarios, que facilita su casa y su prestigio para llegar a un avenimiento entre las fuerzas enfrentadas en 1829,  o con un Pinto que cede el mando para evitar una guerra civil y que al igual que Blanco se retira a su casa de campo en la guerra civil y tampoco las hay con un oficial extranjero y de rango menor como Rondizzoni que se va al campo desmoralizado por los sucesos tal como lo señala su biografía donde se declara que era “enemigo de tomar parte en las contiendas civiles, se retiró entonces a su fundo de campo, donde permaneció extraño a todas las influencias de partido, que ya propiciaban a mezclarse en los importantes acontecimientos, que estaban decidiendo la futura patria”[75]

Está moderación llevó a que después de 1830 la culpa de las revoluciones, desavenencias y enfrentamiento entre chilenos fueran achacadas a los extranjeros, todo esto de manera injusta. Muchos extranjeros lo único que hicieron fue seguir un precepto legal, ordenes de sus superiores o simplemente ayudar a formar las bases del Chile republicano y de la profesionalización del ejército, no hay mayor injusticia cometida en la época que la realizada contra los extranjeros, ejemplo de esto es el Teniente Coronel Joseph Bacler d’Albe que sentó las bases de la cartografía y cartografía, y que pesar de sus prematura muerte en 1824 dejó asentadas esas disciplinas, este oficial junto a otros fundaron una academia de ciencias, Beauchef era otro oficial que imprimió su ardorosidad a las tropas y Tupper murió luchando por algo que consideraba justo, todos estos hombres más tantos otros que se nos quedan en el tintero (Viel, Rondizzoni, Lozier, etc.) en su gran mayoría poseían una carrera militar como la siguiente: “Hizo la campaña del Perú el año 1823, la de Chiloé el año 1824 y se halló en la acción de Mocopulli el 1º de Abril del mismo año. Hizo la campaña de Chiloé de 1825 – 1826 y se halló en la acción de Bellavista el 14 de enero de 1826. Hizo la campaña de San Fernando y se halló en el tiroteo de la plaza de Santiago en Junio de 1829 contra el escuadrón de coraceros sublevados, cuyo movimiento revolucionario fue sofocado por la fuerza de su mando con la toma de cuartel de Santiago”[76] y eso sin contar las campañas militares de las épocas Napoleónicas. Todos estos hombres  sentían a Chile como su verdadera patria, sino cómo podríamos explicar  el por qué seguían al servicio del país con la cantidad de sueldo que se les adeudaba, y la confusa situación interior.

El servicio que prestaron los oficiales nacionales y extranjeros significó una modernización y profesionalización de la institución militar, esta se transformó en una vanguardia organizada para dirigir y servir de punto de apoyo a la sociedad y al Estado chileno durante todo el siglo XIX, dotando de hombres capaces para la administración pública y  de hombres que defenderían los intereses de Chile en el exterior como lo es el caso de la guerra contra la confederación Perú – Boliviana, pero para todo eso fue preciso un periodo de aprendizaje, de organización, de reflexión, de toma de conciencia del rol que el ejército debía tener en el país cuestión que se logró entre 1823 y 1830 por la activa participación del ejército en la lucha por la organización del Estado nacional.

De hecho un defensor de la revolución de 1829 y acérrimo enemigo de los pipiolos y del periodo Ramón Sotomayor declaraba a fines del siglo XIX  “Por los demás hombre por hombre, no se puede dejar de acatar la magnanimidad de Freire, la ilustración i probidad de Pinto, el patriotismo y honradez de Vicuña, la buena fe i notables conocimientos del ministro Blanco, la noble i arrogante índole de las Heras, Lastra, Borgoño i tantos otros servidores del rejimen liberal, muchos de los cuales sirvieron a su vez más tarde en altos destinos al gobierno conservador”[77]
  

6         Conclusiones


En la introducción al presente estudio que aquí se ha realizado se señaló cual era el lineamiento del trabajo en general, recordando aquello lo que se afirmó era que:

“El Ejército de Chile, institución forjada en las guerras de independencia fue tanto a nivel institucional como humano uno de los grandes y principales actores en la conformación del ideal y organización de nuestro orden republicano, esto manifestado en líderes de gran valía moral e intelectual como Freire, Blanco Encalada, Francisco Antonio Pinto y José Joaquín Prieto, que de una u otra forma, legaron a la patria innumerables servicios, obras e ideas que asentaron las sólidas bases para el proyecto que la elite impulsó a lo largo de todo el siglo XIX”

Partiendo entonces de la ineludible base de la investigación, las conclusiones generales a la que ha llegado el presente trabajo se circunscribirán a desarrollar dicha hipótesis en cuanto su reafirmación o no, a través de todo el proceso investigativo partiendo desde la búsqueda, selección y lectura de las fuentes, así como de su análisis que es lo que se ha trabajado en las páginas y acápites anteriores.

En primer lugar rescatando la afirmación que se ha hecho del periodo 1823 – 1830 como proyección de la independencia nacional, se ha podido establecer que el ejército Chileno debido a la valía de sus componentes humanos así como de sus méritos adquiridos en las campañas militares de la Patria Vieja,  la reconquista y la patria nueva, así como de la expedición al Perú y Chiloé conformaron una institucionalidad de avanzada que pudo ir mucho más allá del campo de batalla, insertándose en la sociedad política debido  a que los mandos pertenecían a la elite, la única clase que en la época podía liderar un proyecto de país, por lo cual se encontraron en buen pie para actuar como mediadores de conflictos así como la realización de grandes obras lo que explicaría la asunción de Freire, Blanco y Pinto a la primera magistratura nacional. Al provenir estos hombres del ejército patriota y chileno lograron establecer y defender de una vez y para siempre el ideal republicano, democrático, de libertad e igualdad que encauzaron los múltiples proyectos jurídicos y políticos posteriores: las constituciones de 1823,1828 y la libertad de esclavos son ejemplos notorios de lo anterior, estas cuestiones son la principal herencia de la  participación del ejército chileno en la organización y conformación del estado nacional 1823 – 1829, nos legó un orden respetuoso de las libertades, así como nos dio un ejemplo de respeto a las decisiones democráticas así como una serie de instituciones.

En segundo lugar puede comprobarse que el ejército tuvo un rol fundamental por la participación de personajes clave en la historia nacional, hombres de virtud cívica como Freire, de templanza como Blanco Encalada, mediadores e inteligentes como Pinto y audaces como Prieto, estos hombres al inaugurar nuestras instituciones conformaron un espíritu cívico de apego al orden y la ley, que evitó en Chile la corrupción y al acceso a derroteros violentos como ocurrió en las restantes repúblicas latinoamericanas. Sobre todo cuando como influencia de la ilustración en la república no significaba la organización del poder estatal de tal o cual forma, sino que los ciudadanos debían encarnar las llamadas virtudes cívicas y ser ejemplo de las mismas.

En tercer lugar, pudo observarse plenamente como el ejército logró y ayudó a la conformación del ideal y orden republicano. En este sentido el ejército como institución fue respetuosa de la ley y de la tradición jurídica, se pudo observar como los movimientos insurgentes no guardan relación con la insubordinación del ejército en sí, sino con el incentivo de políticos a cuadros militares en situación impaga (a los que se tranquilizó rápidamente) o a unidades milicianas armadas por los mismos hacendados sublevados, los militares de carrera, salvo en el caso de la revolución de 1829 motivada por factores ya aducidos, se mantuvieron fuertes al sistema legal imperante, esto demostrado por la fragilidad de los movimientos que salvo éxitos parciales siempre fueron vencidos por el ejército constitucional. Siguiendo la misma lógica pudo comprobarse que el militarismo del cual se ha señalado el ejército formó parte ha sido una idea adoptada por muchos autores que no han entrado a descubrir los patrones inmersos en cada uno así como los objetivos de la institución militar, los líderes militares como Freire, Blanco y Pinto, como ya se observó, fueron totalmente desapegados del poder con el fin superior de evitar conflictos que pudieran desembocar en violencia y la eliminación de connacionales, hechos como los indultos, los discursos de la prensa y de hombres públicos han ayudado a desmitificar aquel punto así como el de la anarquía, el ejército en la época de estudio sin duda constituyó un baluarte de la libertad más que de la opresión o de militarismo, cuyo concepto está lejos de calzar con lo ocurrido en el país, y menos aun con el hombre clave para entender el periodo como el general Freire cuya vida pública es algo de digno de enorgullecernos como chilenos, pero que nunca o escasamente lo recordamos.

Desde el punto de vista de las ideas y de la creación de una  cultura cívica también es cierto que legaron la institucionalidad que hizo a Chile un país pionero en América latina respecto a su ordenamiento jurídico, la constitución de 1828 promulgada por el gobierno del General Francisco Antonio Pinto cuya base fue utilizada para la constitución de 1833, la abolición de la esclavitud con Freire, el comienzo del pago de la deudas públicas bajo el gobierno del citado General Pinto y que erróneamente se le atribuye a Rengifo, que el primer presidente de la república fuera Manuel Blanco Encalada, institución que en 200 años de historia republicana jamás ha sido abolida, las leyes de olvido, la creación de la primera regionalización, el inició de la unión del territorio nacional con la conquista de Chiloé, etc. Son obras que sin duda supieron proyectarse en muchos casos hasta el día de hoy y que fueron diseñadas en gobiernos dirigidos por militares lo que muestra sin duda la vanguardia que representó el ejército entre 1823-1830, que se sintetiza en la idea de que ellos aseguraron la independencia y la proyectaron.

Finalmente quedó manifestado que los hechos insurreccionales corresponden a una lógica más capitalina  - como señaló un testigo sólo la plaza de armas de Santiago-  cuya duración territorial y temporal es reducida como para haber generado un verdadero remezón en el gobierno constituido, explicable por su fácil desaparición y la baja calidad moral de quienes los realizaron.

7         Bibliografía


·      Anguita, Ricardo y Quesnay, Valerio. Leyes promulgadas en chile 1810-1901, Santiago de Chile, 1902, Imprenta Nacional.

·      ARCHIVO NACIONAL, ARCHIVO REGIONAL DE LA ARAUCANÍA Sesiones de los cuerpos legislativos 1811 -1845 compiladas por, Letelier, Valentín.,  27 volúmenes, Santiago de Chile, 1887, Imprenta Cervantes.

·      ARCHIVO NACIONAL, Colección de Antiguos Periódicos Chilenos publicados por la Biblioteca Nacional, Santiago, 1954-1966. Imprenta de la biblioteca nacional.

·      BARROS ARANA, Diego. Historia General de Chile, Tomos XIV y  XV, Santiago de Chile, 2005, Editorial Universitaria y Centro de investigaciones Barros Arana de la dirección de bibliotecas, archivos y museos

·      BIBLIOTECA NACIONAL DEL CONGRESO DE CHILE (www.bcn.cl), Constitución Política del Estado de Chile 1822, Constitución Política del Estado de Chile de  1823, Constitución Política de la república de Chile 1828

·      Edwards Vives, Alberto.  La fronda aristocrática en Chile, Santiago de Chile, 1928, Imprenta Nacional.

·      ENCINA, Francisco. Y CASTEDO, Leopoldo. Historia de Chile Vol. III, Santiago de Chile, 1964,  Ed. Zigzag,  Anexo analítico

·      ESTELLÉ, Patricio; SILVA, Osvaldo; SILVA, Fernando y VILLALOBOS, Sergio. (Historia de Chile Santiago de Chile, 2002, Editorial Universitaria.

·      EYZAGUIRRE, Jaime. Fisonomía Histórica de Chile, Santiago de Chile, 1992, Editorial Universitaria.

·      FELIÚ CRUZ, Guillermo Estudios Críticos y Bibliográficos sobre la independencia de Chile compilados por, Fondo Histórico bibliográfico José Toribio Medina, Santiago de Chile, 1965, Editorial Universitaria S.A, Biografía del general de Brigada Don José Rondizzoni (1914) Imprenta Universitaria, Santiago de Chile.   

·      FRIAS VALENZUELA, Francisco. Manual de Historia de Chile, Santiago de Chile, 1982, Editorial Nascimiento.

·      HEISE GONZÁLEZ, Julio. Años de formación y aprendizaje políticos, 1810 – 1833, Santiago de Chile, 1978,  Editorial Universitaria

·      PINTO RODRIGUEZ, Jorge y FLORES CHÁVEZ, Jaime. Cuadernillos de Docencia, Nº15 “ Chile en el Siglo XIX, Estadísticas” Departamento de Ciencias Sociales, Facultad de Educación y Humanidades, Temuco, (s.f)  Universidad de La Frontera

·      PINTO, Julio  y SALAZAR, Gabriel. Historia Contemporánea de Chile I, “Estado, legitimidad, ciudadanía”. Santiago de Chile, 1999,  LOM ediciones.

·      PINTO, Julio  y SALAZAR, Gabriel. Historia Contemporánea de Chile II, Actores, Identidad y Movimiento. Santiago de Chile, 1999,  LOM ediciones.

·      Poeppig, Edwards. Un testigo de la alborada de Chile, (1826 – 1829). Santiago de Chile, 1960, Zigzag,

·      SALAZAR, Gabriel. Construcción de Estado en Chile (1800-1837) Santiago, 2005,  SUR ediciones.

·      SOTOMAYOR VALDES, Ramón Historia de Chile bajo el gobierno del Jeneral Don Joaquín Prieto Tomo I. Santiago de Chile: Imprenta Esmeralda. Segunda Edición. 1900

·      TUPPER, Guillermo. Diario de Campaña.  1823 - 1828 en, http,//www.historia.uchile.cl/CDA/fh_complex/0,1393,SCID%253D16489%2526ISID%253D405%2526JNID%253D12,00.html      

·      VERGARA QUIROZ, Sergio. Historia Social del ejército de Chile, Vol. I. Santiago de Chile, 1993, Universidad de Chile ediciones.


[1] Constitución Política del Estado de Chile 1822, Título primero: De la nación Chilena y de los Chilenos Capítulo primero: De la Nación Chilena, Artículo 3º
[2] Constitución Política del Estado de Chile 1823, Título primero: De la nación Chilena y de los Chilenos, Artículo 4º
[3] Constitución Política de la república de Chile 1828, Capítulo Primero: De Nación, Artículo 2º
[4] BARROS ARANA, Diego. (2005) Historia General de Chile, Tomo XV, Santiago de Chile: Editorial Universitaria y Centro de investigaciones Barros Arana de la dirección de bibliotecas, archivos y museos. p.9
[5]Cifras y estadísticas en PINTO RODRIGUEZ, Jorge y FLORES CHÁVEZ, Jaime. (s.f) Cuadernillos de Docencia, Nº15 “ Chile en el Siglo XIX, Estadísticas” Departamento de Ciencias Sociales, Facultad de Educación y Humanidades, Universidad de La Frontera
[6] ESTELLÉ, Patricio; SILVA, Osvaldo; SILVA, Fernando y VILLALOBOS, Sergio. (2002) Historia de Chile Santiago de Chile: Editorial Universitaria. p.404
[7] Edwards Vives, Alberto. (1928) La fronda aristocrática en Chile, Santiago de Chile: Imprenta Nacional. p.37
[8] Encontramos en esta línea a Francisco Antonio Encina en su obra Historia de Chile, y a Jaime Eyzaguirre que hace alusión a este periodo como “La noche de la anarquía” en su libro “fisonomía histórica de Chile”.
[9] Ibdid.p.37
[10] De hecho Lircay se transformó en el nombre de una de las revistas historiográficas de carácter conservador en Chile, así como estanquero.
[11] HEISE GONZÁLEZ, Julio. (1978) Años de formación y aprendizaje políticos: 1810 – 1833, Santiago de Chile: Editorial Universitaria
[12] PINTO, Julio  y SALAZAR, Gabriel. (1999). Historia Contemporánea de Chile I: “Estado, legitimidad, ciudadanía”. Santiago de Chile: LOM ediciones. p.25 et seq.
[13] PINTO, Julio  y SALAZAR, Gabriel. (1999). Historia Contemporánea de Chile II: Actores, Identidad y Movimiento. Santiago de Chile: LOM ediciones. p. 35
[14] VERGARA QUIROZ, Sergio. (1993). Historia Social del ejército de Chile, Vol. I. Santiago de Chile: Universidad de Chile ediciones. p. 66
[15] Ibíd. p. 69
[16] VERGARA QUIROZ, Sergio Op. Cit. p.108
[17] Pedro Urriola Balbontin (Santiago, 1797-Santiago, 1851).-Se inició en la carrera de las armas en 1812, en los granaderos de Juan José Carrera. Hizo las campañas de la Patria Vieja, hasta el sitio de Rancagua. Por ser carrerino y amigo de Manuel Rodríguez, el gobierno de O'Higgins lo mantuvo alejado del ejército. Bajo los pipiolos volvió a las filas y tomó parte en diversos movimientos revolucionarios. Participó en las campañas contra la Confederación Perú· boliviana y se batió en Yungay. Finalmente, encabezó el motín del 20 de abril de 1851, en  el cual encontró la muerte. FRIAS VALENZUELA, Francisco. (1982) Manual de Historia de Chile, Santiago de Chile: Editorial Nascimiento. p.309

[18] Benjamín Viel Gomets (Francia, 1787-Santiago, 1868).-Militar francés que después de combatir en las campañas napoleónicas de Alemania (Austerlitz, Jena, Eylau), de España, de Rusia y de Bélgica (Waterloo), pasó a Buenos Aires y luego a Chile (1817). En nuestro país se distinguió por su valor y su capacidad en la campaña de 1818, en la guerra a muerte y en la expedición contra los Pincheira. De profundas convicciones liberales, intervino en la guerra civil de 1829 a 1830 distinguiéndose en la batalla de Lircay. Llegó a general de brigada Viel casó con María Luisa Toro Guzmán, nieta del conde de la Conquista. FRIAS VALENZUELA, Francisco Op.Cit. p.263


[19] Discurso en ENCINA, Francisco. Y CASTEDO, Leopoldo. (1964) Historia de Chile Vol. III, Santiago de Chile: Ed. Zigzag,  Anexo analítico p.2192
[20] BARROS ARANA, Diego. Vol. XIV Op.cit p.280
[21] José Rondizzoni Cánepa (Italia, 1788-Valparaíso, 1866).-Militar italiano que actuó en las guerras napoleónicas en España, Alemania, Rusia, etc., participando en numerosas batallas. El desastre de Waterloo lo obligó a emigrar a los Estados Unidos, donde se incorporó a la expedición de José Miguel Carrera. Desbaratada ésta por el gobierno argentino, Rondizzoni ingresó al ejército chileno y actuó en la campaña de 1818, en la expedición libertadora del Perú y en la guerra civil de 1829 a 1830. Combatió por el gobierno de Montt en 1851 y 1859. Y alcanzó al grado de general de brigada. Rondizzoni casó en primeras nupcias con Rosario de la Cuadra y en segundas con Dominga de la Cotera (de San Salvador). FRIAS VALENZUELA, Francisco Op.Cit. p.263

[22] Guillermo Tupper. Diario de Campaña.  1823- 1828 en: http://www.historia.uchile.cl/CDA/fh_complex/0,1393,SCID%253D16489%2526ISID%253D405%2526JNID%253D12,00.html                  
[23] Ibid (s.p)
[24] Coquimbo (similar a la antigua provincia de Coquimbo), Aconcagua, Santiago, Colchagua (estas tres últimas derivadas de la antigua provincia de Santiago), Maule, Concepción, Valdivia y Chiloé (estas cuatro derivadas a la antigua provincia de Concepción).
[25] Ascenso obtenido el 7 de septiembre de 1820
[26] BARROS ARANA, Diego. Vol. XV Op.cit p.171
[27] BARROS ARANA, Diego. Vol. XV Op.cit p.100
[28] Anguita, Ricardo y Quesnay, Valerio. (1902). Leyes promulgadas en chile 1810-1901, (s.p. Sin página el texto en cuestión se encuentra organizado en torno a los decretos no hay orden número sino que va por fecha de promulagación) Santiago de Chile: Imprenta Nacional.
[29] BARROS ARANA, Diego. Vol. XV Op.cit p.105
[30] Freire renunciaba al mando político del país en una sesión del congreso donde declaró que “El presidente de la República, tiene el honor de dirigirse por segunda vez al congreso nacional suplicándole le permita volver a su retiro, dejando el espinoso cargo que ejerce a otro ciudadano a quien las tareas del gobierno le sean más soportables. Después de algunos años de experiencia en la administración pública, el presidente qué suscribe deja el supremo mando por haber reconocido que su carácter no era el más aparente para hacer la organización del país en circunstancias tan complicadas" en BARROS ARANA, Diego. Vol. XV Op.citp.114
[31] Guillermo de Vic Tupper Brock (Inglaterra, I800- Lircay, I830).- Nació en la isla de Guernesey. Estudió en París, ejerció el comercio en Barcelona y pasó después a Chile, donde Viel lo incorporó al ejército con el grado de capitán. Tupper actuó en la conquista de Chiloé (1826) Y participó en la guerra civil de 1830; pero cayó prisionero en la "batalla de I.ircay y fue asesinado a sablazos. Tupper casó en Santiago con Isidora Zegers Montenegro nacida en Madrid. FRIAS VALENZUELA, Francisco Op.Cit. p.263
[32] Guillermo Tupper. Diario de Campaña.  1823- 1828 en: http://www.historia.uchile.cl/CDA/fh_complex/0,1393,SCID%253D16489%2526ISID%253D405%2526JNID%253D12,00.html                  
[33] Ibid (s.p)
[34] Proclama en BARROS ARANA, Diego. Vol. XV Op.cit p.188
[35] Guillermo Tupper. Diario de Campaña.  1823- 1828 en: http://www.historia.uchile.cl/CDA/fh_complex/0,1393,SCID%253D16489%2526ISID%253D405%2526JNID%253D12,00.html                  
[36] BARROS ARANA, Diego. Vol. XV Op.cit .254
[37] Anónima, Biografía del general de Brigada Don José Rondizzoni (1914) Imprenta Universitaria: Santiago de Chile. En  Estudios Críticos y Bibliográficos sobre la independencia de Chile compilados por Guillermo Feliú Cruz, Fondo Histórico bibliográfico José Toribio Medina, (1965) Editorial Universitaria S.A: Santiago de Chile p.167
[38] Joaquín Prieto Vial (Concepción, 1786-Santiago, 1854).-Era hijo de José María Prieto Sotomayor y de María del Carmen Vial Santelices. Casó con Manuela Warnes Garda de Zúñiga, de nacionalidad argentina, con numerosa sucesión. Se incorporó muy joven al ejército (1805). Combatió por la independencia en Chile y Argentina, tomó parte en la revolución de 1829 y 1830 Y ejerció la presidencia de la república durante el decenio comprendido entre 1831 y 1841. FRIAS VALENZUELA, Francisco Op.Cit. p.271
[39] Manuel Bulnes Prieto (Concepción, 1799­Santiago, 1866).-Después de prestar valio­sos servicios militares a la causa de la inde­pendencia y en los primeros tiempos de la república, Bulnes gobernó al país durante un decenio, de 1841 a 1851. Este fue uno de los períodos más tranquilos y progresistas de nuestra historia republicana. FRIAS VALENZUELA, Francisco Op.Cit.p.292

[40] Mensaje en BARROS ARANA, Diego. Vol. XV Op.cit p.301
[41] BARROS ARANA, Diego. Vol. XV Op.cit p.328
[42] Anónima, Biografía del general de Brigada Don José Rondizzoni (1914) Op.Cit p.167
[43] Según los datos que da Guillermo Feliú en la compilación citada anteriormente, José Toribio Medina sabría quien escribió la biografía pero no quiso a dar a conocer el nombre por respeto, está biografía señala habría sido hecha con el mismo Rondizzoni antes de morir, pues se citan documentos que sólo éste podía poseer y por tanto tendría carácter autobiográfico.
[44] Nota del congreso en BARROS ARANA, Diego. Vol. XV Op.cit p.425
[45] Ibíd. p.425
[46] BARROS ARANA, Diego. Vol. XV Op.cit p.403
[47] SOTOMAYOR VALDES, Ramón (1900) Historia de Chile bajo el gobierno del Jeneral Don Joaquín Prieto Tomo I. Santiago de Chile: Imprenta Esmeralda. Segunda Edición. p.15
[48] Estos hechos son La Caída de O’Higgins y la junta gubernativa, Perturbaciones en Santiago, Movimientos por miseria de la tropa, Junta gubernativa, consejo directoral, golpistas y Chiloé., Sublevación de O’Higginista de Chiloé, El Motín del 24 de Enero dirigido por Enrique Campino, Rebeldía del Cabildo de Talca, Movimientos pro federalistas en San Fernando y Colchagua, Sublevación en San Fernando, Motín del 6 de Junio de 1829 ó  de los inválidos, La Guerra Civil o Revolución de 1829 -1830 analizados en el capítulo anterior.
[49] BARROS ARANA, Diego. Vol. XV Op.cit p.180
[50] El Amigo de la verdad, (Nº4, 14 de Junio de 1823)  en Colección de Antiguos Periódicos Chilenos publicados por la Biblioteca Nacional, Santiago, 1954-1966 (en adelante CAPCh). p.101
[51] Julio Heise en la obra ya citada en la primera parte, señala que las cinco áreas en que se obró en el periodo de esta época son cinco: una labor educacional, una labor social (abolición esclavitud), una labor administrativa (cuerpos legales, la justicia) Realizaciones económicas y las relaciones internacionales. (ver p.224-279)
[52] Amigo de los militares (Nº1, 12 de Abril de 1823) en CAPCh. p.108
[53] Poeppig, Edwards. (1960). Un testigo de la alborada de Chile, (1826 – 1829). Santiago de Chile: Zigzag.  p.208 -209
[54] Ibid..  p.209
[55] SALAZAR, Gabriel. (2005) Construcción de Estado en Chile (1800-1837) Santiago: SUR ediciones.
[56] Ramón Freire y Serrano contaba a la sazón 35 años de edad. Después de iniciarse en el comercio, abandonó esa actividad, para abrazar la carrera de las armas en 1811. En ella avanzó rápidamente por su valor sereno, la seriedad de su carácter y su adhesión a O'Higgins. Por razones personales alimentó después un profundo odio a aquél.  Freire fue un mandatario honrado, falto de preparación política y que siempre se dejó llevar por los hombres de opuestas tendencias que le rodeaban (Mariano Egaña, Benavente, Infante), Sin embargo, desempeñó un papel considerable de 1823 a 1830 debido a que, en razón de su propio· carácter, tanto la aristocracia castellano­vasca como los elementos Liberales y "pipiolos", siempre creyeron posible atraérselo a sus filas. Su falta de ideas políticas definidas contribuía también a ello.  En el gobierno demostró desapego al poder y tolerancia hacia toda clase de ideologías, lo que le creó un prestigio superior a los bandos políticos y por encima de ellos. FRÍAS. Op.Cit
[57] VERGARA QUIROZ, Sergio op.cit  p.99
[58] HEISE GONZÁLEZ, Julio op.cit  p.17
[59] Ibíd. p.18
[60] Amigo de los militares (Nº1, 12 de Abril de 1823) en CAPCh. p.108
[61] Sesión del Senado Conservador del 7 de Julio. En SCL Vol. VII p.264
[62] Actas del Senado conservador, Sesión del 8 de junio de 1823 en CAPCh. p.439
[63] Redactor de las sesiones, Libro I, Nº14 22 de Octubre de 1823 en CAPCh. p.p210-211
[64] Sesiones de la cámara de Diputados en SCL. Tomo XVII p.30
[65] BARROS ARANA, Diego. Vol. XV Op.cit p.132

[66] Sesión del congreso de plenipotenciarios del 29 de Marzo de 1823, en Letelier, Valentín. (1887).  Sesiones de los cuerpos legislativos compiladas por 1811 -1845,  27 volúmenes, Santiago de Chile: Imprenta Cervantes Vol. VII (en adelante SCL) p.29
[67] El Correo Araucano (30 de enero de 1824) en CAPCh.  p. 12 - 13
[68] El decreto señalaba que “Declarada la insubsistencia de la constitución de año 1823 es necesario este vacío, para que los pueblos no se encuentren sin las LL necesarias, principalmente en el orden judicial; pero no pudiéndose esta  subrogación la obra de momento, el congreso ha acordado y decreta: entre tanto se dictan las LL que sirvan de base; organicen la república y su administración, obsérvese el orden actualmente existente” Freire. F.A Pinto. En (s.p) Leyes promulgadas en chile 1810-1901, Ricardo Anguita y Valerio Quesnay, Imprenta Nacional Santiago de Chile 1902.
[69] El Correo Araucano (Número 20, 23 de Julio de 1824) en CAPCh p.135
[70] BARROS ARANA, Diego. Vol. XV Op.cit p.28
[71] Oficios de la junta gubernativa 1824 en CAPCh p.387
[72] Ibíd. p.393
[73]  Los 2.000 Hombres de ambos bandos en Lircay contrastan completamente con los 8.000 hombres aproximadamente de ambos bandos en la batalla de Maipú
[74] A Francisco Antonio Pinto le debemos los inicios de nuestro sistema educativo así como el registro de las deudas del país, hecho este último que generalmente se lo atribuimos erróneamente al gobierno del general Prieto,
[75] ANONIMO p.163
[76] Ibid.p.163
[77] SOTOMAYOR VALDES, Ramón (1900) Op.Cit p.23

No hay comentarios:

Publicar un comentario